Iga Swiatek gana Wimbledon con un doble 6-0, el primero desde 1911 en la final del 'grand slam' inglés
- La tenista polaca logra su primer Wimbledon en menos de una hora
- Amanda Anisimova, que había vencido a Sabalenka en el torneo, no tuvo ninguna opción
Sobre la hierba de la abarrotada pista central de Wimbledon, 15.000 amantes del tenis disfrutaron de un partido doblemente inédito: Anisimova, con 23 años, se enfrentaba a su primera final de un Grand Slam. Swiatek, a pesar de tener cinco grandes títulos, nunca había llegado a una final de Wimbledon. A eso hay que añadirle que, aun teniendo casi la misma edad, nunca se habían enfrentado con anterioridad. Incluso la juez de silla debutaba dirigiendo una final en el All England Lawn Tennis Club.
La polaca, con cinco Grand Slams a sus espaldas, partía como favorita a pesar de la crisis de juego que sufría desde el verano pasado. Sin embargo, nadie podía preveer la enorme superioridad con la que jugaría la final. Un 'doble rosco' en una final de Grand Slam femenina solo se había producido en dos ocasiones: en Wimbledon 1911 (Dorothea Douglass se impuso a Dora Boothby) y en Roland Garros 1988 (Stefi Graff venció a Zvereva).
Anisimova, desaparecida
Ganó el sorteo la estadunidense, y pidió servir. Parecía una señal de confianza, pero nada más lejos de la realidad. Swiatek ejerció desde el principio esa autoridad que tienen las grandes campeonas y forzó varios fallos de Anisimova para hacerle break en el primer juego del partido. Al servicio, se puso rápidamente 2-0.
Fue despertando la estadounidense en el tercer juego, que se pudo haber llevado tras colocarse 40-15. Sin embargo, le volvieron a temblar las piernas ante la seguridad de Swiatek, que se llevó también el cuarto juego sin conceder ningún punto.
Al servicio, Anisimova comenzó con una doble falta, para luego mandar un derechazo relativamente fácil fuera de la pista. Se la notó muy incómoda, tensa, como si la presión en su debut en una final de Grand Slam estuviera agarrotando sus movimientos, y su juego.
20 minutos de reloj y Swiatek ya colocaba el 5-0 en el marcador al servicio. Al final, juego en blanco y primer set para la polaca en menos de media hora. Hay que remontarse al año 1983 para ver otro 6-0 en un primer set de una final de Wimbledon, cuando Navratilova le endosó un 6-0, 6-3 a Andrea Jaeger.
Swiatek, intratable
Parecía que Anisimova había comenzado con otra cara el segundo set, pero Swiatek volvió a tirar precisas derechas cruzadas y reveses paralelos para buscarle las cosquillas. Sin duda se las encontró a la estadounidense que, tras perder el servicio con varios errores no forzados, se la vio realmente abatida, desconcertada, muy lejos del nivel que había demostrado durante todo el torneo. Los números lo corroboran: 31 puntos ganados por la polaca y tan solo 11 de Anisimova hasta ese momento.
Llegó rápido el 2-0 de la número ocho del mundo cuando le tocó sacar a la estadounidense en el tercer juego, decisivo para intentar salvar el partido. Desesperada tras quedarse en la red más de la mitad de los primeros saques, llegó un rayo de esperanza. Anisimova conectó una derecha paralela ganadora, marca de la casa, para darle la confianza que necesitaba. Sin embargo, no terminó de encontrar la regularidad en su juego y, con dos dobles faltas y un error no forzado, Swiatek volvió a romperle el servicio para colocarse 3-0.
Tras un 4-0 de mero trámite, Anisimova intentó agarrarse de todas las maneras al quinto juego. Después de varios puntos de break en el deuce, la polaca logró imponerse y colocar el 5-0 en el marcador. En el sexto y definitivo juego, Swiatek mandó a la línea un revés paralelo para cerrar una final que duró tan solo 57 minutos.
Con este triunfo, Swiatek continúa su racha de imbatibilidad en finales de Grand Slam: seis de seis (cuatro Roland Garros, un Abierto de Estados Unidos y este Wimbledon). Logra, además, su primer título en hierba, superficie en la que históricamente peor rendimiento ha demostrado. Tras más de un año, la que fuera número uno del mundo durante varias temporadas vuelve a levantar un trofeo.