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'Paraíso: Amor', la mirada sociológica al turismo sexual

  • La primera parte de la trilogía de Ulrich Seidl se estrena en España
  • Es la historia de las ‘Sugar mama’, mujeres que viajan a Kenia en busca de sexo

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'Paraíso: Amor' - Escena de la película

El cine austríaco fue con todo al Festival de Cannes de 2012. Michael Haneke obtuvo la Palma de Oro por Amour, mientras que Ulrich Seidl presentó en la sección oficial la primera parte de su trilogía Paraíso, llamada también Amor. Tras la alargada sombra del reconocido director de Funny Games, existen autores importantes que, como Seidl (Días perros, Import/export) o el documentalista Michael Glawogger, también quieren abundar en el sinsentido de las relaciones humanas. Los austríacos son los tipos duros del cine europeo.

Paraíso: Amor esconde tras el ideal título un estudio de la soledad. Una mujer austríaca en la cincuentena viaja a Kenia para disfrutar de los ‘beach boys’: jóvenes que buscan en las playas a las maduras europeas para cobrarse servicios sexuales. Es el primera parte de una trilogía sobre tres mujeres de la misma familia. Paraíso: Fe y Paraíso: Esperanza se estrenan las próximas semanas (13 y 30 de agosto) simultáneamente en salas y el portal Filmin, poniendo el contrapunto cinéfilo a los estrenos estivales y convirtiéndose en las cintas más estimulantes de la cartelera.

¡Hakuna Matata! ¿Quieres acostarte conmigo?

Nada será fácil para la protagonista Teresa (Margarethe Tiesel) que en sus sucesivos intentos de comprar cariño y sexo comprenderá que no son más que un remedo inútil, el abismo que separa los ideales a los que aspiramos de la destemplada verdad.

Paraíso: Amor expone crudamente una incómoda realidad para el espectador occidental: los paraísos de plástico en los que el primer mundo explota al tercero. Más allá del turismo sexual, la pobreza que circunda los resorts y las leoninas condiciones laborales de los serviles trabajadores ilustran un mundo ilógico. “¡Hakuna Matata!” es el lema que los animadores de los hoteles repiten a los lánguidos turistas que hacen la fotosíntesis entre vuelta y vuelta al sol.

El ‘método Seidl’

El acercamiento difiere de la otra gran película de referencia sobre el turismo sexual, Hacia el sur (Laurent Cantet, 2005). Porque Seidl, que se define como un “pornógrafo social”, parte de un distanciamiento total hacia los personajes. El director vacía de vida y movimiento la película para crear un efecto de realidad suspendida que, como en el teatro épico, provoque la reflexión constante del espectador.

En cada plano de Paraíso: Amor hay un juicio sobre el mundo. Sin necesidad de ser expresado, pero con toda la intención de ser revelado por su simple contemplación. Basta quedarse quieto y mirar para comprender el absurdo que nos rodea, dice la película.

Coescrita con su mujer, Veronika Franz, el director ha detallado que su mecánica es rodar cronológicamente y muchas horas, mezclar actores profesionales y amateurs y modificar el guion en el rodaje aprovechando las localizaciones improvisar las escenas.

Su ideario parece evocar cine documental pero Paraíso: Amor tiene una minuciosa planificación e intención estética: abundan los largos planos fijos con una composición constante, dividiendo la imagen en dos mitades horizontales y utilizando solo una de ellas para la acción y los personajes.

Desde su paso por Cannes, Paraíso: Amor polariza a los espectadores entre quienes la encajonan como regodearse en lo sórdido y quienes disfrutan con la propuesta. Seidl coloca a sus actores más allá de cualquier zona de confort en las secuencias sexuales. La decadencia física parece otra de sus obsesiones.

El cineasta ha hallado en el turismo una veta en la que continuar su obra y ya en Cannes avisó de que sus próximas películas tendrán un escenario similar porque "el turismo de masas es un medio de hablar del mundo".