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Cine

'Volver a empezar (Herself)': cine social y un canto a la reconstrucción de la vida

  • Se estrena la película de Phyllida Lloyd aclamada en Sundance y San Sebastián
  • RTVE.es entrevista a la cineasta británica

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'Volver a empezar (Herself)': un mensaje de esperanza después de la violencia de género

Extraer luz de realidades tan duras como la violencia de género o las familias en riesgo de pobreza es la apuesta (y el logro) de Volver a empezar (Herself), la película de la cineasta británica Phyllida Lloyd que tan buenas sensaciones dejó en los festivales de Sundance y San Sebastián, y que se estrena -cosas de la pandemia- en las salas españolas el 4 de diciembre, antes de su estreno en salas británicas.

Lloyd tiene una abrumadora carrera de directora teatral que alterna con incursiones cinematográficas. Debutó con un taquillazo como Mamma mia! (2008) y sirvió en bandeja el Oscar a Meryl Streep en La dama de hierro (2011); ahora no cuenta con grandes estrellas pero Volver a empezar (Herself) es tal vez su trabajo más importante.

Su película arranca cuando Sandra (Claire Dunne) logra poner a salvo a sus dos hijas y escapar del hogar en el que recibe palizas. La magnética actriz es el alma del proyecto: suyo es el guion original y Lloyd aceptó dirigirla precisamente para proteger que Dunne fuese la protagonista.

Tras la huida, el panorama de Sandra es todo menos fácil. Tiene dos trabajos precarios (cuidadora de una mujer dependiente y camarera) y serias dificultades para acceder a una vivienda. Temporalmente el estado realoja a la familia en un hotel: eso sí, deben entrar por la puerta de servicio para que sus clientes no contemplen atisbo de pobreza en el vestíbulo.

Cuando Sandra descubre en internet a un arquitecto que detalla cómo construirse una casa con 35.000 euros sueña la posibilidad de reconstruir, literalmente, su vida. Su suerte parece que empieza a virar cuando la mujer a la que limpia la casa le ofrece hacerlo en su amplia finca: Volver a empezar (Herself) cree firmemente en la solidaridad humana. El argumento suena a Ken Loach (Ladybird, ladybird) y cine social y tiene lo mejor de su crudo realismo, pero también una mirada de admiración hacia el coraje de levantarse y un llamamiento a cuidar del prójimo.

“La idea del guion era mandar un mensaje de esperanza a gente en esa situación”, explica Lloyd. “Hemos visto muchas veces películas de mujeres luchadoras, pero no sé si una con tanta luz y sombra. Irlanda tiene una fuerte vena de humor: cuando las cosas van mal, alguien suelta una broma, y eso está en el guion de Claire”.

Lloyd y Dunne salen airosas al buscar ese equilibrio: ni se regodean en lo turbio ni endulzan el drama. Dice Lloyd que una trabajadora de una organización de apoyo a víctimas de la violencia machista le dio una clave: ‘no hagas del personaje una víctima. Se necesita mucho valor para marcharse, especialmente cuando sabe que arriesga su vida y la de sus hijas’.

¿Somos buenos vecinos?

Al margen de lo que pueda (y deba) hacer el estado, la película de Lloyd nos apela directamente como ciudadanos. Sandra encuentra apoyo firme en las personas que van cruzándose en su camino: solo la solidaridad puede salvarnos “¿Somos buenos vecinos? ¿Nos convertiríamos en parte de la comunidad que ayude a alguien en una situación como esta?", se pregunta Lloyd. "Queríamos que ese mensaje llegará a toda la gente posible”.

A la directora no se le escapa la conexión casi irónica con su anterior película, La dama de hierro: de aquellas políticas neoliberales que defendía Thatcher vienen estas dificultades de quienes sufren en los márgenes del estado de bienestar.

“Es verdad que la historia sucede en Irlanda, pero Margaret Thatcher es muy responsable de la desregulación que comenzó en los 80 en todo el mundo, cuando dejamos de preocuparnos del espacio social y cívico. ¿Queremos impuestos para construir lo público o queremos quedárnoslos para nosotros? La dama de hierro era un retrato de una mujer con demencia, pero definitivamente nunca he sido un fan de Thatcher”, aclara.

Lloyd recuerda que el equipo técnico de Mamma mia! estaba compuesto por un 90% de hombres y un 10% de mujeres. “Ahora es la primera vez que he tenido un equipo al 50%. Es un comienzo, las cosas han cambiado y existe una mejor atmósfera, más civilizado, pero todavía no ha cambiado lo suficiente”.