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"No hay dos días iguales en el mar": diario a bordo de la patrullera de aduanas que vigila Galicia sin descanso

  • El Águila I alcanza los 47 nudos, lo que la convierte en una de las embarcaciones más rápidas del SVA
  • El Servicio de Vigilancia Aduanera no solo navega, también realiza patrullas terrestres
El Servicio de Vigilancia Aduanera lucha contra el contrabando, el narcotráfico y el blanqueo de capitales

El sol baña la ría de Pontevedra y el viento levanta olas que golpean la proa. Son las 11 en punto cuando la patrullera Águila I del Servicio de Vigilancia Aduanera (SVA) enciende sus motores un día más desde la base de Marín. El sonido del motor empieza a inundarlo todo: constante, grave, como un zumbido de fondo que acompaña cada minuto de patrulla.

La puerta del habitáculo interior permanece abierta mientras la embarcación gana velocidad. Desde la cubierta, el olor a salitre impregna el ambiente. El viento, el rugido del motor y el traqueteo del casco contra las olas hacen que las conversaciones se den a media voz.

"Cada día es distinto. Aquí no hay rutina", resume Javier Amaro, jefe de la Unidad Regional Naval de Galicia. Hoy no hay alerta, la misión es solo de carácter preventivo, pero a bordo saben que, en este trabajo, cualquier salida puede acabar en operativo. Galicia cuenta con más de 1.500 kilómetros de costa. Vigilarla exige constancia y flexibilidad. En cada salida, aunque no haya persecución ni abordaje, se sigue un protocolo estricto. Y siempre, en el aire, flota la sensación de que la patrullera puede pasar en segundos del modo vigilancia al operativo.

Durante la navegación hacia mar abierto, uno de los agentes rompe el silencio: “Ahora mismo la zona está tranquila, pero no se puede decir muy alto. Hubo años duros aquí. Nada que ver con el sur, claro. Yo estuve en Algeciras en los años más jodidos, antes de que llegara OCON Sur —el Organismo de Coordinación contra el Narcotráfico de la Guardia Civil—. Aquello era otra historia”.

"La función primordial que tenemos es la de la represión del contrabando", explica Amaro. Su experiencia al frente de la vigilancia costera en la comunidad gallega lo ha llevado a conocer de primera mano la flexibilidad y exigencia de un cuerpo con funciones tanto preventivas como represivas.

"Trabajamos en diferentes tipos de alertas, con servicios que se van realizando de manera aleatoria, siempre siguiendo un estudio de análisis previo. A partir de ahí se preparan los diferentes tipos de navegaciones o vuelos, todo mezclado para llegar al objetivo final". El trabajo incluye colaboración con otras unidades, así como con medios aéreos y organismos europeos.

Minuto a minuto en la patrullera

Desde una patrullera, su trabajo es silencioso pero constante. Controlan zonas de fondeo, pesqueros y mercantes. A veces inspeccionan barcos en movimiento; otras, embarcaciones detenidas en lugares que no deberían estar. Si algo levanta sospechas —una señal extraña del radar, un patrón de navegación incoherente, un barco sin luces—, el protocolo se activa.

Se realiza una reunión previa para definir las zonas que se van a inspeccionar y los documentos que se solicitarán. Y ahí la tripulación se reparte: unos suben al barco sospechoso; otros quedan en la patrullera, coordinando. Revisan documentos, inspeccionan bodegas, motores, habitáculos. Todo sin saber qué van a encontrar y esa es precisamente la peor parte: "Lo jodido de un abordaje es la reacción de quien no te espera". En ocasiones es una falsa alarma. En otras, se localizan mercancías sin declarar, tabaco, combustible... o drogas.

La tripulación se divide en grupos: "Dependiendo del tamaño del barco, se accede por diferentes vías, incluso con embarcación auxiliar si es necesario. Hay veces que no sabemos lo que nos vamos a encontrar hasta que ponemos el pie en cubierta". Este tipo de actuaciones pueden durar desde pocos minutos hasta varias horas, según el tipo de barco inspeccionado y el nivel de sospecha.

Los agentes también tienen formación específica para actuar en contextos complejos. Pueden operar en grupo, subir a embarcaciones de mayor eslora e inspeccionar diferentes zonas simultáneamente, siempre bajo la supervisión del patrón o del jefe de máquinas. "Realizamos reconocimientos tanto a fondeos como a barcos en movimiento. A veces son pesqueros, otras veces mercantes. El tipo de inspección cambia según el objetivo".

Pero no todo se detecta con tecnología. A veces basta una mirada entrenada. Uno de los agentes recuerda a un compañero destinado en la ría de Arousa, un antiguo marino mercante que, con solo ver la matrícula y el destino en la documentación, sabía si algo no encajaba.

“Ese barco no tenía que estar ahí”, decía con seguridad. Era capaz de detectar una ruta falsa o un origen incoherente antes de que el radar marcara nada. “Tenía un ojo privilegiado. Sabía leer los papeles y el mar al mismo tiempo”.

Semanas operativas y reacción en minutos

Las patrullas se organizan por semanas operativas, de miércoles a miércoles. Cada embarcación tiene un número mínimo de tripulantes en función de su tamaño y alcance. En una patrullera de 17 metros de eslora, como la Águila I, una Rodman 55, la tripulación mínima se compone de cuatro personas: un jefe de embarcación, un jefe de máquinas y dos marineros.

Todo comienza el domingo, con una reunión de organización: "Solo el patrón conoce las zonas y las horas de navegación, y es quien lo transmite al resto de la tripulación", cuentan a bordo de la patrullera.

"No se realizan navegaciones de 24 horas, sino que se cubren franjas horarias específicas, con posibilidad de ampliación si surge una alerta", explica Amaro. "En cualquier momento, las tripulaciones están listas para salir. En media hora o una hora, podemos estar en el agua".

Imagen de uno de los tripulantes en la Águila I

Imagen de uno de los tripulantes en la Águila I LUCÍA GONZÁLEZ

Además, los agentes, dependientes de la Agencia Tributaria, también realizan vigilancia desde tierra, en coches, lo que permite una cobertura más amplia del territorio sin necesidad de tener una patrullera navegando constantemente.

Tecnología en el mar: el radar como guía

La tecnología es uno de los pilares del servicio. A bordo se encuentra lo esencial para navegar con precisión y seguridad, incluso en completa oscuridad.

Hoy el radar, instalado en el puesto de mando, escanea el litoral en silencio. A su lado, "un plotter con cartas náuticas, piloto automático, equipos de comunicación cifrada como el Milan y teléfono satelital. También, una cámara térmica FLIR nos permite tener visión exterior de noche sin ser detectados".

Javier Amaro explica la tecnología existente a bordo

Javier Amaro explica la tecnología existente a bordo LUCÍA GONZÁLEZ

Este equipamiento convierte a la patrullera en una extensión tecnológica de los sentidos humanos, capaz de operar incluso en condiciones adversas.

Una flota adaptada a cada tipo de costa

El despliegue de embarcaciones en Galicia es amplio: bases en Vigo, Marín, Vilagarcía, Muros, A Coruña y Ribadeo, con barcos adaptados a cada entorno. "Tenemos el Halcón, una embarcación RC-101 de 33 metros y gran autonomía, y las Rodman 55, que alcanzan los 46 o 47 nudos —unos 87 km/h— y son más rápidas para persecuciones".

Estas diferencias permiten cubrir tanto zonas costeras como misiones más alejadas mar adentro, y tener capacidad de reacción rápida ante emergencias o sospechas.

Cada base tiene sus particularidades. Algunas patrulleras están pendientes de renovación, otras están especializadas en vigilancia costera de alta velocidad. Galicia requiere una cobertura diversificada debido a la complejidad de su litoral.

Al regresar a puerto, el trabajo no termina. "Se rellena el cuaderno de bitácora y el de máquinas, además de un informe si se ha producido un abordaje o incidencia, se redacta un informe".

El intercambio de turnos incluye un chequeo completo del material, el combustible, el estado del radar y de los sistemas de comunicación, así como de las armas y munición a bordo, si se han utilizado. Esta parte del trabajo, menos visible, es vital para mantener la operatividad.

Vigilancia en tierra y cooperación institucional

El Servicio de Vigilancia Aduanera no solo navega: también realiza patrullas terrestres, colabora con Salvamento Marítimo y puede activar operativos en cualquier momento. En ocasiones participan en simulacros de incendio, evacuación o rescate en coordinación con otros cuerpos.

Esta cooperación es clave en una comunidad como Galicia, donde conviven miles de pequeñas embarcaciones, industrias marítimas, turismo y pasos comerciales. La discreción y rapidez de las patrulleras es solo una parte de un engranaje mayor.

"Es un trabajo muy operativo. No es una rutina continua. Cada día es distinto al anterior", resume Amaro. Y aunque no siempre están en el agua, la costa gallega nunca está desprotegida.

Como si fuesen una sombra entre las olas, estas patrulleras recorren la costa en silencio, con motores encendidos y radar en marcha. La suya es una labor que pasa desapercibida para la mayoría, pero que representa una primera línea de defensa frente al tráfico ilegal, el contrabando y otras amenazas. Galicia, con sus rías tranquilas y sus abruptos acantilados, sigue vigilada por ojos que nunca duermen.