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El proceso de Bolonia: rumores, mentiras y verdades

  • El Proceso de Bolonia ha levantado una auténtica ola de 'rumorología'
  • Los estudiantes no tienen muy claro qué va a pasar con su futuro
  • Trataremos de ir aclarando todas esta dudas y dando carta de naturaleza a los rumores que la merezcan

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La implantación de los cambios que supone el Proceso de Bolonia ha llenado de rumores, dudas e incertidumbres los campus de la Universidad. Para ayudar a despejar estas incógnitas, iremos analizando a lo largo de las próximas semanas los rumores más extendidos y menos aclarados de cuantos van de boca en boca en las universidades.

1) La Universidad se hará más elitista y sólo podrán estudiar las personas con más recursos

Este es uno de los caballos de batalla de los que se oponen a la Declaración de Bolonia. Tiene una parte de realidad, puesto que la reforma introduce los llamados crédictos europeos o ECTS, que supone unas 30 horas de trabajo real por semana. Así, quien se matricule de las asignaturas que corresponden a un curso tendrán que dedicar 40 horas semanales a sus estudios, lo que dificulta notablemente la compaginación con un horario laboral y, sobre todo, pone trabas a quien tiene que trabajar para pagarse la Universidad.

Desde el Ministerio de Innovación aseguran que, lejos de ser un impedimento, es ahora cuando la planificación de las enseñanzas debe contemplar una atención que facilite compaginar los estudios con la actividad laboral. El director general de Universidades, Felipe Petriz, explica que el ECTS atiende al concepto de 'hora de estudiante', en contraposición al de 'hora de profesor'. En esa idea se incluyen, y se reconocen, todas las horas de trabajo que el estudiante realice, por lo que considera que Bolonia mejorará la atención al estudiante. Petriz insiste en señalar que se podrá cuestionar hasta dónde la reforma permite compatibilizar más o menos los estudios con el trabajo, pero asegura que en ningún momento se podrá decir que Bolonia sea un impedimento para hacerlo.

2) La Universidad pierde nivel académico y se equipara más con una Formación Profesional

Desde la oposición al proceso se asegura que la reforma busca poner a la Universidad al servicio de las empresas y a sus exigencias como empleadoras.  Es una idea muy extendida y defendida incluso por profesores universitarios. Aseguran que se perderá nivel académico y se irá hacia un modelo como el estadounidense, en el que se forman universitarios casi en función de la demanda de las empresas. De esta forma, aquellas carreras con poca salida laboral quedarían marginadas.

Desde el lado oficial se asegura que buscando una Universidad con una vocación más práctica, se pretende formar personas mejor orientadas al mundo laboral. Este es uno de los ejes de la reforma y, según la Conferencia de Rectores, trabajar por mejorar la empleabilidad de sus titulados es una responsabilidad de la Universidad para con sus estudiantes y para con la sociedad en la que se inserta. Pero ello no significa que las Universidades vayan a centrar sus esfuerzos y su interés exclusivamente en las titulaciones que ya a día de hoy tienen un alto índice de empleabilidad, abandonando aquellas que no lo tienen. 

3) Habrá que hacer prácticas gratis en empresas

Desde los movimientos que se enfrentan al cambio se ha difundido la idea de que los estudiantes tendrán que hacer un año de prácticas gratis en una empresa para completa sus estudios. Esta idea no es cierta del todo, pero puede serlo, porque no hay ninguna directriz clara sobre lo que debe cobrar un estudiante en prácticas. De hecho, el Ministerio de Innovación se limita a señalar que las prácticas entran a formar parte de la formación y estarán reguladas por la Universidad. Ni Bolonia ni el Gobierno establecen criterio alguno sobre su remuneración. 

Así pues, queda en manos de cada Universidad, incluso de cada facultad, lo que permite suponer que éstas negociarán con las empresas las condiciones de los estudiantes en prácticas. Y, sí, cabe la posibilidad de que esas prácticas, en muchos casos, no sean remuneradas. 

Pensando en el medio plazo, Innovación trabaja para organizar mejor este asunto. Piensa introducirlo dentro del Estatuto del Estudiante, que es uno de los objetivos de la Estrategia Universidad 2015. Ahí estará reflejada la forma de tratar las prácticas. Pero, de momento, está en manos de las universidades.

4) Las empresas mercantilizarán la Universidad

Los estudiantes y profesores que se oponen al cambio aseguran que el viejo modelo de formación integral cede su sitio a otro de máxima especialización. Aseguran que se formará a los alumnos sólo en aquellas materias y conocimientos que tengan demanda en el mercado y, por tanto, las empresas condicionarán los planes de estudio y los programas de cada asignatura.

Desde Innovación se asegura que no tiene por qué ser así y explican que se suele confundir la generalizada y necesaria relación universidad-empresa en todos los sistemas universitarios dentro del mecenazgo, la contratación de servicios y la transferencia de conocimiento con la supeditación a los intereses privados sectoriales. 

Al tiempo, el ministerio recuerda que los empresarios están teniendo muy poco peso en el diseño de los planes de estudio y que no hay ninguno que haya sido redactado por ellos. Al el Gobierno insiste en que vigilará que todos los estudios reciban apoyo y, en ese sentido, recuerda que se acaban de aprobar ayudas muy centradas en las carreras de humanidades, quizá las que más desplazadas podrían quedarse en un formato de mecenazgo.

5) Los títulos tendrán validez europea 

Sí, cierto, pero no inmediata. El reconocimiento de los títulos no será automático y la homologación siempre es parcial. Se podrán pedir nuevos exámenes, prácticas o trabajos para completar la homologación. Por lo tanto, no es cierto que se pueda ir de un país a otro de la Unión Europea con un grado y esperar un reconocimiento inmediato.

Para reconocer los títulos adquiridos antes de la implantación de Bolonia, también podrá haber mecanismos de igualación que deberán ser determinados por las universidades.