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OPINIÓN

Acaba la cumbre y queda pendiente el Objetivo 8

  • La formación de una alianza mundial para el desarrollo es básica
  • El papel de la sociedad civil será básico en los próximos cinco años

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Mientras en la sede de Naciones Unidas se debatía este miércoles la aprobación de la resolución sobre los Objetivos del Milenio(ODM) y Obama y Ban Ki-moon hacían sus anuncios estrella con más ruido que nueces una alianza internacional de sociedad civil contra la pobreza, la Global Call Against Poverty, reflexionaba también sobre el tema en un centro cultural cerca de la Quinta Avenida.

Y es que, a cierre de la Cumbre y la apertura por tanto del sprint final hacia 2015, tocaba hablar del último objetivo, como única vía para avanzar en todos los demás. El número ocho, el más general, el de "desarrollar una alianza global para el desarrollo".

Hablan las organizaciones de entender los ODM desde los derechos humanos, tanto económicos como políticos, sociales, culturales y ambientales y proponen abordarlos no sólo desde sus frías metas e indicadores sino desde los derechos que subyacen tras ellos y que llevaron, o debieron hacerlo, a su redacción (derecho a la alimentación, a la salud, a la no discriminación, a la igualdad).

Justicia, no caridad

Por eso, porque son derechos, deberían garantizarse obligatoriamente y no desde la voluntariedad de los estados. De esto se ha tratado, de reclamar que es una cuestión de justicia, no de caridad, no de que los gobiernos digan con palabras bonitas que lo intentarán, sino que aseguren con firmas que lo cumplirán. Pero esta vez de verdad.

El papel de la sociedad civil será, en los cinco años que quedan, vigilar ese cumplimiento en nombre de las personas más vulnerables que tienen acceso limitado a la información y a las instancias de toma de decisiones.

El marco parece el apropiado. Las Naciones Unidas no sólo se ocupan de los principios de desarrollo, sino también de la paz y los derechos humanos. O eso dicen.

Así la propia declaración que se debatía incluye una referencia a la necesidad de garantizar el desarrollo, la paz y los derechos humanos. Idealista posiblemente, pero no por ello ni menos real ni únicamente atribuible a algunas personas reunidas en un pequeño centro cerca de la quinta avenida.

Además del debate de la declaración, ha habido un acto sobre rendición de cuentas en Naciones Unidas pero ésta no debe darse sólo desde los receptores, explicando qué hacen con la ayuda sino también desde los donantes, que son los mayores incumplidores de compromisos. Tan a la vista está, que hasta se ha reconocido públicamente.

Repensar el papel de la sociedad civil

En los próximos años, y visto lo visto hasta hoy, es necesario repensar los procesos que pertenecen, no sólo a los gobiernos, sino también a la sociedad civil.

La reflexión sobre la eficacia debe partir de ahí. O la preocupación por la crisis de la deuda. No en vano, las organizaciones presentes han acogido calurosamente la iniciativa de una tasa a las transacciones en divisas dentro de los mecanismos innovadores de financiación del desarrollo por entenderla como un primer paso para un sistema de solidaridad global. Claro que es un tema global.

En fin, la Cumbre se cierra, la agenda postcumbre se abre y queda la sensación de que ese objetivo del milenio número ocho cobra importancia.

La organización de la Cumbre ha hecho difícil la relación y el diálogo entre lo gubernamental y la sociedad civil estos tres días pero hay paralelismos y puntos de contacto suficientes como para pensar que se puede y debe trabajar para cumplir esa alianza amplia y global para el desarrollo que establece ese último objetivo 8.

Vamos partiendo de Nueva York; delegaciones oficiales y no oficiales, representantes de movimientos sociales y ONG. Esperemos que cuando nos volvamos a ver las caras en 2015 tengamos mejores noticias.