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El integrismo, derrotado en Mali (por ahora)

  • La contención del yihadismo es el gran reto de la comunidad internacional
  • Uranio, oro y minerales: la sombra que planea sobre la intervención gala

Ver también: Claves del conflicto militar en Mali / Refugios islamistas

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Grupo de soldados malienses en la reconquistada ciudad de Diabaly.
Grupo de soldados malienses en la reconquistada ciudad de Diabaly.

En Mali un 90% de la población es musulmana pero no se oye cantar al muecín de las mezquitas varias veces al día, como en la mayoría de países del Magreb y Oriente Próximo. Las mujeres trabajan, muchas llevan el pelo al descubierto, vestidos llamativos y conducen motocicletas o cualquier otro tipo de vehículos. También es posible entrar en bares para la población local y encontrar cerveza y otras bebidas alcohólicas. Es un país musulmán pero tolerante. Su Islam no es el que se deja sentir en Afganistán o Egipto. Ni siquiera es el de Túnez o Marruecos.

Quizás por eso la ideología de Al Qaeda en el Magreb Islámico y los otros grupos que usurparon el alzamiento independentista tuareg del norte del país no han calado entre los malienses, escandalizados y horrorizados, al ver las imágenes y oír las noticias de ejecuciones, amputaciones o castigos corporales que los islamistas han infringido a quienes no cumplían a rajatabla la ley islámica en los territorios bajo su control.

La mayoría de la prensa seguíamos a las tropas franco-malienses en su avance hacia el norte y puede que eso influyera en que nos resultara tan difícil encontrar a alguien a favor de los islamistas. En los territorios reconquistados los integristas estaban en busca y captura y se encarcelaba a cualquier sospechoso de simpatizar con ellos por miedo a que fuera un confidente. Incluso había algunas denuncias de que las tropas malienses habían cometido graves violaciones de los derechos humanos con presuntos islamistas. 

Aun así, lo más frecuente era toparse con población que había huido del sistema implantado por los yihadistas en el norte o con mujeres que habían escapado de lo que describían como un “régimen de terror” y opresión. Ahora, después de la contundente ofensiva gubernamental,  los integristas se han retirado de las grandes ciudades y se han refugiado cerca de las porosas fronteras con Mauritania y Argelia, pero, sin una labor de contención que perdure en el tiempo volverán a golpear en Mali o en cualquier otro país de la región. Ese es, hoy por hoy, el gran reto al que se enfrenta la comunidad internacional.

En Mali sigue la ofensiva del ejército y las tropas francesas se dirigen hacia Gao

Lo cierto es que las críticas de los locales –al menos en la mitad sur del país– se dirigían contra la casta política maliense más que contra la intervención francesa. En los medios de comunicación malienses que simpatizan con el ejército, se refleja el malestar con los dirigentes tradicionales. Un descontento que se centra más en el hecho de que los franceses hayan tenido que ir a sacarles las castañas del fuego, que contra las posibles ansias neocolonialistas de París. En cualquier caso esta es una corriente vinculada a los militares golpistas que en marzo de 2011 derrocaron al gobierno democrático, pero corrupto, que gobernaba el país.

Uranio, oro y riquezas minerales

Pero, quizás, lo que más me llamó la atención fueron las tres personas que conocí durante mis últimas horas en Bamako, la capital. En menos de media tarde que pase en el hall del hotel L’Amitie, en el que se suele alojar la prensa, conocí a tres extranjeros –por cierto, uno de ellos, español–. Los conocí por separado, y todos se dedicaban a lo mismo: la minería. 

Todo el mundo ha oído hablar de las importantes reservas de uranio –tan importantes para las centrales nucleares francesas – que se esconden en el este del país y los rumores sobre la existencia de grandes reservas de oro en el norte son cada vez más fuertes. Las riquezas naturales de Mali –que ya es el tercer productor de oro del África–, han hecho que la sombra de la duda planee sobre los verdaderos intereses de la intervención francesa. 

A ello se refería Antoine, un comerciante libanés que tiene un hotel y una empresa de distribución de bebidas en Ségou, en el centro de Mali, mientras charlábamos tomando una Castel, quizás, la cerveza más popular en el África francófona.

-Si los franceses vienen a parar a los islamistas –me dijo Antoine, que lleva más de 30 años en Mali – entonces todo está bien. Incluso aunque se beneficien de otras cosas, pero si solo vienen a por el uranio y los metales, entonces, habrán ganado ellos.