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El cine literario de Mario Camus

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Fotograma de 'Los santos inocentes'
Fotograma de 'Los santos inocentes'

Mario Camus, fallecido este sábado, era refractario a las entrevistas por su timidez aunque sí existía una cualidad que siempre deslizaba en sus respuestas: su carácter de lector insaciable y su querencia por la literatura española de los años 50. Desde Ignacio Aldecoa, Camilo José Cela, Ana María Matute, Miguel Delibes hasta Lorca o Eduardo Mendoza se contaban entre sus lecturas y escritores predilectos.

“Tengo un gran cariño por esa gran literatura. En cuanto puedo y hay una novela de ellos que me llama la atención intento adaptarla”, aseguraba. Su devoción literaria desembocó en la maestría en sus adaptaciones de grandes obras a películas y series como Fortunata y Jacinta, La colmena o Los santos inocentes, que Camus espigaba como guionista y orillaba a su terreno.

“Es una costumbre muy extendida, todos los grandes autores han adaptado películas. El 90% de las películas están basadas en novelas como Lo que el viento se llevó o Las uvas de la ira”, remarcaba en una entrevista a TVE sobre la calidad de la materia prima aunque ponía en valor la necesidad “de grandes guionistas” para esculpirla en imágenes. Sus películas acercaron los clásicos de la literatura a miles de españoles en una radiografía consciente de la memoria social del país.

Por su parte, Camus, que también era un excelente escritor, se aproximó a los autores manteniéndose “fiel al espíritu de la obra” para “no faltarles al respeto” y siendo firme partidario de mantener el título para aprovechar “el primer impulso de los lectores interesados”. Para el realizador, cine y literatura eran mundos complementarios aunque divergentes en la capacidad de mostrar la voz interior de los personajes. Y una cuenta pendiente: siempre lamentó no haber trasladado al cine la novela Los amores tardíos de Baroja.

A continuación algunas de las adaptaciones más destacadas del director cántabro.

Con el viento solano, (1966)

Este libro de Ignacio Aldecoa es la segunda parte de El fulgor y la sangre, pero Camus escogió adaptar El viento solano al valorarla como más cinematográfica por su dinamismo. La obra de Aldecoa ganó el Premio Nacional de Literatura y la película fue nominada a la Palma de Oro en Cannes aunque fue un fracaso entre el público. Camus recordaba que “al estreno fueron cuatro personas, una de ellas el escritor", que era su amigo personal y también participó en el guión

Protagonizada por Antonio Gades e Imperio Argentina cuenta la historia de las mujeres de unos guardias civiles que esperan en un cuartel la llegada del cadáver de uno de sus maridos, sin saber quién es el que ha muerto.

Camus admitió haberse tomado algunas licencias en su versión que definió como “pura arqueología de Madrid” al reflejar lugares olvidados como la estación de tren donde Goya creó sus “pinturas negras”. Es una de las tres adaptaciones que el director hizo a partir de la obra Aldecoa, junto a Young Sánchez (1964) y Los pájaros de Baden-Baden (1975).

La leyenda del alcalde de Zalamea, (1972)

Es la adaptación cinematográfica de una de las obras más importantes del poeta y escritor del siglo XVII Calderón de la Barca, que ya contaba con versiones en pantalla de Alberto González Vergel y Gutiérrez Maeso.

Francisco Rabal interpretaba al alcalde de Zalamea, en una película en la que coincidió por primera vez con Fernando Fernán Gómez y con su hija Teresa. La acción transcurre en el pueblo extremeño de Zalamea, durante las operaciones militares que otorgaron a Felipe II la corona de Portugal. El capitán Álvaro Altaide (Julio Núñez), huésped del rico paisano Pedro Crespo (Francisco Rabal), se enamora de su hermosa hija Isabel (Teresa Rabal), a la que rapta y agravia en un bosque.

Fortunata y Jacinta, (1980)

Camus tuvo claro que Fortunata y Jacinta no era televisión sino "una película de nueve horas". Pedro Ortiz Armengol, experto en la obra de Galdós y diplomático destinado en Londres, asesoró al director en la adaptación.

La serie de TVE, protagonizada por Ana Belén, se convirtió en un éxito internacional. Se rodó de 14 de mayo al 5 de diciembre de 1979. Uno de los problemas era poner en concordancia las descripciones invernales de algunos pasajes de la novela con el verano de la época. Según Camus "los actores sudaban a chorros".

La obsesión del realizador era ser fiel al texto contando una historia costumbrista “con divertidas situaciones amorosas y hacer un alto en ese momento histórico de la vida social, económica del país”. Camus sentenció: "Ya era hora dar a conocer al mundo entero a un autor como Pérez Galdós. Si he acertado o no, no lo sé. Mejor que yo, tendrá que juzgarlo un galdosista".

La colmena, (1982)

La colmena inició su exitosa andadura en 1983 alzándose con el Oso de Oro de Berlín. Un premio que reconocía el extraordinario trabajo realizado en la película en todas las áreas: interpretación, fotografía, dirección de arte, vestuario.

Todo al servicio de un guión que firma el propio Camilo José Cela en colaboración con José Luis Dibildos y que adapta la compleja y riquísima novela que sigue siendo uno de los retratos más fiables de la fría posguerra española.

Camus era amigo personal de escritores como Aldecoa o Delibes, con el Nobel gallego hubo más fricción y de él aseguraba que “Cela es Cela” aunque su obra le fascinaba.

Sobre los saltos temporales en las adaptaciones afirmaba que le resultaba más difícil recrear una época próxima como los años 50 que otra más lejanas como el siglo XIX.

Los santos inocentes, (1984)

La lectura de la novela le produjo tal impacto que desde el principio "vio" la película que luego rodaría. Camus recordaba que la dedicatoria del último libro que le envió su amigo Delibes decía: "A Mario, que triunfó y me triunfó".

Esta aclamada cinta sobre “perdedores muy perdedores” está considerada la obra cumbre de Camus basada en una novela seca y dura sobre la España rural de los 60. Alfredo Landa y Terele Pávez eran Paco y Régula, una pareja de campesinos y Paco Rabal el cuñado, Azarías, quienes sufrían con resignación las injusticias a las que les sometía el soberbio "señorito" de la finca, interpretado por Juan Diego.

Fue un éxito en taquilla y consiguió la mención especial del jurado en el Festival de Cannes, que reconoció a sus protagonistas, Alfredo Landa y Paco Rabal, con el Premio a la mejor interpretación masculina.

“En la novela la acción está muy pormenorizada y quisimos agruparla en capítulos como él hacía. Quisimos contar la historia posterior a la acción de la novela. Esa historia permite a los personajes recordar el pasado y esta idea surgió de una conversación con Delibes que nos comentó que Azarías era un personaje real internado en un psiquiátrico”, contaba en una entrevista a TVE.

Delibes solo puso una objeción al guión: "Nos dijo que habíamos suprimido en muchas ocasiones la frase, 'Milana bonita', y que teníamos que meterla más. Y tenía razón".

La casa de Bernarda Alba, (1987)

Mario Camus adaptó el drama teatral de Lorca en una labor titánica de fidelidad al original. La película empieza y finaliza con la pantalla convertida en un telón, para que el parecido con la obra maestra fuera el máximo posible.

El detalle se extendió a la selección del reparto: las actrices que interpretaron a todas las hijas de la férrea Bernarda Alba (encarnada por Irene Gutiérrez Caba por expresa decisión del director) fueron escogidas por su parecido físico entre ellas. Ana Belén, Vicky Peña, Enriqueta Carballeira, Aurora Pastor y Mercedes Lezcano fueron las escogidas para trasladar a la pantalla el ambiente de opresión definido a través de la fotografía de Fernando Arribas.

Fue rodada en las localidades malagueñas de Ronda y Antequera, y en el pueblo gaditano de Zahara de la Sierra y las variaciones al lenguaje fueron ínfimas porque si “despoetizas el texto deja de ser Lorca” aunque el cineasta era muy consciente de la propia identidad del cine como medio en el que “la teatralidad se rompe”, afirmó citando a Renoir.

La forja de un rebelde, (1990)

Mario Camus adaptó la novela homónima de Arturo Barea en una serie emitida en 1990 en TVE. Una superproducción de seis episodios en la que intervinieron 250 actores, 280 técnicos y más extras que en Ben Hur, unos 20.000 durante un año de rodaje.

De carácter autobiográfico, la serie narra a través de la vida de Arturo Barea los avatares de la historia de España durante la primera mitad del siglo XX la infancia en Madrid, su juventud en Marruecos luchando en la Guerra del Rif, su regreso a la Península y su experiencia durante la Guerra Civil en el bando de la República como censor. La serie es un homenaje a las víctimas del franquismo.