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Guatemala y la mirada española sobre la noche alemana refrescan la Berlinale

  • Ixcanul, del guatemalteco Jayro Bustamante, conmovió al festival
  • La española Laia Costa destaca en Victoria, del alemán Schipper
  • Sueñan los androides, de Ion de Sosa, se proyecta en la sesión Forum

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Victoria - Photocall - 65th Berlin Film Festival
La actriz española Laia Costa, entre el directo Sebastian Schipper y el actor Frederick Lau durante la presentación de 'Victoria' en el Festival de Berlín.

El debut de Guatemala en la Berlinale, con un drama indígena sobre infancias robadas, así como la mirada de la española Laia Costa sobre la noche alemana, aportaron este sábado aire fresco a la Berlinale, en una jornada donde el teórico plato fuerte era Léa Seydoux, como camarera francesa asediada por el patrono.

Ixcanul, un filme rodado entre cafetales volcánicos por Jayro Bustamante, conmovió al festival europeo, cuyo eje temático este año es el cine de corte indígena no colonizable, con una historia que arranca de un matrimonio concertado e incide en el aislamiento recíproco entre las sociedades maya e hispana.

Victoria, dirigida por el alemán Sebastian Schipper, es una incursión en un nuevo lenguaje cinematográfico, con una película montada que adopta el formato de secuencia única y sigue los pasos de una madrileña, desde la salida de la discoteca berlinesa y hasta la mañana del día siguiente.

Para los menos amantes de la innovación, la jornada a competición contaba con Journal d'une femme de chambre, con la deliciosa y maligna camarera Seydoux dirigida por Benoit Jacquot y con Vincent Lindon ejerciendo de jardinero parco en palabras, pero cómplice.

El equilibrio entre nuevos talentos y la solidez de los maestros estaba garantizado y, de paso, se compensó la decepción del día anterior por Queen of the Desert, el filme de Werner Herzog que sorprendió, por flojo, a quienes esperaban con ansia el regreso del veterano director alemán a la Berlinale.

A Victoria le falta guión y sobran minutos -140 en total-, pero lo compensa la vitalidad de la muchacha que interpreta Costa y el buen ritmo de un filme rodado casi sin aliento, en unas pocas manzanas entre el multiétnico barrio de Kreuzberg y el turístico Mitte berlinés.

Todo gira alrededor de Victoria, la inmigrante con ganas de no volverse sola a casa que se deja arrastrar a planes turbulentos de un grupo de muchachos sin grandes dotes para el delito, pero con cuentas pendientes de resolver.

No hay más historia que el discurrir de los acontecimientos, casi en tiempo real, con una Laia Costa que, de recién incorporada, pasa a asumir liderazgos por alguna especie de talento natural y a lo largo de sus horas tras las cuales nada seguirá igual.

El mundo indígena de Bustamante

Ixcanul es otro tipo de exploración en talentos naturales, los de María Mercedes Coroy y María Telón, hija y madre en el filme, dando fuerza a unos personajes desde el silencio y tristeza de sus miradas de mujeres kaqchiquel, que no hablan otra lengua que la indígena.

El mundo indígena de Bustamante es, a la vez, tierno y rudo, donde se emborracha a los cerdos con aguardiente para que copulen más y mejor y donde se "vende" a la hija para poder seguir labrando la tierra que no es suya, pero a la que también se mima y arropa, llegado el peor momento.

Es un entorno de prácticas ancestrales, donde finalmente la salvajada no procede del entorno casi primitivo del indígena, sino del llamado mundo civilizado, sea por parte de quienes proceden de este o de quienes se incorporaron a él.

La inclusión de Ixanul a competición tenía rango de doble debut -el de Guatemala a competición y el de Bustamente, con su primer largometraje- y, en ambos casos, fue un estreno más que exitoso, en una Berlinale que dedica una especie de minifestival paralelo, el ciclo Native, al cine indígena procedente de América Latina.

"Es un honor para mí estar aquí. Pero lo sería también si Guatemala estuviera todos los años en competición", bromeaba el joven realizador, acompañado de sus dos intérpretes femeninas, ambas por primera vez fuera de su país y algo azoradas ante el estreno, en la gala nocturna, de su película.

El impacto de los ojos de Laia Costa

Victoria dejó, por su parte, a la Berlinale bajo el impacto y la vitalidad impregnados en los ojos de Laia Costa, mientras que a su director se le agradeció el coraje innovador, como contrapunto a las fórmulas desgastadas que el día anterior representó Herzog.

Habría sido una jornada redonda para una Berlinale que trata de satisfacer todos los componentes que se consideran inherentes a un festival -búsqueda de nuevos lenguajes y cinematografías, combinado con maestría, más espectáculo- si no hubiera faltado la que se anunciaba como presencia estelar del día, Seydoux.

La actriz que da cuerpo a la seductora camarera del XIX francés, acosada por sus patronos masculinos -sean viejos verdes o adolescentes enfermizos- y tiranizada por despóticas señoras, canceló su presencia por estar inmersa en otro rodaje de Spectre, donde pone su sexy al servicio de James Bond.

Ciencia ficción española en el festival

La de Laia Costa no ha sido la única presencia española en esta jornada de la Berlinale ya que la cinta Sueñan los androides de Ion de Sosa se proyecta en la sección Forum dedicada al cine experimental.

Rodada en 16 milímetros y en cuadrado, la película es una adaptación de la novela de Philip K. Dick Sueñan los androides con ovejas eléctricas, en la que se basa Bade Runner, de Ridley Scott. En la versión de Sosa aparece la ciudad de Benidorm habitada por androides, que conviven con humanos, sin distinguirse los unos de los otros.

Un policía, interpretado por Manuel Marín, da caza a estos androides, que deben ser eliminados.