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El cónclave, origen de una institución medieval cuya historia sigue viva

  • El rito actual para la elección del papa se fijó entre los siglos XI al XIII
  • A los cardenales los encerraban para que  llegaran rápido a un acuerdo
  • Si en ocho días no había papa, se les  limitaba la dieta a pan, vino y agua

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El primer cónclave se creó en 1271 para limitar el tiempo de elección

Independencia del poder político, mayoría de dos tercios y aislamiento del mundo son las tres normas básicas que rigen los cónclaves vaticanos en los que se elige al sumo pontífice de la Iglesia católica desde el inicio de su historia y hasta hoy. "La institución del cónclave, tal y como hoy la conocemos, fue el resultado de la constitución del 7 de julio de 1274, donde están ya convertidos en norma todos los todos los ingredientes esenciales", recuerda el profesor José Manuel Nieto Soria, catedrático de Historia Medieval en la Universidad Complutense de Madrid.

Independencia política

Según el profesor Nieto, el ritual del cónclave se fija durante un proceso histórico que se prolonga durante doscientos años, entre los siglos XI al XIII. Primero se le dio el protagonismo a los cardenales. A finales del Imperio Romano, al papa lo elegía el pueblo de Roma "por aclamación".

Posteriormente lo designaban los reyes o emperadores, como los "llamados emperadores otónidas, a finales del siglo X". Fue Nicolás II, en 1059, quien proclamó la independencia del poder político, convirtiendo a los cardenales en únicos electores.

Mayoría de dos tercios

Conseguida la independencia, la iglesia se sumió en disputas internas sobre la fórmula para establecer la mayoría suficiente para proclamar al sucesor de Pedro. "Las experiencias de la primera mitad del siglo XII fueron nefastas en este sentido. A poca mayoría que se sacase, cualquiera de los candidatos podía reclamar un cierto grado de legitimidad".

Cuenta el profesor Nieto que llegaron a coexistir "tres antipapas", es decir, tres autoproclamados papas, con representatividad pero sin mayoría. Alejandro III, en 1179, establece que la elección debe hacerse por mayoría de dos tercios.

Y surge aquí un nuevo inconveniente, según el profesor Nieto. Los cónclaves se eternizan y llegan a durar años, con el consiguiente perjuicio para la Iglesia.

'Cum Clavis', bajo llave

El cónclave de Viterbo, en 1268, se prolonga durante dos años largos, "y es precisamente el papa salido de este Concilio, Gregorio X, el que establece que la elección debe hacerse 'cum clavis', es decir, bajo llave, en unas condiciones estrictas y no precisamente cómodas" en lo que se refiere a la forma de vida de los propios cardenales durante el cónclave.

Los cardenales tenían tres días para elegir al papa. Si no lo conseguían en ese tiempo "se les limitará la dieta alimenticia: solo una comida por la mañana y otra por la tarde". Si después de otros cinco días sigue sin haber un acuerdo, "entonces ya nada más podrán comer pan, agua y vino".

En 1274, Gregorio X presenta la constitución "Ubi Periculum" que recoge todas las modificaciones anteriores y fija la norma básica por la que van a regirse los cónclaves.

"Protagonismo por parte de los cardenales, exigencia de alcanzar un acuerdo avalado por los dos tercios de los electores y un contexto de completo aislamiento con el exterior" son, según el profesor José Manuel Nieto Soria, los tres elementos que caracterizan a los cónclaves y que van a servir de base, con pequeñas modificaciones, para la elección del sucesor de Benedicto XVI.

Pío II, el Papa deslenguado

Y para garantizar el secreto también de puertas afuera, hay que recordar la obligación de mantener el silencio acerca de las deliberaciones del cónclave. Con una excepción: Fue Pío II, en la segunda mitad del siglo XV, el único papa que rompió la norma del silencio sobre las deliberaciones y que relata en sus memorias una descripción de lo que se cuece dentre del conclave.

¿Qué es lo que ocurre dentro del Cónclave hoy día?, se pregunta el profesor Nieto. "La época medieval nos dice que había mucho... pero yo solamente soy un medievalista".

En pleno siglo XXI, el de las telecomunicaciones y las redes sociales, no cabe tampoco esperar revelaciones, bajo pena de excomunión.