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Ritos y símbolos: ¿en qué hay que fijarse en el discurso del estado de la Unión de EE.UU?

  • El discurso anual del presidente de EE.UU. tiene una gran escenificación
  • Los invitados, que empezaron con Reagan, suelen ilustrar su mensaje 

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La sociedad y la política en los Estados Unidos pueden llegar a estar tan divididas y crispadas como en España, pero periódicamente hay ceremonias en las que durante unas horas, o apenas una hora, todos obedecen una tregua para escenificar un respetuoso ritual institucional. Una de esas ocasiones es la Inauguration, la toma de posesión del presidente y otra es el discurso del estado de la Unión.

El discurso del estado de la Unión encierra una sucesión de ritos, además de lo importante, que es el mensaje del presidente. Uno de esos ritos es la entrada lenta y triunfal del presidente en la Cámara de Representantes ovacionado por todos los Congresistas (Representantes y Senadores) que le hacen una especie de paseíllo.

Coreografía institucional

Durante el discurso, detrás del presidente se sientan, como si lo custodiaran, el presidente de la Cámara de Representantes -anfitrión del acto- y el del Senado, que es el vicepresidente. Este año, como el pasado, son John Boehner y Joe Biden.

El body language, el lenguaje corporal, no verbal, de los presidentes de las cámaras tiene especal interés cuando, como es el caso este año, el presidente de la Cámara de Representantes es del partido opuesto al del presidente. El interés se centra en ver cuándo aplaude y cuándo no, cuándo se ve arrastrado a aplaudir con desgana y cuándo uno de los dos da el paso de ponerse en pie para aplaudir. Si las pausas en el discurso del presidente son la partitura, los modos e intensidad de los aplausos de los presidentes de las cámaras hacen las veces de director de orquesta en esta ceremonia.

Menciones e invitados ejemplares

Un rito clásico son las menciones, siempre hay alguna, del presidente a la primera dama y, no hay duda, en ese capítulo es difícil superar la tensión dramática que acumuló la de Bill Clinton en 1998 días después de que estallara el escándalo Lewinsky.

Otra tradición ya es una novedad que introdujo Ronald Reagan hace tres décadas. El presidente al que tanto le gustaba ilustrar sus discursos con historias personales empezó a llevar invitados que sentaban junto a la pimera dama en la tribuna para el público. Los elegidos pueden ser personajes conocidos, ilustres, pero abundan los hérores anónimos. Héroes militares, veteranos de alguna de las guerras en curso o recientes, y héroes civiles.

El pimer invitado por Reagan en 1982 fue Lenny Skutnik, un funcionario que se lanzó a las aguas heladas del río Potómac para rescatar a una mujer que se había estrellado en un avión. En 2007 George W. Bush invitó a Wesley Autrey, un pasajero que arriesgó su vida lanzándose a las vías del metro de Nueva York para salvar a un hombre que había caído. A veces la heroicidad se recompensa con el honor de la invitación décadas después, como cuando Bill Clinton invitó en 1999 a Rosa Parksla mujer negra que osó sentarse donde no le tocaba en el autobús en tiempos de la segregación.

Homenaje e instrumento

Los invitados reciben un homenaje y a la vez sirven para reforzar el discurso del presidente, que oportunamente los menciona para ilustrar sus argumentos. Por eso conocer de antemano la lista de invitados da idea de qué aspectos subrayará el presidente. Entre los varios invitados por Barack Obama este año para sentarse junto a Michelle destacan víctimas de la violencia por arma de fuego, los padres de Hidaya Pendleton, la chica de 15 años que murió en un tiroteo en Chicago días después de haber cantado en uno de los actos de la toma de posesión de Obama.

No son las únicas víctimas invitadas este año y varios congresistas han tenido la misma iniciativa. Especialmente emotiva es la presencia de la excongresista Gabrielle Giffords, superviviente de la matanza en Tucson. La han invitado el representante Ron Barber (demócrata) y el Senador John McCain (republicano), ambos de Arizona, el estado de Giffords.

Con la presencia de estas víctimas confían en poner rostro humano y carga emotiva a la voluntad del presidente de presionar a la opinión pública y a los legisladores para endurecer las leyes sobre compra y tenencia de armas. Y sí, los partidarios de no restringir el derecho a comprar y portar armas también tienen invitados.

El otro ritual es que el partido de la oposición elige entre sus filas a alguien, cada año varía, con tirón o a quien quieren promocionar para que le dé la réplica al presidente. Este año el Partido Republicano ha elegido a Marco Rubio, Senador por Florida y en la quiniela de potenciales candidatos a presidente. Pero esa réplica está habitualmente abocada al fracaso. No se produce en la Cámara de Representantes, sino en algún otro lugar y se transmite por televisión. Pero pocos le prestan atención. La atención se la lleva el análisis el discurso del presidente y de esa coreografía institucional y simbólica que lo rodea.

* Anna Bosch es periodista de TVE y ha sido corresponsal en Washington entre 2004 y 2009.