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La lucha climática global llega malherida a la cumbre del Amazonas: "Hemos levantado el pie del acelerador"

  • La COP30, que arranca este lunes en Belém, mide la ambición de los países en la próxima década
  • La retirada de Trump del Acuerdo de París no ha provocado una "desbandada", pero es un mazazo para el multilateralismo
El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula de Silva, anfitrión de la COP30 que arranca en Belém
El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula de Silva, anfitrión de la COP30 que arranca en Belém Pablo PORCIUNCULA / AFP

Rara vez la lucha contra el cambio climático se sitúa como una de las grandes prioridades de la agenda política global. Ocurrió con el histórico Acuerdo de París de 2015 para limitar las emisiones mundiales, o con la oleada ecologista de 2019. Pero fueron más bien excepciones. En 2025, a pesar de que los impactos de la crisis climática son cada vez más palpables en todos los rincones del planeta, la agenda verde parece estar en claro retroceso.

La salida del Acuerdo de París del presidente estadounidense, Donald Trump, negacionista confeso del cambio climático, ha supuesto un mazazo para las políticas climáticas no solo en su país, sino en todo el mundo.

Y es en este endiablado contexto geopolítico en el que se celebra la COP30, la primera cumbre del clima de Naciones Unidas organizada en pleno Amazonas. Las negociaciones, que arrancan este lunes, tiene lugar en Belém, una ciudad en la desembocadura del río más caudaloso del mundo.

Una cumbre clave: ¿cumpliremos con el Acuerdo de París?

Con este emplazamiento único, decidido por el empeño personal del presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, Brasil quiere darle un nuevo impulso a la diplomacia climática en un momento "geopolíticamente muy complicado", explica a RTVE Noticias Olga Alcaraz, física e investigadora en la Universitat Politècnica de Catalunya, directora del Grupo de Gobernanza del Cambio Climático y experta en estas cumbres.

Gran parte de la comunidad internacional, siguiendo a EE.UU., que "se ha descabalgado de la acción climática", han "quitado el pie del acelerador".

Según el Acuerdo de París, los países tienen que presentar cada cinco años planes actualizados de reducción de emisiones (contribuciones nacionales determinadas o NDC, por sus siglas en inglés, según la jerga de la ONU). Este año tenían que presentar sus objetivos para 2035, una ronda "importante" porque "nos sirve para ver si estamos o no en el camino de conseguir los objetivos de temperatura del Acuerdo de París", apunta Alcaraz. Entonces, se marcó como límite no superar los dos grados de aumento de temperatura para final de siglo respecto a los niveles anteriores a la era preindustrial, y a poder ser limitar este aumento a 1,5 °C.

Y aunque en general en los nuevos objetivos hay avances, estos no van "al ritmo necesario" y las "nuevas NDC han contribuido poco a acelerar el progreso", según un informe de la ONU de la semana pasada. Con los nuevos planes, las emisiones se reducirían un 10% para 2035, una mejora respecto al panorama anterior, pero todavía muy lejos del 60% necesario para limitar el calentamiento a 1,5 grados.

Naciones Unidas calcula que, con los objetivos climáticos actualizados, el aumento de temperatura esperado es de cerca de 2,5 ºC a final de siglo. "Ya casi va a ser imposible conseguir estabilizar el aumento en 1,5 grados y el objetivo de los grados nos va quedando cada vez más lejos", alerta la profesora de la UPC.

La "oportunidad perdida" de China y la UE de ocupar el vacío que deja EE.UU.

Entre los países más contaminantes, Estados Unidos -el que históricamente más ha contribuido al cambio climático- ya ha anunciado que dejará de participar en el proceso de Naciones Unidas, India aún no ha presentado su plan y China -el país más contaminante actualmente- y la Unión Europea lo han enviado pasado el plazo inicial planteado por la ONU y a pocos días de que empiece la COP.

El objetivo de Pekín, de llegar a las cero emisiones netas en 2060, es "muy insuficiente", según los analistas de Climate Action Tracker, mientras que el de Bruselas, que ha planteado un rango de reducción de emisiones de entre el 66,25% y el 72,5% para los próximos diez años, también es "insuficiente". Solo dos países, Reino Unido y Noruega, han presentado un plan compatible con el objetivo de 1,5 grados, tal y como han determinado los investigadores de este proyecto científico.

"Para mí ha habido una oportunidad única, cuando Trump salió del Acuerdo de París, de que la Unión Europea pactara con China presentar su contribución en febrero [el primer plazo impuesto por la ONU], y no lo han hecho", señala Alcaraz, que cree que la UE llega con una posición "muy debilitada" por la división interna acerca de la política verde. Una oportunidad perdida, lamenta, para ocupar el vacío que dejó EE.UU.

En el lado positivo, reconoce que "China compromete poco y luego hace más", como se ha visto con su apuesta por las renovables sin parangón en el resto del mundo.

La directora del programa de Clima del Instituto para el Desarrollo Sostenible y las Relaciones Internacionales (IDDRI) y también experta en cumbres, Marta Torres Gunfaus, cree que tanto para China como para Europa "la agenda climática es una agenda económica" y apuestan porque "la transición climática tenga éxito" por su propio interés.

Una "posición común" para avanzar en los planes climáticos

De esta cumbre no se espera que se apruebe un nuevo objetivo concreto para los próximos años, por lo que será difícil hablar de éxito o fracaso en base a ello. En todo caso, Torres la consideraría un fracaso si los países participantes terminan sin una "posición común" o "una narrativa muy clara de qué hacemos con estos planes de mitigación [reducción de emisiones] que no son suficientemente ambiciosos".

También considera que estas dos semanas de negociación son un momento único para "poner presión" a los países más contaminantes, tanto los más desarrollados como los emergentes. Para Alcaraz, un fracaso sería que "se rompiera el Acuerdo de París", algo que estuvo cerca de suceder en la pasada cumbre, celebrada en Azerbaiyán. Esto significaría una estocada al multilateralismo de la ONU en uno de los pocos foros internacionales en los que funciona de verdad.

Por el contrario, un éxito sería que los países "salgan de la cumbre pensando que no han conseguido todo lo que querían pero sí que han conseguido algo".

Por el momento, la cumbre de líderes previa a la COP, celebrada la semana pasada, ha plasmado el menor interés de los dirigentes globales por la agenda climática: solo han asistido una treintena de 30 jefes de Estado o de Gobierno, la mitad que en la cumbre pasada, y entre ellos destacan las ausencias de los líderes de los países más contaminantes -EE.UU., China e India-, de los petroestados o de países como Argentina.

Estados Unidos no enviará, por primera vez, ningún representante de alto nivel de su Gobierno, pero hay "miedo" de que irrumpan y "distorsionen" las negociaciones, según Torres. Washington ya lo hizo hace unas semanas en la Organización Marítima Internacional, también de la ONU, cuando se debatía un impuesto global a las emisiones de dióxido de carbono de los buques.

Por ahora, "la buena noticia" es que ningún país ha seguido a Trump en su retirada del Acuerdo de París -que se hará efectiva el próximo enero-. "No ha habido una desbandada", celebra Alcaraz. Además, muchos gobernadores y políticos a nivel estatal y local en el país siguen mostrando su "compromiso con el Acuerdo de París" y de hecho muchos estarán presentes en Belém. "La administración Trump no refleja los valores y oportunidades disponibles en Estados Unidos hoy", ha señalado en un encuentro con los medios Gina McCarthy, asesora nacional de Clima en la Casa Blanca durante el mandato de Joe Biden.

Más allá de mitigación: financiación y protección del Amazonas

Este año otro elemento diferenciador es la histórica sentencia de la Corte Internacional de Justicia de julio, en la que determinó que incumplir con las obligaciones climáticas por parte de los países era ilegal. Los países firmantes del Acuerdo de París podrán ser demandados en caso de que sus planes climáticos no sean lo suficientemente ambiciosos, lo que añade "más presión" a sus gobernantes, según Torres.

Más allá de los planes de reducción de emisiones, también tendrá un papel relevante en esta cumbre la financiación. El año pasado, la COP29 de Bakú acordó que los países del sur global recibirían una financiación climática de 1,3 billones de dólares para 2030, de la cual unos 300.000 millones de dólares vendrían de los países más desarrollados.

Este año comenzará a "aterrizarse" este objetivo: se decidirá "cómo movilizar" esa cantidad de dinero o "quién debería hacer qué", explica la investigadora del IDDRI. También se tendrán que definir unos indicadores comunes sobre qué están haciendo los países en materia de adaptación al cambio climático y qué recursos necesitan para seguir adaptándose.

Asimismo, Brasil, a través de su Presidencia, pondrá de relieve la "transición justa", es decir, cómo llevar a cabo la transición ecológica sin dejar a nadie atrás, como por ejemplo a los trabajadores de las industrias contaminantes. "Muchas de las dificultades que nos encontramos en política climática es que hay gente que se está encontrando fuera de esta transición, que no sea suficientemente inclusiva y equitativa", señala Torres.

Y como no podría ser de otra manera en una cumbre en el Amazonas, Brasil "aprovechará la oportunidad para poner sobre la mesa un tema importantísimo como es la preservación de los espacios naturales", señala Alcaraz. Ya el jueves pasado, Lula anunció el lanzamiento del Fondo de Bosques Tropicales por Siempre, una iniciativa que busca transformar la conservación de los bosques tropicales en una estrategia financiera global.

Aunque la Presidencia de la cumbre, que la ostenta cada año el país anfitrión, tiene sobre el papel un rol de mediador, será clave la mano derecha y la capacidad negociadora de Brasil para sacar adelante acuerdos en uno de los momentos más difíciles para el multilateralismo climático que se recuerdan.