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ENTREVISTA

Nos asomamos al estudio de Iñaki Lazkoz, el pintor que se quiso comer el mundo

  • El pintor ha expuesto, además de en España, en Nueva York, Tel Aviv y Viena
  • Sus objetos, despojados de contexto, se enmarcan en un realismo muy personal

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Iñaki Lazkoz, en su estudio
Iñaki Lazkoz, en su estudio de Pamplona.

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Si quieres tomar café en sus tacitas de porcelana, pincha aquí.

Tiene 38 años, ha vivido en 5 países y entre los compradores de sus cuadros están Jaime Cantizano, Bertín Osborne y Sergio Dalma. ¿Qué tiene Iñaki Lazkoz que no tengan los demás?

Pues, para empezar, una manera muy particular de entender la pintura. “Lo que yo hago es realismo poético, un arte muy personal que está en tierra de nadie entre el propio realismo y la abstracción”, explica a RTVE.ES Lazkoz, que insiste en que lo suyo no es hiperrealismo porque sus cuadros “no se confunden con fotografías, sino que van más allá”.

"Lo de ser pintor lo llevo en el ADN"

Este artista navarro –que asegura que lo de ser pintor lo tiene marcado en el ADN– empezó su carrera profesional cogiendo un avión rumbo a Viena, donde el gobierno de Navarra le había dado una beca. Tenía 28 años. En Austria se quedó 4. Y allí expuso. Era su primer gran viaje nada más acabar Bellas Artes en la Universidad del País Vasco.

Lejos de volverse a casa, Lazkoz cambió Austria por Nueva York, donde vivió una experiencia difícil –nos comenta– puesto que llegó una semana antes de los atentados del 11-S. “Fue muy duro, y lo pasé un poco mal, pero la experiencia fue positiva porque, además de estudiar, pude exponer mi obra. La verdad es que fui para allá con la idea de comerme el mundo y, cuando llegué, me di cuenta de que tampoco es tan fácil eso de encontrar el hueso entre tantos perros”.

Lazkoz volvió a España y siguió pintando. Además de en Viena y en Nueva York, también pasó –anteriormente– por Winchester y por Bolonia. “La etapa de Inglaterra me impresionó mucho, no sé si porque allí fue donde pinté mi primer cuadro de verdad”, remacha.

Objetos descontextualizados

Ahora vive en Pamplona, la ciudad donde empezó a enmadejarse ese ADN al que tan agradecido está, pintando fachadas, vehículos, animales y otros objetos a los que deja sin contexto casi obsesivamente. “Empecé con los edificios y después me pasé a los animales, porque me impresionaba la mirada que tienen. Después pinté coches porque me gustan mucho los modelos antiguos y me lo paso genial, la verdad, pintando los reflejos y los brillos de los parachoques y de los espejos”.

Pero no solo trabaja de cara al caballete. Lazkoz ha puesto en marcha un nuevo proyecto que consiste en pintar sobre porcelana chinabonechina, aclara– algunas de las figuras que han llegado a sus cuadros. “Lo he hecho porque soy consciente de que mis pinturas no las puede comprar todo el mundo, y quería hacer algo, además de más asequible, más práctico”.

Además de pensar en el público, el pintor confiesa que esta aventura, la de pintar tazas para tomar café, también le permite salir un poco del estudio: “No es bueno estar tan encerrado; además, yo soy muy disciplinado y paso muchas horas en él, porque creo que solo así se llega lejos, y más en este mundo del Arte”.

Sobre su inspiración, el artista reconoce que le encanta el trabajo de Eduard Hopper, aunque su manera de pintar “es más positiva, mucho menos desesperanzadora" que la del estadounidense.

Lazkoz ha expuesto sus pinturas en Viena, en Nueva York y en Tel Aviv, además de en España. Si aún no se ha comido el mundo entero –como él quería–, desde luego sí que ha probado un buen trocito.

Su próximo proyecto: una exposición colectiva en la galería Mada Primavesi de Madrid, donde confía montar más tarde una individual.