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'1980', un recuerdo del cenit criminal de ETA

  • Iñaki Arteta dirige un documental sobre el año de los 98 asesinados
  • Presentado en la Seminci de Valladolid, está coproducido por TVE

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Documentales que retratan episodios recientes de nuestra historia en la Seminci

A continuación, pasamos a relatarles los hechos terroristas del día de hoy”. Es una frase literal de un informativo de TVE de 1980, el año que marca la cúspide criminal de la banda terrorista ETA. Las cifras de fallecidos bailan, aunque se sitúan alrededor de 98 víctimas mortales y 22 secuestros. Con el objetivo de contextualizar y recordar aquel año, el cineasta Iñaki Arteta ha rodado 1980, un documental que ha presentado dentro de la sección Tiempo de Historia en la Seminci de Valladolid.

“1980 es la punta de lanza, lo más espectacular del terrorismo respecto a las víctimas. El terrorismo es algo que ha influido y que necesita conocer la juventud. No solo porque ha generado muertos, sino porque ha influido en la política y en la sociedad”, explica el director.

El cineasta ha dedicado su obra a dar voz a las víctimas con obras como Voces sin libertad, Trece entre mil o El infierno vasco. Documentar 1980 no era tan fácil como puede imaginarse. El documental se construye a través de testimonios de víctimas en los lugares de los atentados. Muchos de ellos han preferido pasar página para protegerse. Entre los que han participado, algunos acudían por primera vez al emplazamiento en el que fue asesinado su padre o su marido. Al mismo tiempo, periodistas e historiadores tratan de contextualizar las raíces de la problemática, incluyendo alguna voz disonante con la tesis del documental como el obispo emérito de San Sebastián José María Setién.

El desprecio hacia las víctimas de aquella época, por conocido que sea, sorprende en sus detalles: si ETA mataba a alguien certificaba una culpabilidad que manchaba a todos sus allegados. También sorprende la virulencia descontrolada del punto de mira. Más allá de los guardias civiles, la banda terrorista asesinaba simplemente por sospecha de derechismo apuntada en un artículo periodístico, incluidos dueños de bares, o un enterrador que dio sepultura a otros asesinados.

Arteta, que en 1980 tenía 21 años y vivía en Barakaldo, rememora aquel año. “Por resumirlo, era un tiempo muy esperanzador por un aparte, pero muy oscuro por otra. Las luces y las tinieblas a la vez. Esperanzador porque salíamos del franquismo, pero por otra parte llegó algo que nos arrolló a todos, el ultranacionalismo lo impregnó todo, era todo muy agresivo. Leías el periódico y todo lo de los asesinatos, pero era algo que te pasaba muy rápido”.

Explicar la justificación de la violencia

Arteta define como “salir del armario” el momento en el que pierde el miedo a definirse como no nacionalista. Todos sus documentales pueden explicarse como una manera de purgar el silencio, el arrinconamiento de las víctimas, y su propia falta de atención a la cuestión durante aquellos años.

“Probablemente hay un sustento psiquiátrico en esto. Todos los vascos hemos vivido una situación extrema, en una sociedad pequeña con una amenaza muy grande. Todo eso ha creado unas malformaciones psicológicas como sociedad que se arrastrarán mucho tiempo”.

Esa asumir los asesinatos como normalidad, es una de las paradojas de una sociedad, que Arteta define como viciada, en un contexto extremadamente violento (seis miembros de ETA murieron en tiroteos durante los atentados y más de 20 personas fueron asesinadas por grupos de ultraderecha). “Esa justificación de la violencia es lo que intentó explicar en mis películas. ¿Todos eran abertzales? No. Cuesta entender que hay una parte de la sociedad aparentemente buena, que no son ogros, que por miedo o condescendencia justifican los muertos”.

Por último, el documental apunta en el testimonio de Marcelino Oreja, entonces gobernador general del País Vasco, a la imparcialidad de Francia como hecho clave de la capacidad de la banda.

“Ahora lo políticamente correcto es la reconciliación, hay que mirar hacia delante”, dice Arteta sobre la visión dominante de la que reniega. “Yo empecé en esto por un impulso ciudadano y de militancia.  He tenido la suerte de no tener miedo”.