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Los paisajes de Roma pueden visitarse ya en París antes de llegar a El Prado

  • El Grand Plais de París exhibe la muestra del 9 de marzo al 6 de junio
  • Viajará a Madrid para exponerse en el Prado del 28 de junio al 25 de septiembre

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'Paisaje con el entierro de Foción', de Nicolas Poussin, una de las obras de la exposición.
'Paisaje con el entierro de Foción', de Nicolas Poussin, una de las obras de la exposición.

La red de museos franceses (RNM), el Museo del Louvre y el Museo del Prado presentan esta semana en el Grand Palais de París uno de sus proyectos conjuntos más ambiciosos, la exposición "Roma: Naturaleza e Ideal. Paisajes 1600-1650", que se verá desde este miércoles 9 de marzo al 6 de junio en la capital francesa y del 28 de junio al 25 de septiembre en Madrid.

Según los organizadores, la exposición reúne el conjunto de paisajes más importante presentado nunca, con la participación de una cincuentena de prestadores, incluidos los museos más importantes del mundo, aunque el grueso de las obras proceden del Prado y el Louvre.

"Roma: Naturaleza e Ideal. Paisajes 1600-1650" reúne en París alrededor de un centenar de obras, entre pinturas y dibujos de artistas como Claudio de Lorena, Nicolas Poussin, Pedro Pablo Rubens o Diego Velázquez. En el Museo del Prado se verá una exhibición idéntica salvo en los dibujos, que varían sustancialmente de una sede a otra por cuestiones de conservación. Así, en Madrid se incluirá una sección inexistente en París destinada a describir los paisajes que encargó Felipe IV para decorar su Palacio del Buen Retiro a los artistas más relevantes residentes en Roma entre 1635 y 1640 que influyeron de forma trascendental en el devenir del género.

El nacimiento de un género

La muestra que comparten París y Madrid tiene como punto de partida Roma. La cuna del gran imperio de la Antigüedad clásica vio nacer a principios del siglo XVII el paisaje como un gran género pictórico, pues hasta finales del siglo XVI era considerado un género menor.

A la eclosión de este género profano contribuyeron factores como la presencia en Roma de pintores especializados procedentes de distintos focos artísticos europeos, especialmente de Flandes; el afán creciente por el dibujo a partir del motivo; la existencia de grandes colecciones de pinturas de maestros del Renacimiento como Rafael y Polidoro de Caravaggio o los maestros de la Escuela Veneciana Giorgione o Tiziano; y el inmenso éxito comercial del paisaje pintado entre la aristocracia y las familias pontificias.

La exposición hace un recorrido cronológico desde el nacimiento del género hasta su pleno desarrollo, desde artistas como Aníbal Carraci, creador del prototipo de paisaje armónicamente estructurado que se definió en el siglo XVII como "clásico". Sus discípulos Domenichino y Francesco Albani lo desarrollaron posteriormente enriqueciéndolo con referencias literarias y Paul Bril introdujo variantes como los paisajes marinos. Junto a Bril, otros artistas procedentes de Amberes, como Jan Brueghel o Sébastien Vrancx, modernizaron la tradición pictórica de Amberes a través del contacto con el paisaje italiano en Roma.

Otro artista clave es el alemán Adam Eisheimer, que durante su estancia en Roma entre 1610 y 1620 introdujo en los paisajes pequeños personajes, referencias literarias y la tensión dramática propia de los cuadros de historia.

El apogeo del paisaje

De la pasión de Eisheimer por los efectos atmosféricos y las variaciones lumínicas aprendieron para sus paisajes naturalistas Bartholomeus Breenbergh, Conrelis van Poelenburgh y Filippo Napoletano, que a su vez inspiraron a pintores como Carlo Saraceni y Orazio Gentileschi.

La exposición dedica dos apartados especiales a los considerados como máximos representantes del género, Claudio de Lorena y Nicolas Poussin, cuyas obras suponen el paso definitivo de género menor a pintura de prestigio reconocido y representan la expresión más noble del paisaje clásico.

En estas secciones se puede apreciar la pasión de Claudio de Lorena en sus inicios por la campiña romana, en la que introduce grandes temas históricos y de la historia sagrada, mientras que Poussin opta por los temas mitológicos. Hacia 1638, y junto a otro grupo de artistas, ambos reciben el encargo de decorar el Palacio del Buen Retiro de Madrid.

Durante la década de 1640, Poussin evoluciona hacia una visión más intelectual y académica del paisaje, mientras que Claudio de Lorena avanza hacia unas representaciones más grandiosas y refinadas.

Siguiendo la estela de ambos maestros, Jean Lemaire se haría famoso por sus caprichosas perspectivas arqueológicas y Gaspard Dughet adoptó los principios de unidad luminosa en sus ensoñaciones románticas que influirían notablemente en paisajistas posteriores como Coubert.

A mediados del siglo XVII, el paisaje se ha convertido ya en una categoría de pleno derecho de la historia de la pintura, de la que será ya parte indisociable. La prueba, entre marzo y septiembre en el Grand Palais de París y en el Museo del Prado de Madrid.