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La muerte de Bin Laden cierra la década del miedo

  • Los atentados del 11-S supusieron el nacimiento de la llamada ‘Guerra contra el terror’
  • El recorte de libertades por seguridad y la cárcel de Guantánamo fueron sus efectos
  • Las revueltas árabes han desmontado la retórica de Al Qaeda en Oriente Medio
  • La posible respuesta de la red terrorista y la situación en Afganistán, principales incógnitas

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Bin Laden, el terrorista más buscado del mundo

El 19 de septiembre de 2001, unos días después de los atentados del 11-S, un desconocido senador estatal de Illinois llamado Barack Obama escribía en el periódico local de su distrito lo siguiente:

“Tendremos que asegurarnos, a pesar de nuestra rabia, de que cualquier acción militar estadounidense tiene en cuenta las vidas de civiles inocentes en el extranjero. Tendremos que ser inquebrantables al oponernos a la intolerancia o a la discriminación contra nuestros vecinos o amigos con ancestros de Oriente Medio. Y, finalmente, tendremos que prestar mucha más atención a la monumental tarea de levantar las esperanzas de los niños resentidos en el mundo, no solo en Oriente Medio”.

Casi una década después, el mismo Obama, convertido ya en el primer presidente negro de Estados Unidos, ha anunciado que “se ha hecho justicia” después de que un equipo especial se encargase de matar en una ciudad de Pakistán al inspirador de los atentados, Osama bin Laden.

Las tres victorias de Bin Laden

Y, sin embargo, esas tres peticiones que hacía y que han sido recogidas este lunes por el periodista del New Yorker David Remnick, están lejos de haberse cumplido en la década que casi ha pasado tras los brutales atentados del 11-S.

En primer lugar y pese a la ausencia de datos oficiales, informes independientes de ONGs y las filtraciones de Wikileaks han señalado que las invasiones de Afganistán e Irak han dejado al menos decenas de miles de civiles fallecidos.

En segundo lugar, el analista de la CBC canadiense, Neil McDonald, ha señalado cómo medidas como la Ley Patriótica aprobada por el Congreso de Estados Unidos tras el 11-S han recortado las libertades de los estadounidenses.

Para McDonald, ésa ha sido la gran victoria de un Bin Laden ya fallecido: “La seguridad nacional, más que la libertad, la vida y la búsqueda de la felicidad se convirtió en el elemento determinante”.

En este ámbito, una de los ‘logros’ indirectos más preciados de Bin Laden es la situación de los presos de Guantánamo, sus condiciones de internamiento y el limbo de legalidad en el que viven, que Obama se comprometió a finalizar cuando llegó a la Casa Blanca y ante el que ha tenido que capitular con la vuelta a los tribunales militares para juzgar a los autores del 11-S.

En tercer lugar, las campañas en Irak y Afganistán y Guantánamo no supusieron precisamente una mejora de la imagen de Occidente en Oriente Medio sino que, más bien al contrario, aumentó el resentimiento y el antiamericanismo en la región.

Derrotado por las revueltas

La muerte de Osama Bin Laden llega, sin embargo, en un momento crítico tanto para él como para su organización.

Y es que la principal derrota de Bin Laden había llegado en los meses inmediatamente anteriores a su muerte y no es otra que la ola de revueltas en el mundo árabe, que han demostrado la escasa influencia de su organización sobre los pueblos de la zona, que se han levantado a través de organizaciones pro-democráticas y juveniles ajenas a su influencia, pese a la denuncia de líderes amenazados como el libio Muamar el Gadafi.

“En algún momento la opinión pública árabe vio en Bin Laden una esperanza para acabar contra la discriminación, la forma en que Occidente trataba con las naciones árabes y musulmanas pero ahora estas naciones están diciendo: “Haremos el cambio por nosotros mismos, no necesitamos a nadie que hable en nuestro nombre'”, señala en declaraciones a Reuters Mahjoob Zweiri, experto de la Universidad de Catar.

Para Zweiri, la mayoría de las sociedades árabes quieren moverse a la Modernidad y, por eso, estos pueblos creen en cambio gradual y civil, no violento.

En la misma línea, Martin Indyk, experto de la Brookings Institution, considera que la narrativa de Bin Laden de que solo la violencia y el terrorismo sirve para recobrar los derechos y la dignidad de los árabes ha sido derrotada por las revueltas.

“Lo que el pueblo en las calles del mundo está haciendo es pedir sus derechos y su dignidad de forma pacífica y no violenta, exactamente lo contrario por lo que Al Qaeda y Osama Bin Laden han estado rezando”, añade.

¿El fin de la Guerra contra el Terror?

La combinación de las revueltas árabes y la muerte del símbolo de Al Qaeda suponen el cuestionamiento de la continuidad no solo de la narrativa de la red terrorista, sino también de la marca registrada ‘Guerra contra el Terror' (War on Terror, en inglés).

Con ella, el entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush, metió a la principal potencia mundial y a sus aliados occidentales en una batalla en la que, por primera vez, el enemigo no era ningún Estado sino una organización o, incluso, una idea: el terror.

De hecho, la Guerra contra el Terror tenía un leit motiv fundamentalmente ideológico: la lucha contra organizaciones percibidas como terroristas y los Estados que los apoyan en defensa de los intereses de Estados Unidos y sus aliados occidentales.

En este sentido, la muerte de Bin Laden es un cierre modélico: una operación unilateral de Estados Unidos en el suelo de otro país -Pakistán- que no había sido informado por motivos de seguridad y en la que el ‘enemigo’ es abatido sin juicio alguno.

Así, la principal incógnita que abre la muerte de bin Laden es si supone, en efecto, el fin de la Guerra contra el Terror.

Uno de los principales objetivos de esta guerra era, precisamente, localizar y abatir a Bin Laden, una de las grandes espinas que quedó clavada en los ocho años de Bush en la Casa Blanca.

¿Misión cumplida?

Junto a esta meta tan concreta había otras mucho más genéricas y difíciles de conseguir como acabar con toda Al Qaeda y con sus feudos, así como con la colaboración de determinados estados con esta organización terrorista.

Como señala el analista de seguridad del rotativo británico The Guardian, Julian Borger, declarar victoria con la muerte de Bin Laden sería tan contraproducente como la famosa frase de “misión cumplida” de Bush al bordo de un portaaviones en el fin de la Guerra de Irak en 2003.

“El impacto más probable de la muerte de Bin Laden es el aumento de los ataques de Al Qaeda alrededor del mundo a medida que el efecto mártir se agite y estos grupos desesperados realicen ataques para asegurarse que el asesinato de su líder espiritual no quede sin venganza”, vaticina Borger.

Más aún, en Afganistán temen que el cumplimiento de la misión original de las tropas estadounidenses en el país -la ‘caza’ del líder de Al Qaeda- suponga una retirada apresurada.

“La muerte de Osama no debería ser vista como una misión cumplida”, ha señalado Hanif Atmar, un exministro de Interior afgano, al New York Times, al que advierte de que Al Qaeda “es mucho más que Bin Laden”.

“Misión cumplida significa destruir, desmantelar y derrotar a Al Qaeda. Y esto no debería ser usado como justificación para una retirada prematura”, ha recalcado.