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Mayor, con los ojos en Bruselas y la 'oreja' en Euskadi

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El cabeza de lista del PP en las próximas elecciones europeas, Jaime Mayor Oreja, durante su intervención en un desayuno informativo del Fórum Europa-Tribuna Catalunya.
El cabeza de lista del PP en las próximas elecciones europeas, Jaime Mayor Oreja, durante su intervención en un desayuno informativo del Fórum Europa-Tribuna Catalunya.

El 7 de junio Jaime Mayor Oreja puede vivir un día histórico en su dilatada carrera política. Por primera vez en más de treinta años tiene al alcance de la mano ganar unas elecciones como candidato.

Con un gobierno con cuatro millones de parados a su espalda, una crisis económica galopante y unas elecciones que tradicionalmente actúan como castigo del ejecutivo porque el voto 'sale' gratis, el panorama no puede ser más propicio para este donostiarra de 57 años.

Así las cosas, Mayor Oreja tiene una nueva oportunidad de situarse en el centro del debate político tras cinco años en Bruselas, donde según los registros de voto y proposiciones de ley ha sido uno de los eurodiputados más inactivos.

Un tono distinto

En este periodo, sus palabras se han escuchado sobre todo para entrar en polémicas de política nacional como la negociación con ETA, el estatuto de Cataluña y la ley de la Memoria Histórica, desentonando en ocasiones con el giro centrista que Rajoy quiere dar al partido.

Así ha ocurrido, por ejemplo, con las palabras sobre "la extraordinaria placidez del franquismo", sus dudas sobre Patxi López pese a su pacto con el PP en Euskadi o el orgullo que le provoca que su bisabuelo prohibiese hablar euskera en su casa.

En realidad, estas palabras solo reflejan la propia trayectoria política y personal del candidato del PP.

Su abuelo fue asesinado en la revolución de octubre del 34 por militantes de la UGT. Su tío, Marcelino Oreja -que lo introdujo en la política de mano de UCD- fue ministro de Asuntos Exteriores en la transición.

Ligado a Euskadi

Más aún, su vinculación a la política vasca, donde ha sido el líder del centro derecha durante veinte años, determina su negativa a la negociación, su postura sobre el nacionalismo y el euskera e incluso su recelo ante el pacto López-Basagoiti.

Consejero de Turismo en el segundo Consejo General Vasco, Mayor fue candidato a la Lehendakaritza ya con Coalición Popular en 1984, papel que repetiría ya con el PP en 1990 y 1994.

Entre medias hizo un paréntesis para estar en la empresa privada, hasta que el proyecto de refundación del partido capitaneado por José María Aznar le atrajo de nuevo hacia la política.

Esta vinculación con el ex presidente del PP hace que se convierta en su ministro del Interior en 1996. Desde esa cartera tiene que lidiar con asuntos como el secuestro de Miguel Ángel Blanco, el pacto de Lizarra, la tregua de ETA y su posterior ruptura, así como la ofensiva contra concejales de PP y PSE.

El trauma de 2001

Estas vivencias políticas marcan a Mayor, que es además el ministro más valorado del ejecutivo de Aznar hasta que éste le hace volver a la política vasca para uno de sus proyectos más anhelados: desbancar al nacionalismo gobernante.

Son las elecciones autonómicas vascas de 2001. Esa fecha ha quedado grabada a fuego en la mente del candidato del PP, porque entonces se jugó su futuro político en Euskadi y en España.

Planteadas desde un principio como un enfrentamiento entre el bloque nacionalista y el no nacionalista los históricos resultados de los 'populares' -logran 19 diputados- son respondidos por una victoria aplastante de Ibarretxe.

En la incómoda posición de líder de la oposición vasca, Mayor se situó en la carrera por la sucesión de Aznar en franca desventaja pese a su popularidad en las encuestas.

Alejamiento progresivo

Por eso, a nadie le sorprendió que, tras la victoria de Zapatero, Rajoy lo eligiese como candidato a Bruselas para darle una jubilación anticipada a uno de sus antiguos rivales (Rato iba rumbo del FMI).

Entonces, con un PSOE con el viento a favor, el candidato del PP se quedó a solo dos puntos de Borrell. Cinco años después, un resultado similar sería un completo fracaso y los 'populares' lo saben.

Pese al alejamiento progresivo entre Mayor y Rajoy -que irán en caravanas distintas- el presidente del PP lo eligió el pasado mes de enero candidato electoral con una idea clara en la cabeza: fijar su voto tradicional frente a la amenaza de una ex compañera en la Eurocámara, Rosa Díez.

Si lo consigue, por primera -y quizá última- vez puede salir al balcón de Génova con el orgullo de haber ganado unas elecciones, aunque otros detrás o junto a él se apunten el tanto.