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El ballet 'La belle' de Maillot ha abierto la temporada 2011-2012 del Teatro Real

  • Una original revisión del cuento de Perrault
  • Es uno de los trabajos más importantes del director de los ballets de Monte-Carlo

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Una selección de las imágenes más bellas de 'La Belle', una de las mejores producciones de Maillot

Todos los que hemos sido niños conocemos el famoso cuento La bella durmiente del bosque de Charles Perrault pero nunca imaginamos que algún día nos lo contarían de este modo. La producción que ha abierto la temporada 2011.2012 del Teatro Real, La Belle –con coreografía del actual director de los Ballets de Montecarlo, Jean Christophe Maillot y músicas, algunas muy conocidas, extraídas de La bella durmiente y Romeo y Julieta de Chaikovski- no le falta de nada.

En primer lugar, un cuerpo de baile, el de los Ballets de Monte-Carlo, integrado por bailarines que aúnan la técnica y el sentimiento y que se desplazan elegante y silenciosamente, como si, entre sus virtudes, tuvieran el don de la ingravidez. Se nota que es una coreografía del año 2001 –año en que fue estrenada en Mónaco- porque aunque respete en principio las normas de las coreografías clásicas, hay giros más modernos que sin desentonar, podrían pertenecer a otro género de espectáculo musical.

Espléndida puesta en escena

Pero además, muchos elementos más singulares. Una puesta en escena, futurista, colorista, y a veces, setentera, muy monegasca, y a veces circense, que sin llegar a ser recargada utiliza variadas herramientas. Podemos ver por ejemplo a la bella deslizarse (e incluso bailar) dentro de una enorme burbuja transparente, metáfora de la protección contra la maldición que recibió al nacer (se pinchará con una aguja).

O a la misma protagonistas deslizarse por un río de aguas que emiten reflejos metalizados, tan real que nadie pensaría que es una proyección. De hecho, las proyecciones, muy bien utilizadas, anticipan o detallan lo que está ocurriendo en escena, creando en algunos momentos, un efecto de “doble pantalla” sobre el escenario.

El vestuario está a la altura de todo lo demás. Nada que ver con las coreografías clásicas. En algunos casos, los trajes parecen salidos de un desfile de alta costura, e incluso recuerdan a los vestidos metálicos de Paco Rabanne. Por otra parte, hay creaciones, como los pantalones bombachos del rey, que no parecen de un ballet y que deben complicar el movimiento. La estética de los setenta se refleja en los trajes con reminiscencias medievales (del rey y la reina), o en los vestidos, con burbujas que recorren las faldas de diversas protagonistas.

Tradicion de modernidad

Y todo ello sirve para contar de un modo distinto un cuento tradicional que tampoco carece de nada: hadas buenas y malas, reyes, príncipe, princesa, el bien contra el mal, el maleficio, o el amor triunfante. Y una selección musical, que ensalza los aspectos mágicos de la narración.

Todo lo dicho hace que no sea exagerada la frase de la Princesa de Hanóver –que no es otra que Carolina de Mónaco- que el Teatro Real ha impreso en los programas de mano: “La tradición del ballet en Mónaco sólo adquiere significado cuando se recuerda que es, sobre todo, una tradición de modernidad. No es nostalgia de un pasado glorioso, sino afán por descubrir nuevas formas de expresión”.

Hay que recordar que la autora de esta frase fue quien nombró en 1993 a Jean Christophe Maillot, director de los Ballets de Monte-Carlo