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Las saunas del Imatran Valtionhotelli están poco frecuentadas o directamente vacías. Algo inhabitual en esta época del año”, reconoce Anja, la recepcionista del hotel, un castillo acondicionado y arreglado para albergar hasta 250 huéspedes, principalemente rusos. Los ciudadanos rusos, por el contrario, han dejado de acudir desde el inicio de la invasión de Ucrania. La frontera, a menos de cinco kilómetros de Imatra, una localidad de 25.000 habitantes en el este de Finlandia, permanece cerrada. Y el turismo local se resiente.

“Es uno de los sectores más afectados por la situación”, reconoce Juho Romakkaniemi, director de la Cámara de Comercio de Finlandia.

Como en los demás países europeos, el conflicto también ha provocado un aumento de la inflación en Finlandia. La tasa interanual alcanzaba el 7% el mes pasado y es ahora mismo uno de los principales motivos de preocupación de los actores económicos. En los últimos años, Helsinki ha reducido su dependencia energética de Moscú, pero sigue siendo importante: en 2021, el 34% de la energía consumida en el país procedía de Rusia

“Rusia ha decidido de no exportar más energía, pero nos adaptamos”, explica Jyri Häkämies, director general de EK, la Confederación de las Industrias Finlandesas.

Informa Guillaume Bontux



A la espera del comunicado final o de declaraciones de apoyo por parte de los principales líderes de la Alianza Atlánticalos ucranianos están estos días más pendientes de lo que sucede en el campo de batalla. En especial, de lo que sucede en el Donbás, donde los rusos progresan hacia la ciudad de Lisichansk para rodearla por completo tras la toma de Severodonetsk. Son significativos los editoriales de los principales médicos de comunicación ucranianos, que recuerdan que los misiles con los que Rusia ha bombardeado sus ciudades podrían llegar incluso a Madrid. Por eso piden sistema de defensa antiaérea y artillería pesada. En lo económico, piden que se mantengan las sanciones económicas a Rusia y que se garanticen sus exportaciones de grano. 

Foto: Bagus SARAGIH / AFP

La invasión de Ucrania ha roto unas relaciones entre Rusia y la OTAN que ya estaban muy dañadas. La guerra, ahora, afecta a todos. Rusia ya mira desde hace años a otros continentes. Las sanciones de Europa y Estados Unidos han reforzado este giro. Esta ruptura reconocen a ambos lados del nuevo telón de acero, va más allá de Putin y se extenderá por un siglo XXI marcado por un divorcio ahora en guerra global.

La Alianza Atlántica presume de su política de puertas abiertas. "Es bueno tener amigos", dice el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg. Sin embargo, hay países que llaman a las puertas de la Alianza y esperan en el descansillo durante años. Es el caso de Bosnia-Herzegovina, que lo lleva intentando desde 2010. Para empezar, solo pueden aspirar a entrar países europeos, que respeten los principios democráticos y que puedan contribuir a la seguridad del resto de los aliados. Si cumplen estos requisitos, pueden solicitar su adhesión, tal y como han hecho Finlandia y Suecia, tras la respectiva aprobación por parte de sus parlamentos. Después, necesitan una invitación formal que la OTAN solamente da si todos los miembros están de acuerdo, y esa es la clave para todo el proceso: la unanimidad. Los trámites pasan por negociar y negociar hasta que todos dan el visto bueno.

Foto: MARCOU / AFP

De cara a la cumbre de la OTAN en Madrid, que se celebra a finales de junio, hablamos con Daniel Fiott, Editor de Seguridad y Defensa en el Instituto de Estudios de Seguridad de la Unión Europea, y Félix Arteaga, investigador del Real Instituto Elcano, sobre el papel de los 27 en el nuevo concepto estratégico de la Alianza. Un reportaje de Isabel Dólera.