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Una serie de catastróficas desgracias acabó con la civilización más antigua de América

  • Los pueblos de Supe se asentaron al norte de Lima hace 5.800 años
  • 2.000 años después un gran terremoto destrozó su Pirámide Mayor
  • El fenómeno de 'El Niño' desencadenó lluvias torrenciales
  • Una fuerte corriente océanica cubrió de arena sus cultivos

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Imagen de las ruinas de Caral, la civilización más antigua de América.
Imagen de las ruinas de Caral, la civilización más antigua de América.

Al enorme terremoto que derrumbó la Pirámide Mayor le siguieron réplicas que provocaron aludes de rocas y, a éstos, las fuertes lluvias desencandenadas por El Niño, a lo que siguió una enorme corriente océanica que llenó de tierra fértiles cultivos, condenando a la civilización a una desaparición progresiva.

Esta secuencia de desgracias casi bíblicas fue real y enterró a la civilización más antigua de América, hace 3.600 años en el valle de Supe en Perú, según un grupo de antropólogos, geólogos y arqueólogos estadounidenses y peruanos, que han publicado un artículo que se publica en la edición por internet de la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).

Antes que los mayas

En concreto, los primeros asentamientos del valle, a unos 200 kilómetros al norte de Lima en la costa central peruana, datan de hasta hace 5.800 años.

Sus habitantes prosperaron en la árida planicie al lado de los fértiles estuarios y bahías y se dedicaban a la pesca con redes, a cuidar de sus huertos y a cultivar algodón y verduras, según la arqueóloga peruana Ruth Shady, coautora del informe y directora del proyecto Caral-Supe, en el que los investigadores realizan excavaciones en siete yacimientos de la zona.

Los pueblos de Supe construyeron grandes templos de piedra miles de años antes que los mayas, la mayor de las cuales es la Pirámide Mayor de Caral.

Terremoto en una activa zona sísmica

Esta civilización, tan antigua como las de Mesopotamia y Egipto, floreció durante 2.000 años, pero hace unos 3.600 años un gran terremoto de 8 o más grados en la escala de Richter sacudió Caral y otro asentamiento cercano costero, Aspero, detalla el antropólogo Mike Moseley, de la Universidad de Florida, uno de los cinco autores del estudio.

La región, donde chocan dos importantes placas tectónicas oceánicas, sigue siendo hoy una de las zonas sísmicas más activas del mundo.

El fuerte temblor causó el derrumbe de parte de la Pirámide Mayor y graves daños a otros templos más pequeños en Aspero, así como inundaciones que pudieron ser detectadas por los científicos en las finas capas de cieno excavadas.

Pero esto no fue más que el principio de una cadena de sucesos devastadores.

Cadena de acontecimientos

El terremoto y varias réplicas desestabilizaron la estéril cadena montañosa que rodeaba el valle y provocaron aludes de rocas y tierra que fueron arrastradas hacia el mar por las fuertes lluvias desencadenadas por el fenómeno meteorológico de El Niño, ha explicado.

En el océano una potente corriente paralela a la costa acumuló la arena y el cieno y formó una cadena conocida como Medio Mundo que aisló a las fértiles bahías, que terminaron llenándose de arena.

Los fuertes vientos costeros cubrieron también de arena los sistemas de irrigación y los campos dedicados a la agricultura y "lo que durante siglos fue una región productiva aunque árida se convirtió en inhabitable en unas pocas generaciones", ha señalado Moseley.

La civilización de Supe se marchitó y finalmente desapareció para ser sustituida de forma gradual por sociedades que dependían de la alfarería y la fabricación de tejidos para su subsistencia.

Una advertencia para el presente

"El destino de Supe puede ser una advertencia para estos tiempos modernos, en los que gran parte de los centros de población están construidos en zonas vulnerables desde el punto de vista medioambiental", según los científicos.

Entre los principales riesgos figuran las alteraciones causadas por El Niño, como lluvias intensas y periodos muy húmedos, que pueden ser más frecuentes debido al cambio climático.

"Nos gustaría poder decir que la personas aprenden de sus errores, pero ése no es siempre el caso", ha sentenciado Moseley.