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Blanca Portillo regresa a Madrid con 'La avería'

  • Increíble trabajo de actores convertidos en extravagantes vejestorios
  • La avería conduce a un viajante hasta una mansión fuera del tiempo
  • Hasta el 1 de enero de 2012 en las Naves del Español

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El viajante (José Luis García Pérez) se ve, por causa del azar, inmerso en el ambiente de un cuento fantástico.
El viajante (José Luis García Pérez) se ve, por causa del azar, inmerso en el ambiente de un cuento fantástico.

Blanca Portillo, aquí como directora y actriz ocasional (en contadas y esperadas funciones), regresa a las Naves del Matadero con esta producción de La avería , que ya pasó por este teatro en los meses de marzo y abril de este año y que fue estrenada en enero en Santander.

Cuentan que Portillo leyó hace 14 años el cuento del suizo  Friedrich Dürrenmatt (originalmente, un guión radiofónico), que desde entonces planeaba llevarlo a escena y que, -es evidente- contó con mucho más tiempo de lo que suele ser habitual para trabajarlo, ensayarlo con los actores que ahora vemos embebidos de sus respectivos personajes.

En estos tiempos en que estamos acostumbrados a puestas en escena minimalistas y deseos de naturalidad en cuanto a vestuario y maquillaje, lo primero que nos sorprende de este montaje es lo abigarrado del salón -biblioteca plagada de libros, vetustos sillones, mesitas repletas de copas y vinos con solera- en que tiene lugar la historia. Lo segundo: el recargadísimo maquillaje (en realidad, son caretas hechas a la medida, a las que se añade el espeso maquillaje) de los cinco personajes que encarnan a los ancianos.

Viaje a través del tiempo

Es como si hubiéramos retrocedido muchos años para asistir a una función del teatro de siempre en el que todo lo que hoy se considera accesorio (lo artificioso) es tan importante como lo que consideramos esencial (el texto, mensaje) porque está a su servicio.

Hay que citar la escenografía de Andrea D'Odorico (con sus dos ambientes, el abigarrado salón y el romántico y nocturno jardín) y también la creación sonora de Mariano García que ayuda mucho a construir ese ambiente antiguo e irreal, clave en esta historia.

Esos ancianos -un juez retirado, su anciana doncella y sus amigos (un exfiscal, un exabogado y un antiguo verdugo- son los estrambóticos personajes que acogen al desorientado viajante, que por culpa de una avería en su auto, ha pedido alojamiento en la morada del juez.

Exhaustivo trabajo actoral

Hay que decir que los cinco actores (Emma Suárez, Asier Etxeandía, Fernando Soto, José Luis Torrijo y Daniel Grao) que encarnan a los ancianos, hablan y caminan como personas de avanzada edad, con una perfección inaudita y han adquirido, a fuerza de ensayos, todos los gestos y tics de las personas mayores. Es casi imposible reconocerlos. Y si sabemos, por ejemplo que Emma Suárez es la excelente cocinera Mademoiselle Simone, es porque es la única mujer y su nombre figura en el programa, no porque su cuerpo, y aún menos su voz, lo delate.

Sin maquillaje (el único), José Luis García Pérez convence como el viajante alucinado, al que todos invitan a beber, y a vivir de otro modo. Un hombre corriente que no se ha permitido el lujo de pensar y al que le harán reflexionar, y mucho, durante la noche infernal en la que tendrá que convivir con esos ancianos que nada tienen de ingenuos.

Es tan importante el desarrollo de los personajes lograda por los intérpretes que puede ocurrir que olvidemos el contenido de la obra, sus mensajes y los múltiples debates que pretende abrir. La importancia del azar, la ley terrenal frente a la justicia verdadera. Por citar tan sólo dos temas a los que nos lleva la confrontación entre ese hombre corriente y esos cinco fantasmas de un pasado que no se resiste a morir.

Otro de ellos son los que apuntó Blanca Portillo en las notas de producción: "La avería nos habla del deseo de vivir por parte de quienes, llegados a cierta edad, ya están prácticamente desahuciados socialmente; de la dificultad del hombre actual para analizar su propia vida desde un punto de vista humanista, del deseo de ser alguien, de tener identidad en un mundo que se empeña en generalizar, en igualarnos a todos".

La avería, concluye Portillo " es un viaje ácido, crítico, irónico y, por momentos trágico, hacia las profundidades del hombre y de la sociedad que nos ha tocado vivir". Un viaje, en el que por momentos, todo se da la vuelta, y el único joven parece un viejo enfrentado al juicio implacable de cinco jovencísimos vejestorios