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'El último dodo', vientos de renovación en la novelística española llegados de Canarias

  • El periodista grancanario Nicolás Fabelo publica su primera novela
  • La obra radiografía las dificultades laborales de la generación de la democracia
  • Lee el encuentro digital con el autor en RTVE.es

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El último dodo

  • Ediciones Idea
  • Tenerife
  • 2009
  • Páginas: 223
  • Precio: 12,95 euros

"He subido al baño para hacer tiempo, para intentar poner orden de una vez por todas en esta vida y esta mente completamente a la deriva", asegura el narrador de El último dodo, primera novela -o "diario novelado"- del escritor y periodista grancanario Nicolás Fabelo (Las Palmas, 1968).

En abril de 2003, Fabelo se encontraba en una "encrucijada personal": a la vuelta de su luna de miel en la India, se reincorporaba a su empleo en una editorial de enciclopedias que le gustaba pero por el que cobraba un mal sueldo que sus jefes le habían prometido aumentar cuando, cuatro años antes, lo contrataron.

Se planteaba entonces comprar una casa en Madrid, tener hijos y desarrollar una carrera literaria que siempre le había tentado. Ese intento de "poner orden" se resolvió con la adquisición de una vivienda en la sierra, un hijo, y un cambio de trabajo.

Pero, sobre todo, y eso es lo que al lector le importa, en una obra, El último dodo (Ediciones Idea), que este lunes fue presentada en Madrid por el Rector de la Universidad Complutense, Carlos Berzosa.

En esta mezcla de géneros, y a lo largo de algo más de 200 páginas, el escritor narra su cotidianidad durante cuatro meses, especialmente centrado en su declive profesional. Kafka era un oficinista gris que escribía en sus ratos libres; el Nicolás-narrador/Fabelo-autor es un oficinista de vida rica en matices aplastado por una grisura de oficina que no llega a kafkiana. 

Si el "exceso de conciencia", en cita de Pessoa que el libro recoge, "inhabilitaba para la vida" al escritor luso, también a Nicolás esa rectitud exacerbada parece maniatarle en su búsqueda de sentido, en el deseo a veces desesperado de desentrañar el "cogollo" de la vida.

Sin embargo, no desistirá de oponer un muro contra la barbarie, empeño manifestado en el deseo de salvar siquiera metafóricamente a ese último dodo, símbolo de la belleza ingenua y bondadosa.

Ser sinvergüenza para triunfar

Como un "economista que ha logrado ver la realidad cercana", describía Berzosa a Fabelo. Pero eso es no hacerle justicia al escritor canario. La mirada del autor-narrador de El último dodo es la de un humanista. Es aguda. Es ácida -de un sarcasmo doloroso en ocasiones-. Y es a ratos tierna. Humanísima, en cualquier caso. 

El tono que destila la obra de Fabelo es escéptico y pesimista, pero no nihilista

El tono que destila es escéptico, pesimista. Pero no nihilista, seguramente porque no se acerca a la realidad con respuestas para todo. Un todo que es la quiniela del fútbol, es la conversación sobre una película, es una reflexión sobre el sentido del mal o la relación con una vecina que uno pensaba así y es asá.

El último dodo es la radiografía de una generación, la que dicen mejor preparada de la Historia en España. "Se nos engañó asegurándonos que una buena formación nos aseguraba un buen trabajo", aseguraba Fabelo en la presentación de la obra, "pero uno descubre que a veces hace falta ser hasta sinvergüenza para tener éxito".

Esta novela o diario, o lo que quiera que sea, si es que los géneros importan en la actualidad, es el prometedor comienzo de una carrera literaria, un granito de lucidez en un panorama intelectual, el español, tantas veces baldío.