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Un equipo para que haya segunda oportunidad

  • José Alberto ha formado un equipo de terapia con animales en Zaragoza
  • Las actividades de Somos dos se dirigen a público de todas las edades

Por
Salsa, del equipo de terapia con animales Somos dos, con una niña
Una niña acaricia a Salsa, miembro del equipo de terapia con animales Somos dos.

Los animales tienen una mirada sencilla. Nadie es mejor ni peor ante sus ojos. Por eso, con ellos se abre una esperanza para aquellos que tienen alguna dificultad o necesitan una vía para comunicarse mejor y encontrar afecto.

José Alberto ha formado un equipo con las perritas Sugar y Salsa, las gatitas Isis y Diva, varios insectos palo,  algunos gusanos de seda, un jerbo llamado Bombón y dos aves tropicales: una cotorra y una carolina.

Somos dos, así se llama este equipo de terapias animales formado en Zaragoza, en mayo de 2008, y dedicado especialmente a niños con alguna discapacidad y personas mayores, aunque cualquier persona puede encontrar algún beneficio.

Su relación con el mundo de la discapacidad empezó mucho antes, “siempre” ha estado ligado a ellos. Pero fue en el año 2000 cuando observó, con su perro en un parque, como uno de los chavales con discapacidad con los que trabajaba empezó a verbalizar muchos sentimientos.

Por entonces ese tipo de trabajo solo “se empezaba a conocer, pero solo con perros guía para personas con alguna discapacidad física”. Así empezó a hacer cursos sobre este tipo de trabajo, “invirtiendo un montón de dinero”, dado que los cursos eran  la mayoría de las veces fuera de Zaragoza, en Madrid o Barcelona.

La filosofía: el número 2

La formación de José Alberto fue yendo a más hasta que en 2007 llegó a trabajar en una compañía con animales, pero en Tarragona, y “tenía que depender de otra empresa en otra provincia” por lo que no continuó con ese proyecto. Lo que sí estaba claro era su “pasión por los bichos” y por eso en 2008 empezó a trabajar como autónomo en su propio proyecto.

Con los años Somos dos ha ido evolucionando en cuanto a “calidad del servicio”, conociendo la problemática específica en cada chaval, y también ha habido un crecimiento en el número de proyectos, y en el número de miembros de la plantilla, que en septiembre esperan incorpore a una nueva cachorrita.

Sin embargo, la crisis también se ha notado, y en el segundo semestre de 2011 ya se percibió que habían bajado las ayudas públicas para este tipo de actividades. Una de las ventajas de una empresa como ésta, asegura, es que no requiere una gran  inversión. Los animales pequeños suponen "el gasto de cualquier mascota  que tienes en casa", como los controles veterinarios y la comida, y  aparte solo es necesario pagar el seguro.

Sus “bichos”, como cariñosamente los llama Alberto, son “adoptados o recuperados”. La filosofía de su empresa se resume en el número dos, con toda su implicación. Por aquellos “que por un metro han llegado en segundo lugar y solo por eso se olvidan de ellos”.

El hecho es que si la vida te da una segunda oportunidad “es porque has tenido una primera en la que has podido aprender”.  Así se encuentran las personas con alguna discapacidad, “que merecen una tercera cuarta o quinta oportunidad”.

Todos valen

Todos los animales pueden intervenir en las actividades asistidas. Un ejemplo de ello son los insectos palo. A través de un juego como el del escondite inglés. Los chavales tienen que soplar sobre el insecto de izquierda a derecha y al contrario. El insecto se mueve y entonces tiene que cogerlo y volverlo a poner en su lugar.

El trabajo de terapia, sin embargo, hay que hacerlo con animales especialmente preparados, equilibrados y entrenados, como Salsa. Esta perrita estaba enferma y pesaba 13 kilos cuando José Alberto la recogió. Ahora ha alcanzado los 20 kilos y tiene que tener cuidado porque "trabaja con personas mayores". Cuando va a un centro "los abuelos empiezan a darle galletas", que además "le han quitado al de al lado" y se crea así toda una cadena de terapia.

"Sin mis bichos no soy nada", asegura orgulloso José Alberto, que también colabora con Alborada, la protectora aragonesa de animales, para la facilitar la educación de los que han sido abandonados y van a tener una nueva familia.

Al final, señala este empresario autónomo, que trabaja con los chavales y con los animales "por egoísmo", porque cuando ve a un niño sonriendo y la mirada del perro que trabaja con él, eso "no tiene precio".