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Tailandia dividida entre 'amarillos' y 'nuevos rojos'

  • Las masas vuelven a poner en jaque al gobierno en Bangkok
  • En esta ocasión, se movilizan los partidarios del depuesto Thaksin
  • Hace unos meses fueron los monárquicos quienes tomaron las calles
  • Bajo estas tensiones trasluce un tradicional conflicto de lucha de clases

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Tailandia vuelve a merecer el calificativo de inestable que le caracterizó durante décadas. En un año ha conocido a cuatro primeros ministros y otro corre peligro después de la última revuelta de los camisas rojas en las calles de Bangkok, en un pulso por el poder con sus rivales amarillos con actores interpuestos y fondo de lucha de clases.

Hace unos meses fue la toma del aeropuerto  internacional de lca capital por los detractores de Thaksin Shinawatray ahora ha sido el asalto  por sus partidarios de la sede de la cumbre del sureste asiático. En ambos casos, un duro golpe para la imagen de este país de 65 millones de habitantes que en los años noventa, después de muchas décadas de continuos golpes de estado, empezó a ganarse la confianza del mundo y a recibir a millones de turistas.

Otras esferas del poder

Hasta que Thaskin destapó la caja de los truenos. Este empresario, depuesto en el 2006 por los militares y condenado por corrupción, ha estado siempre en el centro de la tormenta estos años, pero fuera de los focos hay otros actores. "La política en Tailandia no es apta para el público (...) se mueve entre bambalinas", dice el profesor de la Universisdad Chulalongkorn  Michael Nelson.

Thaskin, que llegó al poder en el 2001, se convirtió en el primer mandatario que completaba su mandato en medio siglo afianzado por los medios bajo su poder y las restricciones a la libertad de prensa, según denunció la oposición. Además, en su segundo mandato empezaron a salir a la luz escándalos de corrupción, aireados por otro magnate de los medios, Sondhi Limthongkul, que fundó la Alianza del Pueblo para la Democracia.

Estos tomaron como símbolo el amarillo, color de la monarquía, aunque el Rey siempre ha guardado silencio. Sin un líder alternativo, empezaron las masivas movilizaciones en el 2006 y crearon el caldo de cultivo para el golpe de estado que desalojó del poder a Thaskin.

Los militares redactaron una nueva constitución y convocaron elecciones para finales del 2007, pero paradójicamente el ganador volvió a ser el partido de Thaskin, pese a tener a su líder en el exilio. Los amarillos no lo aceptaron y volvieron a las andadas hasta conseguir un cambio de gobierno  a finales del 2008 y ahora son los rojos los que reaccionan para pedir elecciones.

El factor económico

Esta inquebrantable adhesión a Thaksin se explica en términos de lucha de clases. "Hay una brecha muy grande entre ricos y pobres. Estos nunca recibieron nada del Estado hasta que, por primera vez, Thaksin les dio una oportunidad", recuerda en declaraciones a la BBC  el académico Attajak Satayanutak.

Así, mientras el feudo de los amarillos es Bangkok, el ex primer ministro sigue siendo muy querido en las zonas rurales del norte, donde las acusaciones de abusos de poder eran una cuestión menor en comparación con el logro de Thaksin de universalizar la asistencia sanitaria.

Ahora que la crisis acecha también al sureste asiático, sus conquistas están amenazadas y vuelven a las calles contra el nuevo gobierno liberal de Abhisit Vejjajiva, que llegó al poder además con el apoyo de varios tránsfugas. También defienden el sufragio universal, frente a la pretensión de la Alianza monárquica de un Parlamento con sólo un 30% de diputados elegidos por el pueblo y el resto sean de designación real o entre notables.

Desde el exilio Thaksin ha tomado nota del poder de las masas para derribar gobiernos (hasta cuatro primeros ministros en un año) y ha llamado a los suyos a aprovechar esta "oportunidad de oro" para recuperar el poder y, de paso, que la justicia olvide sus excesos.