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Alberto II, el monarca del consenso que no estaba destinado a reinar

  • Ha abdicado en favor de su hijo Felipe, nuevo rey de los belgas
  • A sus 79 años, ha permanecido al frente de la institución casi dos décadas

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Alberto II, símbolo de unidad en un país dividido

El rey Alberto II ha abdicado en beneficio de su hijo mayor Felipe de Brabante, nuevo rey de los belgas.

A sus 79 años, el monarca belga ha permanecido al frente de la institución casi dos décadas. Fue en 1993 cuando fue coronado rey de Bélgica, tras la muerte de su hermano, el rey Balduino I, sin descendencia.

Alberto II nació en el palacio de Laeken, al norte de Bruselas, el 6 de junio de 1934 y es el tercer y último hijo del rey Leopoldo III y de su primera esposa, la reina Astrid.

Le precedían la princesa Josefina Carlota, posteriormente Gran Duquesa consorte de Luxemburgo y apartada por tanto de la sucesión belga, y el fallecido rey Balduino I.

Su supuesta hija ilegítima

En las últimas semanas la sociedad belga ha visto estallar la polémica en torno a la figura del rey después de que su presunta hija ilegítima, Delphine Boël, solicitase a la Justicia belga someter a pruebas de ADN al príncipe heredero y a su hermana Astrid con el fin de demostrar su parentesco con el monarca.

El Tribunal Civil de Bruselas ha fijado para el próximo 3 de septiembre la audiencia en que se reunirá a los representantes legales de ambas partes para fijar el calendario del caso.

La baronesa Sybille de Selys-Longchamps comenzó una relación amorosa con el príncipe de Lieja en 1967, estando ambos casados, y un año después nació Délphine, cuya existencia se hizo pública en 1999 a raíz de la publicación de una biografía no autorizada de la reina Paola.

En un principio, tras el fallecimiento de su hermano, el rey Alberto pensaba en ejercer la jefatura de la corona de manera transitoria en beneficio de su hijo, el duque de Brabante.

Sin embargo, la inestabilidad política que sufrió el país en los años 90 hizo que siguiese al frente durante dos décadas más de lo previsto.

La ingobernabilidad belga

De hecho, hace dos años Bélgica se metió en el libro Guinnes de los Récords al convertirse en el país que más días estuvo son formar Gobierno tras unas elecciones, "honor" que tenía Irak.

El rey Alberto se enfrentó a más de 290 días sin un Ejecutivo. Precisamente, el monarca hace el anuncio un año antes de que se celebren nuevos comicios en el país de las ‘papas fritas’.

La inestabilidad política a la que se ha enfrentado el jefe del Ejecutivo en estas dos décadas es algo habitual debido a la propia particularidad política del país.

Bélgica está partida en dos por motivos políticos, regionales y culturales: el norte, con la región de Flandes a la cabeza, neerlandófona, que reclama más autonomía, y en el sur, Valonia, francófona, que teme la ruptura. Y en el centro Bruselas, la capital, que es bilingüe.

No hay partidos políticos comunes, por lo que flamencos y valones eligen a sus representantes por separado. Los electos deben después formar una coalición de Gobierno con representación de las dos partes.

Con tantas dificultades, los belgas han encontrado en la familia real y en Alberto II su punto de encuentro y estabilidad.

Desde el exilio hasta el príncipe heredero

La invasión de la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial hizo que la familia real belga se exiliase entre Suiza y Londres. Su padre y rey de Bélgica, Leopoldo III mandó al por entonces príncipe de Lieja a formarse al país helvético.

Bélgica permitió el regreso de la corona en 1950, casi una década después de su marcha. El rey Leopoldo abdicó en beneficio de su hijo y sucesor Balduino. Al no tener descendencia, Albert Félix Humbert se convirtió en el primero en la línea de sucesión.

El rey Alberto se casó en 1959 con su esposa y madre de sus herederos, la princesa de descendencia italiana Paola Ruffo di Calabria. El heredero y futuro rey belga, el príncipe de Brabante, fue el primero de los tres hijos en común del matrimonio.

El próximo 21 de julio, el rey Alberto pondrá fin a dos décadas de reinado antes de los comicios del próximo año. Para entonces, la figura de su hijo, el duque de Brabante deberá convertirse en el nexo común de los belgas y hacer frente a una situación de ingobernabilidad como la acontecida tras las elecciones de 2010.