Enlaces accesibilidad

Lars von Trier eclipsa su excelente 'Melancolía' en Cannes por simpatizar con Hitler

  • "Entiendo a Hitler, simpatizo un poco con él", ha asegurado el director
  • Horas después, el director ha pedido disculpas y ha negado ser nazi
  • Gran expectación para ver la historia de Sarkozy, La conquista

Ver también: Ver también: Especial Festival de Cannes

Por
Un Lars von Trier hitleriano y 'La conquista' de Sarkozy

Como un hijo pródigo que vuelve al hogar ha sido recibido en Cannes Lars von Trier con su contenida película Melancolía, pero el director, abonado a la polémica tras la experiencia de Anticristo, ha decidido buscar otras vías para seguir en esa línea al afirmar que simpatiza con Adolf Hitler, aunque horas después se ha disculpado.

"Yo entiendo a Hitler aunque entiendo que hizo cosas equivocadas, por supuesto. Sólo estoy diciendo que entiendo al hombre, no es lo que llamaríamos un buen tipo pero simpatizo un poco con él", ha espetado en la rueda de prensa de presentación del filme al haberle preguntado por su acercamiento al judaísmo.

"La única que cosa puedo decir es que durante mucho tiempo pensé que era judío y estaba contento. Luego comprendí que no lo era. Quería ser judío pero en realidad me di cuenta de que era un nazi porque mi familia era alemana, lo cual también me agradaba", fue el inicio de su argumentación.

Al final intentó suavizar: "No estoy a favor de la Segunda Guerra Mundial ni estoy en contra de los judíos". Pero la polémica ya había explotado.

Para el enviado especial de TVE a Cannes, Carlos del Amor, el siempre polémico Von Trier "ha perdido muchos puntos" en su carrera por la Palma de Oro.

Horas después, el director danés ha emitido un comunicado en el que ha pedido "disculpas" por sus declaraciones y ha negado ser antisemita, racista o nazi.

La propia organización del festival cinematográfico "invitó" a Von Trier a explicarse por esas declaraciones. "El cineasta precisa que se dejó llevar por una provocación. Presenta sus disculpas", completó por su parte la organización en el comunicado. "La dirección del Festival toma nota y transmite las disculpas de Lars Von Trier. Reafirma que no admitirá jamás que el certamen pueda ser el escenario de declaraciones semejantes sobre esos asuntos".

El muro de las lamentaciones

Dejando aparte los jardines en los que se ha metido el director danés, su película parece "un muro de las lamentaciones", a juicio de la enviada especial de RNE, Conxita Casanovas, que se ha puesto "tan cósmico" como Terrence Malik en El árbol de la vida. Y es que la película arranca con el feliz acontecimiento de una boda de una pareja, a la vez que un planeta se dispone a chocar contra la Tierra.

Von Trier, que llegó a proclamarse hace dos años en Cannes como "el mejor director del mundo", ha comentado que ya ha dejado de beber y ha superado su propia melancolía -se acaba de recuperar de una depresión- y ha hecho algunas confesiones sobre sus creencias: "Para mí, la única luz divina que existe es el cine", ha dicho, según cuenta Casanovas, que destaca la "fotografía absolutamente espectacular" de Melancolía.

Él mismo definía su filme como "romántico", aseguraba que su película no parece suya, que su "look" le recordaba a esas cintas que detesta y que en su próximo filme quería radicalizar sus posturas y rodar pornografía.

Pero también reconoció su alegría por volver a Cannes, lugar que le premió con la Palma de Oro con Bailar en la oscuridad e inauguró el influyente movimiento "Dogma 95" con Los idiotas.

"He tenido muchas fases melancólicas en mi vida, pero hoy estoy muy contento de estar aquí", reconocía con cordialidad para sorpresa de los asistentes, sin que se pudiera prever el giro que daría la comparecencia, que ha dejado la calidad artística de esta aproximación intimista al apocalipsis en un segundo plano.

Pulcra visualmente, equilibrada en su acercamiento a unos personajes desequilibrados y filosófica en su acercamiento al eterno dilema entre ciencia e intuición, la cinta arrancó, si bien no una ovación cerrada, sí la complicidad de un público mucho más amplio del que suele acompañar a un director que levanta tantas pasiones como odios.

Kristen Dunst, la novia que entra en depresión tan solo horas después de decir el "sí quiero", es la protagonista de este díptico de la complejidad femenina. El otro lo dirige Charlotte Gainsbourg,  como su controladora hermana, aterrada por el fin de los tiempos.

Y aun en la cuenta atrás de la especie humana, no dudarán en sacar los trapos sucios para completar el cuadro psicológico familiar Charlotte Rampling, como la despiadada madre, y John Hurt como el desprendido padre.

Dunst, que ya estuvo en Cannes como la Maria Antonieta de Sofia Coppola, deslumbra esta vez por su ductilidad a la hora de mostrar el abanico de fortalezas y fragilidades de su personaje, Justine. Y su interpretación suena a premio si al final el jurado se ciñe a criterios estrictamente cinematográficos.

"La depresión en el fondo es un proceso de abrirse de par en par y fortalecerse", ha dicho la actriz.

Expectación por la historia de Sarkozy

En Cannes también había expectación este miércoles por ver una cinta fuera de concurso, La conquista (La conquete), que narra el ascenso al poder del presidente francés, Nicolas Sarkozy, pero también entra en su ámbito privado, centrándose en el deterioro de su matrimonio, informa Carlos del Amor.

"Nunca en Francia se había mezclado cine y política", ha contado una periodista francesa a las cámaras de TVE tras el pase de la cinta.

El presidente francés ya ha dicho que no piensa verla "para preservar su salud mental", según ha dicho algunos medios franceses, cuenta el enviado especial de TVE.

En la película, el director francés Xavier Durringer dramatiza los años que van de 2002 al 6 de mayo de 2007, justo el día en que Sarkozy alcanzó la jefatura del Estado en unos comicios presidenciales que arruinaron su vida conyugal.

La jefatura del Estado, el poder, "nunca tuvo el guión", ha declarado Durringer, quien ha dicho que la cinta "se rodó casi en secreto", precisamente para evitar influencias y manipulaciones como a las que se asisten en la película, donde Sarkozy y sus "sarko-boys" tienen a veces el aspecto de pequeños (o grandes) mafiosos. Pero Durringer ha señaldo que esto es ficción, se trata de una reconstrucción basada en hechos reales, que no necesariamente tiene correspondencia literal con ninguna ocasión concreta y con tintes de novela policíaca.