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La Mar de Músicas 2010

El adiós de cada año

Por
Finaliza La Mar de Músicas

De Colombia a Italia en unos segundos, gracias a ese milagro escrito a fuego en el cielo que La Mar de Músicas ha convertido en santo y seña de sus despedidas. 

Una lluvia de fuego artificial que cae mansa sobre tan poco artificio como el que disfruto a mi izquierda: esa bahía mediterránea que invita a sestear de nuestras propias vidas proponiendo otro tipo de ensueños, de viajes llenos de preguntas y, con suerte, de algunas respuestas. 

A mi derecha, el Teatro Romano, que también fue mercado medieval o medina musulmana.  Frente a nosotros (técnicos y locutores) el talento y la emoción de quien se sube al escenario del Auditorio del Parque Torres

Este año inauguramos la experiencia con el estreno mundial de un proyecto largamente acariciado por quienes lo interpretaron sobre el escenario: Elíades Ochoa, Bassekou Kouyate, Toumani Diabate y Djelimady Tounkará. Y detrás, entre bambalinas, un productor de éxito, Nick Gold, superando los nervios de una semana de ensayos previos en Cartagena. 

Han sido los primeros pasos de un proyecto que tiene visos de hacerse tan grande en el tiempo como su predecesor, Buena Vista Social Club. No se hablaba de otra cosa esos días en el Nuevo Teatro Circo, en el centro de la ciudad, muy cerquita de una recién remodelada calle Real. 

El mes de julio (y en parte gracias a este Festival, las gentes que ha convocado, sus necesidades y sus propuestas) ha cambiado mucho a esta ciudad, pero desde luego, nosotros también hemos cambiado con ella. Toumani regresó este año al Parque Torres y convirtió en orquestal lo que era susurro en la cuerda del arpa africana. 

Nos llevamos la profunda intensidad de una niña: la estadounidense Melody Gardot, destinada a quedarse en la historia, el día en que la selección de futbol española escribió la suya ganando la Copa del Mundo. Nos enamoramos escuchando a una mujer de voluptuoso recato y provocación casi incendiaria, la marroquí de ascendencia amazigh Hindi Zahra

Volvieron a seducirnos antiguos conocidos de los escenarios de La Mar de Músicas: Youssou N'Dour, la gran voz de todo aquel que tenga un corazón negro. Y Salif Keita: el tenor albino que ha sabido reducir el planeta entero a un solo continente y que nos hace entender sin dudas la conversación entre otro grande de la kora de Mali, Ballaké Sissoko y el francés Vincent Segal

Permanecerá para siempre aquella noche en mi memoria, la luz de las velas, el recogimiento digno de la Catedral Antigua, aún sagrada, piensas al contemplar la historia que enseñan sus capiteles derruidos por las bombas, el cielo cubierto de estrellas y escuchas, mezclándose con la dulce voz de la colombiana Marta Gómez, las campanadas quedas procedentes de la Iglesia de Santa María. 

Cruce de épocas, culturas y continentes, La Mar de Músicas (Cine, Arte y Literatura), con África este año tan cerca como América, por obra y gracia de un encuentro que nos hace únicos, como contaban Javier Codesal en sus estremecedoras imágenes sobre la vida y la muerte, aquí y ahora, en España y en Colombia o las piezas escultóricas de Nadín Ospina.

Concluye nuestro viaje y con él otros muchos encuentros, los de los amigos que se sientan tranquilos en la Plaza del Ayuntamiento o bailan hasta la madrugada en el Castillo árabe, como sólo suceden las cosas aquí, a orillas del Mar Nuestro, eterno. Una celebración del mundo y quienes lo habitamos   que pasa cada mes de julio, en Cartagena, España.