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Las residencias de Cantabria recuperan la tranquilidad

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Los peores momentos de aislamiento en las residencias han quedado atrás

Ya no tenemos miedo y no estamos pensando en el virus constantemente. Lo que más ha cambiado es la actitud de los trabajadores de los centros” explica Encarna Otero Álvarez, subdirectora de la residencia ‘Virgen de Valencia’ ubicada en Puente Arce.

La vacunación no garantiza no contagiarse, pero reduce al máximo la probabilidad de complicaciones e incluso la muerte. Eso ha permitido que, en las residencias de Cantabria, cuando se cumple un mes prácticamente de la finalización de la inoculación de la segunda dosis se respire otro ambiente. “Seguimos manteniendo los grupos burbuja como podéis ver, y hay zonas que aún no hemos recuperado como la sala de fisioterapia. Los terapeutas siguen trabajando con los mayores en el pasillo” explica Encarna Otero. Aun así, ya no tenemos miedo al virus y eso nos ha permitido que los mayores dentro del centro recuperen la mayor normalidad posible.

Estuvimos más de un mes sin salir de la habitación, pero no lo recuerdo como algo dramático

Respecto a las salidas de los mayores de las residencias está permitido desde finales de mayo. Cada residencia impuso su propio protocolo, también en función de los casos positivos registrados en los centros. “Ahora es cuando realmente están empezando a salir a la calle, cuando sus familias se están empezando a atrever a sacarlos del centro y eso ha sido gracias a la vacuna porque las salidas estaban permitidas desde mayo”.

La vida dentro del centro

Emilia y Loli tienen 87 y 82 años respectivamente, Hablando con ellas es fácil darse cuenta de que su estado es inmejorable pero, aunque narran con decisión cómo recuerdan aquellos primeros meses de confinamiento la subdirectora de vez en cuando les refresca la memoria. “Estuvimos un mes o más en la habitación. Allí desayunábamos, comíamos y cenábamos.  Todo lo hacíamos porque no podíamos salir, pero muy bien, perfectamente, qué quieres que te diga, muy muy bien, yo no lo recuerdo como algo dramático. Estábamos aisladas y pintábamos, hablábamos –con su compañera de habitación- o pensábamos simplemente. Muy bien todo” reitera.

Encarna le recuerda que tenían una televisión para cada una en su habitación y que no estuvieron un mes sino casi tres en aislamiento.

Respecto a sus familias, ellas inciden en que hablaban de vez en cuando por teléfono y que el simple hecho de saber que su familia, sus hijos y sus nietos estaban bien, ya les tranquilizaba. "Estoy bien, estoy de maravilla, no os preocupéis por mí" anunciaba Emilia a su familia. “Yo les tenía que dar apoyo y tranquilizar a ellos”, asegura.

A la pregunta de qué les gustaría hacer cuando todo esto vuelva a una normalidad más real que la actual ambas responden que estar con su familia,  ver a sus nietos y disfrutar de su compañía es lo más importante y lo que más les urge recuperar. “Ya no me refiero a celebración o hacer una comida, quiero estar con ellos, aunque no comiera o celebrase nada”.

Por el pasillo un usuario deambula con la mirada triste y perdida. Está esperando una visita a las 17:40h. Las trabajadoras del centro le recuerdan de vez en cuando que aún queda un rato para que lleguen. Este equipo de TVE se acerca a él y le pregunta que quién quiere que le visite, y como si fuera un niño de dos años a la salida del centro escolar repentinamente se le llenan los ojos de lágrimas, sin llegar a desbordar ninguna, y dice con impulso “¿Qué quién? Mi madre y mi padre si pudiera decirte y elegir pero no vendrán ellos. No sé quién vendrá” en el fondo él mismo supone que lo hará su hijo, como finalmente fue, pero la alegría de la visita se desvaneció ligeramente cuando su hijo le recordó que su mujer estaba enferma, aunque mejorando.

La música que invade cada sala ‘burbuja’ llena de vitalidad los habitáculos. De vez en cuando rompe la concentración de las actividades que están realizando los mayores –sumas, restas, recortes, leer el periódico- un trabajador que propone abrir ligeramente la ventana. “Es una pelea cada vez que abrimos porque siempre se quejan de que hace frío y muchas veces no lo hace, pero ellos lo tienen”.

Es finales de marzo, hace un año la realidad de los centros nada tenía que ver con la de ahora. Hace un sol radiante que se cuela por las ventanas y en el interior solo se respira tranquilidad. Una tranquilidad que nadie ni nada debió nunca interrumpir.