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Argentina se vuelca con su presidenta en el adiós a Kirchner e inicia un periodo de incertidumbre

  • Los partidarios de los Kirchner piden a la presidenta que se presente en 2011
  • Los peronistas y los sindicalistas miden sus fuerzas en los responsos
  • Personalidades y ciudadanos de pie despiden con emoción al ex presidente
  • Su mujer, enfundada en gafas negras, no da señales de cuáles serán sus pasos
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La muerte de Kirchner abre muchas incógnitas en la política argentina

"Siento un gran dolor pero también muchas esperanza porque estoy convencida de que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner tomará las riendas,  porque Cristina y Néstor son la misma cosa".

Con estas palabras la concejal municipal Graciela Benítez, la primera entre las miles de personas que visitan la capilla ardiente del ex mandatario argentino en la Casa Rosada, resumía lo que buena parte de los seguidores de los Kirchner esperan ahora de la viuda.

Y es que a su luto se le suma el inicio de un año de incertidumbre políticaen el que tendrá que decidir entre continuar el legado de su marido, seguir en el poder marcando su propio rumbo o retirarse cerrando así casi una década de domunio de la marca K, que aún en la tragedia sigue dividiendo a los argentinos.

Críticas a los opositores

Para verlo, solo había que salir a escuchar lo que se decía en el exterior: gritos contra el diario Clarín, enfrentado abiertamente a los Kirchner durante más de un año, y especialmente contra el vicepresidente, Julio Cobos, separado del Gobierno desde 2008 y candidato potencial de los radicales, su antiguo partido para 2011.

"Ándate Cobos, la puta que te parió", se ha escuchado entre los miles de peronistas que esperaban a apenas 200 metros de la Casa Rosada, unas palabras que no han pasado indiferente al propio Cobos, que ha preferido llamar a la presidenta para presentarle sus condolencias que acudir al palacio presidencial.

Sí han estado otros rivales potenciales de Kirchner para 2011, como Ricardo Alfonsín, hijo del ex presidente también fallecido Raúl Alfonsón, Francisco de Narváez, que derrotó a Néstor Kirchner en las pasadas legislativas en la provincia de Buenos Aires, y el empresario Mauricio Macri.

Ellos eran meros invitados, como los mandatarios latinoamericanos que han acompañado a la presidenta -el chileno Piñera, el uruguayo Mujica, el ecuatoriano Correa y el boliviano Morales- dentro del espectáculo general de la liturgia peronista, marcado por un clima generalizado de respeto y congoja, pero también de posiciones entre los diferentes bandos que rodeaban a los Kirchner.

Peronistas frente a sindicalistas

Así, a un lado, detrás de Cristina, estaban los dirigentes del Partido Judicialista, encabezados por el vicepresidente del partido y gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, que ha sido de los pocos que han hablado.

"Venimos a darle el último adios a un gran argentino, un gran presidente, un gran peronista", ha declarado al ingresar a la Casa Rosada.

Él puede ser el puente con los viejos peronistas desencantados, los llamados peronistas federales, agrupados en torno a figuras como el ex presidente Eduardo Duhalde, enfrentado claramente como el matrimonio.

Frente a ese camino de reconciliación interna, están los amigos de la última etapa de Néstor, encabezados por Hugo Moyano, el responsable del principal sindicato del país, la CGT, que ha convocado una manifestación a las puertas de la Casa Rosada y ha reclamado ya que Fernández se presente a la reelección en 2011.

Todos pretendían a una Cristina Fernández que llegó a la capilla ardiente una hora después de que fuese abierta y relevó al frente de la misma a Alicia Kirchner, hermana del ex presidente y ministra de su Gobierno.

Muy emocionada, Fernández entraba en el salón donde está instalada la capilla ardiente para encabezar el duelo frente al féretro tapado, flanqueada por su familia y los ministros de su Gabinete.

Vestida con traje negro y grandes gafas oscuras que ocultan parte de su rostro, la presidenta argentina se abrazó a su hija y a Estela de Carlotto, titular de las Abuelas de Plaza de Mayo, cuando algunos seguidores peronistas vitorearon a su esposofallecido el miércoles a los 60 años de edad por un ataque cardíaco.

Aunque la consigna oficial era desfilar en silencio ante el féretro cubierto con una gran bandera argentina, algunos simpatizantes aplaudieron, lanzaron vítores a Kirchner o la presidenta e incluso alguno ha pedido saludar a la gobernante y logró fundirse en un abrazo con Cristina.

Largas colas de partidarios

En la larga fila para acceder a la Casa Rosada, que ocupa varios kilómetros, Miriam Cáceres, madre de un niño de 9 años apadrinado por Kirchner durante su gestión presidencial (2003-2007), no podía ocultar su congoja.

"David es mi séptimo hijo varón y durante su presidencia, amparándome en la ley, decidí que Kirchner fuera su padrino", explica.

"Fue un tipazo. Siempre recibió al niño con mucho cariño. Cuando David se enteró de su muerte fue un mar de lágrimas porque sentía adoración por el ex presidente", relató.

También Mabel Becerra, vecina de Mar del Plata, quiso despedirse de Kirchner y en la madrugada recorrió los 400 kilómetros que separan esa ciudad bonaerense de la capital del país para acudir a la capilla ardiente.

"Es la primera vez que ingresaré en la Casa Rosada. Kirchner merecía que viajara a Buenos Aires. Demostró que con amor, dignidad y trabajo se pueden lograr muchas cosas para los argentinos", ha declarado.

Ellos eran el otro rostro de una celebración que más allá de los movimientos políticos soterrados estuvo recorrida de liturgia peronista y emoción contenida, con momentos emocionantes como el encuentro de la presidenta con Diego Maradona o el abrazo con las Madres de Mayo.

El ex seleccionador mantenía una gran amistad con el ex presidente de Argentina.

Entre todos los momentos, uno que resume lo que se escondía tras toda la fanfarria y la política: el de una viuda que coloca el brazo en el féretro de su marido y pierde la noción del tiempo. Entonces el silencio se vuelve insoportable y el escenario rompe en aplausos. Y ella, consciente de nuevo de su papel, coloca su cabeza sobre el hombro de su hija, y rompe en lágrimas.