Enlaces accesibilidad

El socialista que renunció a Ajuria Enea

  • Los resultados del 1 de marzo pueden dibujar un panorama similar al de 1986
  • El PNV fue el partido más votado, pero los socialistas ganaron en escaños
  • PSE, EA y EE negociaron tras las elecciones del 86 un tripartito 'a la catalana'
  • Durante dos meses y medio, el PNV estuvo con pie y medio en la oposición
  • La petición de la transferencia de la seguridad social frustró el acuerdo
  • Benegas: "No hubo más remedio" que votar con el PNV
  • Más información, en nuestro especial

Por
Negociaciones en 1987 entre socialistas y nacionalistas para la formación del nuevo Gobierno vasco

Noche del domingo. Pasadas las diez de la noche, el candidato socialista se dirige a un auditorio incrédulo. No es para menos, por primera vez los socialistas tendrán más escaños que el PNV.

Ante ellos, el ganador 'virtual' dice en sus primeras palabras: "Este resultado debe permitir que se abra una nueva etapa en la que todos los ciudadanos, cualesquiera que sean sus convicciones, puedan sentirse cómodos en un marco de convivencia civilizada".

Dos meses y medio después, el mismo candidato mira atentamente desde su escaño del parlamento vasco a su principal rival, del PNV. Está dando su discurso de investidura, fundamentalmente gracias a que él ha renunciado a ser lehendakari.

Éste no es un vaticinio lanzado por la campaña electoral del Partido Popular para evitar la fuga del voto constitucionalista. Ocurrió de verdad, pero el candidato no se llamaba López, sino Benegas. Mayoría nacionalista

"No hubo más remedio", repite más de veinte años después Txiki Benegas para derribar el 'mito' de que dejó gobernar a los nacionalistas sin ningún motivo.

Y es que, tras los discursos de aquel 30 de noviembre de 1986 comenzó un 'via crucis' del candidato socialista, abocado a intentar la formación de gobierno en un parlamento con una abrumadora mayoría nacionalista, por obra y gracia de la escisión de PNV y EA.

Primero acudió a su socio natural, Euskadiko Esquerra, para que sus nueve diputados le apoyasen y así, formar un gobierno de minoría.

La sorpresa fue mayúscula cuando su líder, Juan María Bandrés, exigió ser lehendakari. No sería ni mucho menos el único: Carlos Garaikoetxea, de EA, y el propio Ardanza exigieron ser los nuevos inquilinos de Ajuria Enea.

Ser o no ser lehendakari

"La gente se piensa que de repente se nos ocurrió ceder la presidencia al PNV, pero no fue así. No pudimos gobernar", se explica Benegas, que sostiene que él sí quería ser lehendakari.

La versión que se maneja en la otra parte de la negociación es distinta. "Benegas no quería ser lehendakari", sostiene Joseba Azkárraga, actual consejero de Justicia vasco y por aquel entonces diputado de EA en Madrid.

Según Azkárraga, el PSE aceptó ceder la presidencia del gobierno vasco durante las negociaciones, pero se cerró en banda en el asunto que tanto EA como EE hicieron el central del nuevo programa de gobierno: la cesión de la Seguridad Social.

Benegas lo niega, amparándose en que su partido "no habría aprobado" que se cediese la presidencia y menos aún la ruptura de la caja única de la seguridad social.

Giro al PNV

Así las cosas, tras las navidades del 86 los socialistas empezaron a asumir que si querían evitar una nueva consulta electoral tendrían que abrir la puerta a un eventual gobierno con el PNV.

"Benegas me pide que haga unas gestiones ocultas dadas mis buenas relaciones con el entorno del gobierno vasco", desvela Ramón Jaúregui, entonces delegado del Gobierno en el País Vasco y ahora secretario del grupo socialista.

La situación en Sabin Etxea no era ni mucho menos halagüeña. Tras los resultados electorales, el candidato Ardanza pidió un proceso de reflexión en el partido y asumió que se iban a la oposición.

"Durante esos meses estuvimos al borde del abismo", confiesa Iñaki Anasagasti, entonces diputado del PNV en Madrid y ahora senador.

A mediados de enero, el pacto tripartito entre PSE, EA y EE parece agonizar mientras se asienta la hipótesis de que PNV y PSOE formen un gobierno paritario presidido por Ardanza con Jaúregui como su mano derecha.

Balance y arrepentimientos

"Creo que acertamos", sostiene Benegas, pese a que reconoce el coste electoral que tuvo para su partido en las citas posteriores.

"Benegas se cerró en el no y nosotros rompimos las negociaciones", aclara Azkárraga, que reconoce que su formación pudo equivocarse.

Sin embargo, más allá del 'mito' de la cesión del poder del PSE, hay algo que sigue latiendo tras 30 años del PNV en el poder: el ansia de algunos partidos por acabar con esa etapa.

"Ambas fechas coinciden en un aspecto: las ganas de que el PNV se vaya a la oposición, que ahora son las mismas pero multiplicadas por cinco", recuerda Iñaki Anasagasti, senador del PNV.

¿Se repetirá la historia?

También hay una diferencia evidente: pese a que el PSE era la fuerza con más peso en el parlamento -19 diputados-, la cámara de 1986 contaba con una aplastante mayoría de partidos nacionalistas, aunque estaban peleados entre ellos.

"Veinte años después, la correlación de fuerzas ha cambiado notablemente. Ahora puede ocurrir al revés: que siendo el PSE la segunda fuerza, acceda a la Lehendakaritza", añade Jaúregui.

En la misma línea, Anasagasti detalla que ahora el PSE podría hacer lo que hizo el PNV en el 86: "Yo si soy Patxi López y le digo al PNV forma tú gobierno. Luego me voy al parlamento y me presento y si el PP me vota no es culpa mía".

"Si el PSE con la suma del PP da los 38 escaños gobernará con el apoyo externo del PP" concluye Azkárraga.

Benegas, por su parte, prefiere ser más prudente, escarmentado por la experiencia: "Habrá que hablar con todos y trabajar para un gobierno estable". La noche del 30 de noviembre del 86, cuando soñó con ser lehendakari, dijo exactamente lo mismo.