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Los rebeldes acaban con cuatro décadas de Gadafi tras cinco meses de bombardeos de la OTAN

  • Culmina una semana de avances en Trípoli tras meses de estancamiento
  • La intensidad de los bombardeos y la coordinación de los rebeldes, claves
  • El futuro del país depende en buena parte de la gestión del final del régimen

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Seis meses después de que miles de libios saliesen a las calles para pedir la misma libertad que habían logrado sus vecinos tunecinos y egipcios su lucha está a punto de acabar con 40 años de dictadura de Muamar Gadafi

Las tropas rebeldes han entrado en las calles de Trípoli, el bastión del régimen, y luchan barrio por barrio con lo que queda fiel al dictador, que ha vuelto a prometer que aguantará hasta el final con la incógnita de si negociará un acuerdo en el último instante para evitar ser capturado y juzgado por la Corte Penal Internacional.

Detrás queda una sangrienta guerra civil que ha dejado miles de muertos y una intervención de la OTAN con el aval de Naciones Unidas pero con reservas acerca de su legalidad e incluso su efectividad, ya que no logró hacer caer al régimen con sus bombardeos tal y como se esperaba en un primer momento.

Tras meses de estancamiento, hace una semana, las fuerzas de Gadafi lanzaron un misil balístico Scud desde su feudo de Sirte que acabó sumergido en el desierto, camino de la ciudad petrolera de Brega.

El ataque, el primero de ese tipo que se producía tras meses de guerra, llamó la atención poderosamente a las fuerzas occidentales, pero no por la demostración del poderío militar del viejo coronel sino por todo lo contrario. La OTAN lo calificó simple y llanamente como un gesto “desesperado”.

Imparable avance militar

Los hechos no tardaron, por primera vez en mucho tiempo, en darle la razón. Mientras las fuerzas del régimen trataban de recuperar la irrecuperable zona petrolífera donde se encuentra Brega –y en la que en parte se ha jugado el destino de esta guerra- los rebeldes avanzaban por un triple frente –este, sur y oeste- con la intención de cortar todo suministro a Trípoli antes de la batalla decisiva.

Así, el domingo los rebeldes anunciaban que se habían hecho con Zauiya, la ciudad a las puertas de Trípoli que fue sometida al comienzo de la guerra a un brutal acoso por parte de Gadafi, que terminó recuperándola a sangre y fuego.

El posterior control de una refinería clave a las afueras de la ciudad y de otros enclaves como Surman afianzó este decisivo avance por el oeste, que cerraba de facto la principal vía de abastecimiento de Trípoli, la carretera con Túnez.

Mientras, al otro lado de Trípoli los rebeldes de Misrata, que habían sido sometidos a un cerco sangriento de más de 100 días por el régimen, lograban dar pasos hacia la capital consiguiendo entrar en la ciudad de Zlitan y siguiendo hacia adelante sin oponer resistencia.

La triple encrucijada

Ahora, ellos han entrado por el aeropuerto militar de una capital que se encuentra en una encrucijada que el paradójicamente el propio Gadafi dibujó cuando hace apenas cinco meses tenía cercados a los rebeldes en Bengasi: o matanza sangrienta o rendición o una “quinta columna” de opositores y desertores en la propia ciudad que finiquitase 40 años de dictadura.

La opción intermedia, la del cerco de los rebeldes a las afueras de Trípoli a la espera de que Gadafi se rinda ha quedado aparcada tras su entrada en la capital, animados por la práctica desbandada de las fuerzas del régimen en su camino hacia Gadafi.

Sin embargo, la realidad es distinta. Mientras en algunos barrios de Trípoli se celebra ya su llegada, en otros fieles al dictador proclaman que lucharán hasta el final en una batalla cuyo desenlace puede dejar miles de muertos.

“Cualquier batalla por Trípoli se espera que sea muy sangrienta”, advertía esta semana a Reuters David Hardwell, analista para África y Oriente Medio de la consultra de Defensa IHS Jane.

Como señala el experto del Royal United Services Institute Shashank Joshi en la BBC, “una vez que los rebeldes estén en Trípoli el frente defensor tiene la ventaja de que se trata de una zona urbana”.

La OTAN no parará los bombardeos pero los riesgos serán mucho mayores”, advierte en referencia a que los partidarios de Gadafi ocuparán edificios civiles donde fácilmente podrán confundirse con la población.

Además, más allá de esta batalla hombre a hombre, el Scud lanzado por Gadafi puede ser el preludio del lanzamiento de sus entre 80 y 100 misiles balísticos que, aunque no suelen tener mucha exactitud, pueden suponer un epílogo negro para el conflicto si se lanza contra las zonas rebeldes o los barcos de la OTAN.

En este punto, la gestión de la propia salida del dictador a través de un acuerdo que le permita esquivar a él y a su familia a la Corte Penal Internacional puede jugar un papel crucial.

Si va a cerrar un trato no lo hará hasta que vea que no tiene otra opción”, señala Hardwell, que cree que el líder libio piensa aún “que tiene algo por lo que merece la pena luchar”.

La incógnita rebelde

En el otro lado, los rebeldes ya han manifestado que no quieren dejarle marchar y su negativa a negociar en los últimos días pese a los llamamientos desesperados del régimen son una señal en ese sentido.

“La manera en que el régimen caiga y la forma en la que los rebeldes se hagan con el poder puede ser tan importante como el transcurso de la guerra”, recordaba a Reuters Daniel Korsky, experto del European Council of Foreign Relations.

La división rebelde

Y he ahí el tercer elemento a tener en cuenta tras el avance rebelde y la encrucijada de Trípoli: cómo los rebeldes del este gestionan el triunfo en el oeste de unos compañeros de armas con los que hasta ahora han tenido una relación tensa y llenas de descoordinaciones, lo que precisamente llevó al estancamiento del conflicto.

Tras meses de lucha desordenada de las brigadas del oeste, los comandantes del este consiguieron en las últimas semanas imponer la disciplina, según anunciaba el coronel Ahmad Bani, portavoz del ejército rebelde.

Los rebeldes del oeste, sin embargo, consideran que los principales avances militares son suyos y ven con desconfianza a los del este, que disfrutan de reconocimiento internacional.

Además, el carácter tribal de Libia y la vuelta de los expatriados abre nuevas incógnitas a una Libia post Gadafi de la que se ha hablado mucho en los foros internacionales pero de la que existen pocas certezas, más allá de las inevitables –y odiosas-comparaciones con Irak y Afganistán.

“Incluso si Gadafi se va no va a haber una transición tranquila. Acabar con un dictador y con su aparato de seguridad deja un escenario que es muy parecido al de Irak y ya se ha visto cuánto ha tardado en estabilizarse”, concluía a Reuters un especialista cercano al sector petrolero.

Y es que, más allá de la guerra, Libia sigue teniendo un 2% de la producción mundial de crudo y no queda nada claro cuándo y quién y cómo se hará cargo de ella en la futura Libia. Pero esa es otra historia.