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Informe Semanal

La losa del Valle de los Caídos

  • Nicolás Sánchez Albornoz formó parte de ese pelotón de mano de obra casi esclava que levantó el Valle de los Caídos
  • Un trabajo titánico que desempeñaron en pésimas condiciones veinte mil presos políticos

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El historiador Nicolás Sánchez Albornoz.
Nicolás Sánchez Albornoz formó parte de ese pelotón de mano de obra casi esclava que levantó el Valle de los Caídos.

Cuelgamuros es el nombre del cerro en el que se ubica el Valle de los Caídos. Franco anunció su construcción el 1 de abril de 1940, día de la victoria en el calendario franquista para “perpetuar la memoria de los que cayeron en nuestra gloriosa cruzada”.

Se necesitaron 18 años para levantar la gran cruz de piedra de 150 metros de altura y para excavar los 250 metros de roca en la que se aloja la basílica.

Un trabajo titánico que desempeñaron en pésimas condiciones veinte mil presos políticos, sometidos a las normas de Redención de Penas por el Trabajo.

Sánchez-Albornoz: "Mi fuga de Cuelgamuros tuvo éxito porque mi destino era Francia"

En su finca de Ávila, el historiador Nicolás Sánchez Albornoz (Madrid, 1926) vive rodeado de campo y silencio. Eso y su memoria prodigiosa es todo cuanto necesita para reflexionar sobre lo acontecido en nueve décadas de existencia, en la que algunos recuerdos pesan más que otros, como su breve paso por Cuelgamuros.

Memoria viva de la construcción del Valle de los Caídos

Sánchez Albornoz formó parte de ese pelotón de mano de obra casi esclava que levantó el Valle de los Caídos y es probablemente también, su última memoria viva.

En 1947 le pillaron in fraganti haciendo unas pintadas contra Franco mientras reorganizaba la prohibida Federación Universitaria Española. Fue detenido y condenado por la dictadura franquista a trabajos forzosos en el Valle de los Caídos.

Allí permaneció unos pocos meses porque en 1948 logró escaparse junto al escritor Manuel Lamana. Una huida épica que Fernando Colomo convirtió en película, “Los Años Bárbaros”, en 1998.

Desde entonces, a Sánchez Albornoz no le gusta hablar de este episodio, “porque todos los periodistas me preguntáis por lo mismo” pero sí de Memoria Histórica o del significado del monumento. Y aunque desde que se escapó no ha vuelto a poner un pie en Cuelgamuros, lo ve nítidamente desde el coche cada vez que se desplaza por la A6 entre Ávila y Madrid.

Su visión -nos dijo con sorna después de la entrevista- no le perturba lo más mínimo y aún alberga “la esperanza de que un día al mirar la gran cruz haya desaparecido”.