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El preso 55 escribe con sangre su última victoria

  • Orlando Zapata encadenó todas las 'desgracias' del sistema legal cubano
  • Fue detenido en plena ofensiva contra 'los 75', aunque no era uno de ellos
  • En la cárcel denunció los abusos del régimen y acabó con una condena mayor
  • Su muerte por huelga de hambre es su última venganza contra el régimen

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Una mujer firma en el libro de condolencias de Orlando Zapata.
Una mujer firma en el libro de condolencias de Orlando Zapata.

Imagina que te llamas Orlando Zapata y que eres el preso número 55. Imagina que un día te da por pintarle un bigote a un cartel del presidente o por gritar un lema en su contra en una calle cualquiera. Imagina que la Policía viene a buscarte a tu casa y te arresta. Imagina que en poco tiempo te juzgan, que tu abogado apenas tiene unos días para preparar tu defensa.

Imagina que te condenan a tres años de cárcel y que impiden que veas a tus familiares durante tres meses. Imagina que tu abogado apela y apela pero que nunca gana. Imagina que decides rebelarle y decir que todo esto injusto. Imagina que los tres años se convierten en doce, luego en veinte, luego en 36.

Imagina que tu familia te trae comida las escasas veces que le dejan y que tus guardias te la confiscan. Imagina que te dicen que reconozcas que eres un enemigo de la revolución mientras tu condena aumenta sin poder salir de cuatro paredes.

Imagina que no te conformas y que decides dejar de comer, dado que la comida que te dan es escasa y cuando te traen más, nunca te llega. Imagina que te mandan de una cárcel a otra, sin rumbo. Imagina que dejan que tu vida se apague durante días y semanas.

Imagina que la alimentación forzosa llega demasiado tarde y obtienes tu primera victoria, tu única victoria. Imagina que aunque las fuerzas de seguridad te escoltan hasta la sepultura, decenas de compañeros gritan "Zapata vive" y el chillido se escucha, por primera vez, en todo el mundo.

Ésta es la situación casi kafkiana que ha llevado a la muerte por huelga de hambre de este preso de 42 años, "extraordinaria" según Amnistía Internacional, pero coherente si se mantiene hasta el final la rebelión contra el régimen cubano y su asfixiante sistema legal y penitenciario.

Control social

Zapata ha dejado en 54 el grupo de presos de conciencia apresados durante la ofensiva del régimen contra la oposición en la primavera de 2003.

Él era el 55, aunque a medias. "La persona que fue arrestada no pertenecía a ese grupo pero fue arrestado en esa época", matiza Javier Zúñiga, asesor especial de Amnistía Internacional para Cuba desde su sede central, en Londres.

Zapata era un preso de conciencia, el principal foco de denuncia de AI porque son encarcelados por expresar su opinión sin ningún tipo de violencia.

La presión que pesa sobre ellos llega por diferentes fuentes. Primero, de sus propios vecinos, en los llamados comités de defensa de la revolución, que informan de aquellas "opiniones" contra la revolución a la Policía.

Luego, con la propia Policía, que les pone la etiqueta de peligrosidad preventiva y empieza a seguir sus actividades hasta que cruzan el límite que ellos consideran intolerable para emprender un arresto.

Los cargos contra ellos pueden ser simplemente el de ser enemigos de la revolución por delitos de desacato como Orlando hasta la colaboración con el embargo americano según la ley 88 aprobada tras el endurecimiento de sus condiciones en 1999.

A veces, ni siquiera hace falta eso. "Un caso reciente que hemos conocido es el de un hombre conocido por sus protestas públicas al que le encontraron dos sacos de cemento en casa y le condenaron por contabando, una práctica que en otros casos es tolerada por las autoridades".

Imposible apelar

Una vez arrestado, al preso de conciencia le espera de forma casi inevitable la condena. Y ahí empieza la verdadera historia de Zapata, cuyo ejemplo refleja hasta qué punto la estancia en la cárcel puede hacer que un activista asuma hasta el final un compromiso con el que antes apenas había coqueteado.

Cuando entró en la cárcel, la primera opción que se le pudo plantear es apelar su condena. Sin embargo, los abogados consideran que el código penal cubano "está hecho para castigar y no para defender los derechos del detenido".

"No recuerdo un preso político que haya ganado una apelación a una sentencia", subraya el asesor de Amnistía Internacional.

Más aún, lejos de acortarse su pena, la negativa de Zapata a rebelarse hizo que su condena fuese aumentando hasta los 36 años.

"El caso del preso fallecido demuestra que según el gobierno cubano se pueden cometer delitos en estado de total aislamiento", señala Zúñiga.

Él tuvo la oportunidad privilegiada de visitar las cárceles cubanas en 1988, una breve época de apertura del régimen cubano que le permitiía a la organización abrir una pequeña 'rendija' entre el habitual oscurantismo del sistema penitenciario cubano.

Perjuicios penitenciarios

Allí aprendió que en la cárcel cubana hay dos caminos: o aceptas tus pecados a través de la reeducación y logras beneficios penitenciarios o te mantienes en la rebelión y vives bajo el signo del aislamiento durante meses.

"Por el hecho de ser rebeldes son tratados de peor forma", señala Zúñiga.

Esta presión en la mayoría de los casos supone que el preso político se resigna al silencio y, con suerte, es liberado antes de tiempo como gesto humanitario ante la visita de algún gobernante extranjero.

Sin embargo, nada de eso ocurrió en este caso. Zapata siguió con su rebelión, frustrado por las malas condiciones penitenciarias, denunciando abusos. Y empezó su protesta.

"A raíz de su estancia en la cárcel empezó un proceso de resistencia pacífica que acabó en la huelga de hambre. El último huelguista de hambre que murió proporcionó mucho material a la oposición en los 70", considera Zúñiga.

Luego llegó el ingreso en el hospital y el comienzo de la alimentación forzada, en una actuación que para Amnistía deja muchos interrogantes.

Aunque, como se encargan de recordar, todo eso se habría solucionado desde un principio: "Esa persona nunca debió ser encarcelada".