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Los coptos ponen una vela a la democracia y otra a Mubarak

  • Fuertes medidas de seguridad protegen a los fieles en la Iglesia de San Gregorio
  • Los cristianos egipcios mantienen la ambigüedad al valorar las revueltas
  • Toda la información sobre las revueltas de Egipto en nuestro especial

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Coptos y musulmanes se unen en Egipto

Una imagen del Cristo Pantócrator mira con severidad a las puertas de la Iglesia de San Gregorio, quizá para proteger a sus fieles de los peligros que les acechan. Al fin y al cabo hay un control de seguridad en la puerta y un autobús privado ha transportado a buena parte de los que acuden este domingo al servicio religioso.

Ataviado con su túnica morada y bajo una capucha casi de druida, el obispo copto niega que haya persecución religiosa alguna.

“Espero que todo vuelva a la normalidad con el nuevo Gobierno”, añade cuando se le pregunta por lo que está ocurriendo fuera del recinto, en un ejercicio de ambigüedad calculada que imitan sus fieles.

“Venga quien venga todo estará bien”, dice Rafi, otro fiel que se ha acercado para seguir una misa que parece más un acto familiar que religioso.

La mayoría no habla de política y, si lo hace, es para defender a Hosni Mubarak.

“Con Mubarak estábamos más a salvo y ha sido durante 30 años”, defiende Serge, un ilustrador jubilado, en defensa de la línea oficial del régimen.

Habla de la influencia extranjera y de los saqueos y robos de los que, a su juicio, se aprovechan los delincuentes con motivo de la manifestación constante en la Plaza de la Liberación.

Serge acusa a cierta prensa internacional de hacer daño a su país, al igual que otro hombre, un cristiano que no se identifica, que dice que no se da una visión equilibrada y saca a pasear el fantasma del Islam y los Hermanos Musulmanes.

En la memoria de muchos está aún caliente lo ocurrido hace apenas un mes en la Misa de Año Nuevo de Alejandría, cuando un atentado con coche bomba donde murieron una veintena de coptos tras varias semanas de protestas de los cristianos por lo que consideran una creciente marginación social.

Como señal solo hay que ver las medidas de seguridad en la catedral de la ciudad, donde hombres de Mubarak y miembros de la comunidad controlan el recinto con caras de pocos amigos y un detector de metales.

En el otro lado de la ciudad, en Tahrir, a esas horas miles de egipcios, musulmanes y cristianos rezan en una misa copta en el llamado “Domingo de los Mártires”.

Allí la imagen es muy distinta, la de egipcios unos junto a otros gritando al unísono: “Todos somos uno”, un grito que antes de las revueltas contra Mubarak era como mínimo inverosímil.

“Los jóvenes quieren cambio”, reconoce a duras penas Tahlil al salir de la catedral acompañado de su hija. Ella le mira, calla y, quizá, otorga.