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'Azul y no tan rosa', la película que ha sacado al cine venezolano del armario

  • Se estrena en España la ganadora del Goya a mejor película iberoamericana
  • Es la primera película venezolana que normaliza la homosexualidad
  • RTVE.es entrevista su director: Miguel Ferrari

Por
Tráiler de 'Azul y no tan rosa'

FICHA TÉCNICA

Título original: Azul y no tan rosa

Año: 2012

Duración: 120 min.

País: Venezuela

Director: Miguel Ferrari

Guion: Miguel Ferrari

Reparto: Guillermo García, Ignacio Montes, Hilda Abrahamz, Carolina Torres, Elba Escobar, Juan Jesús Valverde.

Hasta que llegó Azul y no tan Rosa en 2012, ninguna película venezolana había mostrado a dos hombres besándose. Ese sencillo acto ya supondría un hito, pero además la película gustó (y mucho): 600.000 espectadores la vieron en salas iniciando un renacimiento del cine nacional en el país latinoamericano. Lo que parecía un fenómeno sociológico local se ha extendido con los premios del público en festivales de todo el mundo, como Montreal y Hamburgo, y el Goya a mejor película iberoamericana en la última edición. Azul y no tan rosa, que cuenta con la participación de TVE, se estrena el 25 de abril en España.

Miguel Ferrari es el exultante responsable de todo. Nacido en Venezuela, hijo de inmigrantes italianos, actor de cine y TV de formación teatral, en 1998 tomó la decisión de instalarse en España para estudiar dirección de cine. “Vine en mi mejor momento como actor. Había descubierto el cine español, Almodóvar me impactó muchísimo: su arrojo, esa manera y esa desfachatez de contar historias. Y vi una peli de un chico llamado Alejandro Amenábar, me enteré de que tenía 21 años y dije: en España tiene que estar pasando algo importante”.

Como su vida desde entonces,  Azul y no tan rosa participa de ese viaje de ida y vuelta entre España y Venezuela. La película es esencialmente la historia de Diego (Guillermo García), un fotógrafo que recibe la inesperada visita de su hijo adolescente (Ignacio Montes) que vive en España y al que no ve desde hace años. Además, pierde a su pareja en un brutal ataque homófobo. A partir de ahí, los personajes buscarán recomponer sus carencias apoyándose entre ellos y su círculo de amistades.

Mientras trabajaba su carrera en España en proyectos teatrales y series de TV, Ferrari volvió a Venezuela tras siete años de ausencia. Entró en un cine de arte y ensayo para ver la película Kinsey, protagonizada por Liam Nesson. “Hay un punto de giro en el que Kinsey se besa con su asistente, otro hombre. Me impactó mucho cómo la gente en el cine empezó a abuchear, a pitar, a levantarse e irse. Me sorprendió y me ubicó en el contexto venezolano: había perdido la costumbre a recordar a esa sociedad tan conservadora y llena de prejuicios. No solo la venezolana, sino la latinoamericana porque Venezuela es un fragmento de una gran región que es la Latinoamérica”.

El debate sobre la adopción de parejas homosexuales que en España se reactivó tras la aprobación de la Ley del matrimonio homosexual en 2005, terminó de perfilar el núcleo del guión para Ferrari. “Creía que era algo que estaba superado en España y no: surgió una parte de la sociedad que reaccionó negativamente y se comenzaron a vivir debates en los medios. Mucha gente estaba en contra por preceptos religiosos”, recuerda. 

El reto de superar la homofobia en Venezuela

Su proyecto desafiaba tabúes. “Pensé: Voy a poner a dos hombres besándose los primeros cinco minutos y mi gran reto será que el público se queda sentado en la butaca hasta el final.  ¿Cómo? Creando identificación emocional de los personajes con los espectadores, independientemente de su orientación sexual. La vida de estos personajes no es todo rosa, tienen que lidiar con el día a día de cualquier persona y, además, con la discriminación. Quise hablar no solo de la homosexualidad, sino de la diversidad, de lo que es considerado diferente: un homosexual, un transexual, un chico que se siente feo porque no corresponde al patrón de lo que es considerado belleza, y una chica que es discriminada solo por ser mujer”.

Con el ingrediente básico de salir de los clichés de los personajes homosexuales en Venezuela (pluma exagerada, peluqueros cómicos) Ferrari ha logrado conectar con el público del país hasta lograr una catarsis colectiva que le ha llegado de vuelta a través de las redes sociales y el email de la web de la película. “He recibido los mails más impactantes. Gente agradeciendo la película, hijos dándome las gracias porque llevaron a sus padres al cine para romper el hielo al final de la película y decir: yo soy homosexual; o chicas diciendo yo soy lesbiana. Padres e hijos abrazados, llorando, historias de familias enteras que estaban dividas políticamente porque no respetaban la opción del otro y se han reconciliado. ¿Hay mejor pago que eso? Que lo que un día salió de tu cabeza haya generado cierto bienestar o cambiado la vida de la gente. Eso es un subidón gigante”.

Ferrari trata de distinguir su película de la repercusión. "No es una película de temática gay porque no hay películas de temática hetero. Es una película que trata de lo diferente, de cómo puede crear escozor en una sociedad que está llena de prejuicios".

La llegada de Azul y no tan rosa coincide con el estreno el pasado marzo de Pelo Malola película venezolana ganadora de la Concha de Oro en San Sebastián, que también retrata la homofobia e intolerancia desde una perspectiva más desasosegante.

“Parecería casualidad pero es que el tema de la homofobia tenía que reventar en algún momento porque se tiene que comenzar a hablar de temas que no se habla. En Venezuela hay homofobia, hay crímenes por homofobia, pero es que incluso allí hay gente que no lo sabe. En general, para los medios de comunicación no es noticia”, lamenta.

Si la película de Mariana Rondón muestra una Caracas despiadada,  Azul y no tan rosa retrata una Venezuela más luminosa. “La película de Mariana y la mía tienen todas estos puntos en común, pero yo veo también la parte amable y bonita de la ciudad. Existe, no me la he inventado, no es una escenografía.  No quería encasillar el problema  como un problema de la clase social baja. Quería salirme de los clichés y mostrar la intolerancia, que puede venir de la persona que menos tú te lo imaginas”.

El público venezolano reconocía además la calidad técnica, por encima de la media del cine nacional, y Ferrari defiende la búsqueda de un equilibrio entre industria y arte. “La gente se ha vuelto a enamorar del cine venezolano.  El público tiene que ser nuestro principal aliado y nosotros los cineastas no tenemos que romper la sintonía con la calle, tenemos que dejar de hacer películas para los amigos y los intelectuales”.

Un Goya que vale por una Copa del Mundo

Al recoger el Goya el pasado febrero, Ferrari dejó una frase («En Venezuela esto se está viviendo como la final de un Mundial») que en la platea y en la televisión fue recibida como una exageración.

Después de seis candidaturas, por primera vez en estos Premios Goya 2014 una película venezolana consigue el galardón. Una historia sobre el amor, la libertad y la familia. Su director, Miguel Ferrari ha bromeado con que "este premio se vive en Venezuela como si fuera un mundial de fútbol". Después, más serio y emocionado, ha agradecido a sus actores por interpretar "unas realidades y unos personajes que no se interpretan por tabúes y prejuicios".

“Suena exagerado, pero fue así. Venezuela atraviesa momentos complejos, de divisiones y enfrentamientos, y la gente está cansada. ‘La Vinotinto’, la selección de fútbol, está dando grandes alegrías al país. Cuando ganan, hay una plaza muy emblemática para la celebración, que es la Plaza Alfredo Sadel. En la noche de los Goya fueron a celebrar como si hubiéramos ganado la Copa del mundo. Me parece muy bonito dar alegrías a un país que está tan dividido y que se conoce internacionalmente con malas noticias”.