Enlaces accesibilidad

Gerda Taro, última foto

  • Aparece en twitter una imagen de la fotoperiodista fallecida en la Guerra Civil
  • Según su biógrafa, se trata de ella "casi con un 100% de seguridad"

Por
Gerda Taro, última foto

Cuentan que mientras agonizaba pedía a gritos sus cámaras: la mítica Leica y una Eyemo de cine. Las había dejado sobre el asiento del copiloto del coche del general Walter conducido por su chofer Josef Edenhoffer, con el que intentaban huir del infierno en que se había convertido la carretera de Villanueva de la Cañada. Cayó del estribo donde iba subida y un tanque en retirada le atropelló. Estuvo haciendo fotos casi hasta el último instante, demostrando que era una de las grandes del fotoperiodismo, demostrando que era algo más que la novia de Robert Capa, de hecho, hay pruebas que evidencian que ella fue tan Capa como el propio Capa. Ella, nacida Gerta Phorylle, junto a Endre Ernö Friedman inventaron una especie de personaje que la historia identificaría siempre con él.

Aquel tanque hirió de muerte a Gerda. La trasladaron al Hospital de El Escorial.

Hasta aquí lo que sabíamos, pero, pasados más de 80 años de aquel caluroso día de julio, la historia parece completarse.

Una historia que nace de un tuit, en el que John Kiszely cuelga una foto de su padre en el frente atendiendo a una mujer. Un usuario le dice que puede ser Gerda Taro y ahí entramos nosotros.

Le pedimos que nos enseñe el reverso de la imagen. Empezamos a hablar con especialistas, con el historiador Jesús de Miguel y con Irme Schaber, experta mundial en Gera Taro. Los dos intentan arrojar luz.

Coincide el físico, la nariz, el pelo, las cejas. A las pocas horas Schaber nos da una pista casi definitiva gracias al archivo de la Guerra de Londres que podéis ver en el vídeo que acompaña este texto.

Todo parece indicar que se trata de Gerda Taro, si es así estaríamos ante una imagen icónica, para la historia. La de una mujer que ante la duda salía de la trinchera para buscar la mejor fotografía, una mujer a la que no se ha hecho justicia.

La otra mitad de Robert Capa, la más conocida, se enteró de su muerte en París, en la consulta del dentista, leyendo el periódico. Él pisaría una mina 17 años después. Los dos murieron por una fatal casualidad en lugares donde se suele morir por otras cosas.