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El LHC la emprende con los iones de plomo

  • Ha alcanzado todos sus objetivos para este año
  • Aunque aún no funciona a tope, ya produce datos para su estudio
  • En breve se parará para tareas de mantenimiento programadas

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Así se ve la colisión de iones en el detector Alice, uno de los componentes del LHC diseñado para captar estos choques
Así se ve la colisión de iones en el detector Alice, uno de los componentes del LHC diseñado para captar estos choques

Los equipos de científicos y técnicos que trabajan en el Gran Colisionador de Hadrones del CERN en Suiza están muy contentos porque según anunciaban hace unos días ya se han realizado las primeras colisiones con iones de plomo, apenas un año después de realizar sus primeras colisiones voluntarias.

Esto es importante porque el LHC está diseñado precisamente para trabajar haciendo chocar dos haces de iones de plomo que circulan en sentido contrario a lo largo de su circunferencia, con la idea de que estos choques reproduzcan a escala microscópica las condiciones reinantes justo después de producirse el Big Bang, algo que debería permitir a los científicos profundizar en su conocimiento acerca de nuestro universo y su origen.

Hasta ahora se había utilizado otras partículas más "manejables" para ir comprobando el funcionamiento del LHC. Poder realizar estas colisiones con estos iones de plomo es importantísimo, pues demuestra la validez del diseño del LHC, sin lugar a dudas la máquina más compleja jamás fabricada.

Esta complejidad, de todos modos, no es caprichosa, pues las colisiones de las partículas han de producirse en el punto preciso en el que está alguno de los cinco instrumentos con los que cuenta para estudiarlas, y manejar átomos -los iones no son otra cosa que átomos con carga eléctrica- que se mueven a una velocidad de un 99,99% la de la luz, unos 300.000 kilómetros por segundo, no es fácil.

Es, simplificando mucho, como si unos expertos en seguridad automovilística quisieran hacer chocar unos vehículos que se estuvieran moviendo a altísima velocidad en sentido contrario en un punto determinado pero sin poder actuar directamente sobre sus motores ni sobre sus volantes.

Las partículas se manejan mediante unos potentísimos imanes

Y es que ciertamente las partículas que se usan en el colisionador de hadrones no tienen acelerador ni volante, por lo que hay que manejarlas mediante unos potentísimos imanes que son capaces tanto de acelerarlas como de desviar su trayectoria para que no se salgan de la circunferencia de 27 kilómetros de longitud que lo forma, lo que requiere de unos mecanismos de control altamente precisos, pues cuando van tan próximas a la velocidad de la luz dan más de 11.000 vueltas por segundo.

Lo que hace ligeramente más sencilla la tarea es que las partículas se introducen en el LHC en haces de varios millones de ellas en lugar de una en una, con lo que a la hora de hacerlas chocar aumentan mucho las probabilidades de obtener un choque.

Es como si se cruzan dos ciclistas circulando en sentido contrario o si se cruzan dos pelotones de ellos; en el segundo caso es obvio que es mucho más probable que se produzca un choque, aunque también es casi seguro que algunos de ellos sobrepasarán el punto de cruce sin haber chocado con nadie.

En este sentido otro de los logros del equipo del LHC en estos meses ha sido el de conseguir que la luminosidad, que es el término que expresa la efectividad de un instrumento de este tipo en cuanto al número de colisiones que se consigue en un tiempo determinado, también haya alcanzado el objetivo que se habían fijado para este año.

Un buen año para el acelerador

En general, ha sido un muy buen año para el LHC, en especial teniendo en cuenta que en realidad los técnicos y científicos que lo manejan están aprendiendo sobre la marcha a usarlo.

Incluso, a pesar de que todavía no está funcionando al 100% de sus posibilidades, algo que tampoco era el objetivo para este año, ya está produciendo cantidades ingentes de datos con los que los científicos de todo el mundo ya están trabajando.

Pero la tarea que les queda por delante no es precisamente sencilla: podríamos pensar en ella como si Leonardo da Vinci tuviera que averiguar cómo se fabrica un avión a partir de los restos de uno tras un accidente, aunque ciertamente un universo es casi infinitamente más complejo que un avión.

Tras estos meses tan buenos a principios de diciembre el LHC entrará en una de sus paradas de mantenimiento programadas, por lo que no es probable que hasta el año que viene se consigan nuevos avances significativos, pero desde luego promete.