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Lucha Reyes no tuvo una infancia, tuvo un preámbulo de tragedia. Nació en 1906 en Guadalajara, Jalisco, en la pobreza más pura, la que no inspira versos ni promesas. Desde niña supo que su voz no era la de los ángeles, sino la de los que desafían al destino a gritos. Garganta enferma, voz de lija, canto de mujer herida.

El escenario la reclamó temprano, primero con el Trío Reyes-Ascencio, de donde salió expulsada por su romance con el tequila. Pero Lucha no era mujer de coros ni de mitades. Su voz, bronca y desgarrada, se hizo himno de la canción ranchera con La Tequilera, Guadalajara, Traigo un Amor. En el cine, fue la sombra luminosa de Jorge Negrete y compañía.

Fuera del foco, su vida fue un rancho en llamas. Un amor la abandonó tras caer por las escaleras y perder al bebé que esperaba, después otros hombres que la marcaron con golpes y silencios. Y un día, el 24 de junio de 1944, decidió que su último trago sería el definitivo. Se bebió la noche y se apagó. Pero su voz, su nombre y su dolor siguen vivos, porque hay mujeres que no mueren, solo se hacen eternas.

Erika Dos Santos, rapera y freestyler del barrio madrileño de San Cristóbal, ha traspasado barreras en su género. En un sector tan masculinizado como el freestyle. La han menospreciado por ser mujer y ha recibido insultos por su género y su etnia. Ella ha convertido el odio en su mejor arma a través de la música y ha conseguido hitos como ser la primera mujer en llegar a la fase final de las batallas de gallos de Red Bull. Nos cuenta cómo ha sido este proceso y de qué manera ahora intenta motivar a las jóvenes que comparten su pasión.

1975 fue el Año Internacional de la Mujer de la ONU, que también celebró por primera vez el 8 de marzo como Día de la Mujer. En la España de Franco, eso tuvo su reflejo en la derogación del llamado "permiso marital". También entonces, el movimiento feminista tomo la iniciativa con un activismo que se intensificó tras la muerte de Franco. Hablamos con protagonistas de esos momentos y de la Transición para saber cómo fueron aquellas luchas y cómo evolucionaron.

Gerty Cori nació en Praga, donde las piedras aún resuenan con los pasos de Kafka. Fue niña de salón y de libros, de una madre culta y un padre químico que endulzaba la vida refinando azúcar. Pero la dulzura no era lo suyo. A los 16 años dijo: “seré médica”, y los hombres fruncieron el ceño, porque era una mujer.

Praga la educó, Viena la vio partir. Con Carl Cori, su amor, su compañero de estudios y después su esposo y su espejo, emigró a América cuando Europa se ennegrecía de esvásticas. Cruzó el océano con un título en la maleta y la certeza de que la ciencia es territorio hostil para una mujer. En Missouri, le dieron un sueldo de migajas y un despacho de segunda, pero ella, tozuda, desmenuzó el metabolismo hasta hallar el famoso “ciclo de Cori”.

En 1947 ganó el Nobel, la consagración. Y le llegó también la enfermedad. Diez años de transfusiones y fiebre, de estudiar mientras su propio cuerpo se le deshacía. Murió en 1957, con la misma pasión intacta. La primera mujer en obtener el Premio Nobel de medicina, Gerty Cori, una diosa, una rebelde.

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Los hombres escribían, los hombres viajaban, los hombres dibujaban mapas con las puntas de sus espadas, con las suelas de sus sandalias gastadas, con la tinta de sus plumas altivas. Y Egeria miró el horizonte y dijo: yo también.

Antes que Marco Polo, antes que Heródoto, antes que los libros de viajes que vendrían después con firmas de varón y páginas de patriarca, estuvo ella, desgranando el mundo en su latín de andar por casa. No escribía como Cicerón, no hacía versos como Virgilio, no adornaba con filigranas la historia.

En el siglo IV, las mujeres viajaban, sí, pero no lo contaban. Se desplazaban en silencio, con la boca sellada, con los ojos bajos. Egeria no. Egeria preguntaba, indagaba, anotaba. Egeria contaba.

Fue la primera escritora de Hispania.

La primera en unir Occidente y Oriente con su pluma.

La primera en hacer de la palabra un pasaporte y de la fe un camino.

Egeria, una mujer, una diosa, una rebelde.

El papel de los hombres en la igualdad es un proyecto en el que nos preguntamos cómo los hombres, sobre todo en el medio rural, aprendemos a ser hombres. Organizado por el Colectivo Cala en Alburquerque (Extremadura), plantea conversatorios, concursos de memes o presencia en los medios de comunicación. Es una de las buenas prácticas HeForShe seleccionadas por Objetivo Igualdad.

¿El feminismo es también cosa de hombres? La ola feminista de los últimos años ha conseguido que muchos hombres se sumen a la lucha por la igualdad, pero también ha despertado la parte más reaccionaria de otros. Tanto es así, que en España casi la mitad de los hombres piensa que el feminismo ha ido demasiado lejos. ¿Estamos ante una reacción antifeminista?

Mañana, martes 11 de febrero, es el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. En 24 Horas de RNE queremos conocer el papel de la mujer en las instituciones científicas en España. Eloísa del Pino, presidenta del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), afirma que "en todas las áreas hay mujeres muy relevantes y podría mencionar el nombre de alguna de algunas de ellas, pero es verdad que todavía hay mucho camino por recorrer según nuestros datos". La presidenta alerta de que en algunos campos como la física o los recursos naturales hay un "desequilibrio de género que se necesita corregir", aunque también "hay áreas más igualitarias" como las relacionadas con la biomedicina.

Desde el CSIC señalan que son cuidadosos en dar oportunidades "a las científicas jóvenes en todas las áreas" y "las cuidan para que puedan desarrollar su carrera". Aunque una parte de esas mujeres salen de la Universidad y "no culminan su carrera científica". Eloísa explica que a las mujeres "les cuesta más llegar a los ámbitos más altos y también a puestos de responsabilidad [...] solamente un 32% de los institutos del CSIC están dirigidos por mujeres".

Esos chicos que están tan panchos y despreocupados sin entender que las mujeres se quejen tanto... ¡qué pesadas! ¿Tú también tienes un amigo así? Nos lo cuenta Objetivo Igualdad con la colaboración de Fundación Iniciativa Social.

Charlotte Cooper nació el 22 de septiembre de 1870 en Ealing, un modesto barrio de Londres donde el viento de la campiña aún se colaba entre las casas de ladrillo rojo y las calles vacías se llenaban del ruido distante de la gran ciudad. Su familia no era rica ni famosa, pero tenía algo que muchas otras no poseían: la visión de que su hija podía ser algo más que una sombra en la vida.

Su debut en Wimbledon, en 1893, fue una de esas gestas que nadie imaginaba pero que, con el paso de los años, se volvería una de las historias que forjarían la historia del tenis. Perder contra Blanche Bingley Hillyard en las semifinales fue solo una pausa en su camino, una pausa que dejó un regusto amargo, pero que, como el buen vino, fermentó en ella una determinación implacable. Y al siguiente año, en 1895, llegó la victoria: una final en la que derrotó a Helen Jackson. Charlotte Cooper no solo había vencido a su oponente, había derrotado al prejuicio, a la incredulidad de una sociedad que no estaba lista para una mujer campeona.

Pero el gran logro de su vida, el que la colocaría en el libro de oro del tenis, ocurrió en 1900. Los Juegos Olímpicos de París, la primera vez que el tenis formaba parte de los Juegos Olímpicos, abrieron un nuevo horizonte para las mujeres en el deporte.

Eulalia Pérez Sedeño, catedrática de lógica y filosofía e investigadora del CSIC especialista en historia de la mujer en la ciencia nos habla de cómo se encontró con el feminismo en sus estancias en el extranjero y cómo ha tratado la historia de la ciencia a las mujeres.

En la sección de "El lado humano del deporte" con Marta San Miguel, hablamos de mujeres pioneras en el deporte y analizamos la evolución de la figura de la mujer en las actividades deportivas. Garbiñe Muguruza, colaboradora del programa nos explica cómo ha cambiado la representación de la mujer en el tenis, y afirma que "gracias a otras mujeres, podemos disfrutar de jugar como queremos".

Entrevistamos a Patricia Cazón, periodista del periódico AS, colaboradora de RTVE y escritora, entre sus libros Las mujeres salmón. Conversamos sobre el machismo presente en deportes como el fútbol en los años 60, cuando apenas se celebraban las victorias de las mujeres. Cazón observa un gran cambio, y es que las grandes deportistas en la actualidad sí aparecen en las portadas y titulares de los periódicos.

La mutilación genital femenina afecta a doscientos treinta millones de mujeres y niñas en el mundo, más de ochenta mil en España y es "la punta del iceberg de otras formas de violencia de género". Candela Ruiz Ubago, periodista de RNE, se reúne con Asha Ismail, directora de la organización Save a girl, save a generation, en su oficina en Carabanchel (Madrid): "Lo que me lleva a esta realidad es que fui victima de la mutilación genital femenina. Me considero superviviente, pero fui victima", relata. Ismail nació en Kenia, con cinco años viajó al pueblo de su abuela para que una mujer le practicase la mutilación genital femenina y su organización, junto con otras 19 entidades forman la Red Estatal Estatal Libres de Mutilación Genital Femenina. Entre sus objetivos está la creación de un registro de víctimas.

Además, educar en sexualidad también puede ayudar a las mujeres y a la forma de entender el sexo. A raíz de una visita al ginecólogo y varias charlas, Ismail descubrió la forma que tiene el clítoris: "Si lo hubieran sabido me lo hubieran extirpado todo". También ponen el foco en la educación de las familias: "Ya sabemos que la mutilación no se realiza por motivos médicos ni religiosos", dice Ismail, que apuesta por explicar que la mutilación genital femenina no tiene ningún beneficio para las niñas.

Más de 200 millones de mujeres y niñas sufren en su día a día las consecuencias sanitarias y psicológicas de haber sido mutiladas genitalmente en todo el mundo, especialmente en África y en algunos países de Asia, pero también está sucediendo en Europa. Hoy es 6 de febrero, Día Internacional de Tolerancia Cero con la Ablación Femenina, y Asha Ismail, directora de la iniciativa Save a girl, save a generation, pone voz a esta realidad en Las Mañanas de RNE con Josep Cuní. Ismail admite que ha usado su vivencia personal como víctima de esta práctica para poder hacer activismo: "El daño que te hacen es permanente, es un problema psicológico que te acompaña toda la vida, pero en mi caso, como lo he convertido en mi activismo, pues lo llevo bien", cuenta.

La entrevistada detalla que "superar el miedo es el primer eslabón de la cadena después de la agresión" y que su forma de trabajar con mujeres en su misma situación es mediante la creación de espacios seguros "donde puedan hablar libremente". "Se necesitan psicólogas, gente especialista para poder ayudarles con ese seguimiento. Lo que pasa es que a las personas de mi comunidad no les gusta mucho hablar con psicólogos, entonces, las animamos un montón para que puedan buscar otro tipo de terapias que les puedan ayudar", concluye Ismail.