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Estados Unidos está cada vez más cerca de su límite de deuda. Si no lo sube, no podrá hacer frente a facturas obligatorias. Tendrá que decidir qué deja de pagar: nóminas de funcionarios, pensiones o ayudas sociales.

Al principio, podría abonar intereses y deuda. Pero si los problemas se alargan, dejaría de pagar a sus acreedores, entre los principales, China. Por primera vez en su historia entraría en suspensión de pagos. Todo un golpe para una potencia, en un momento crítico en el tablero estratégico mundial.

La deuda más segura del mundo dejaría de serlo, se juega su prestigio. Las consecuencias son inimaginables. La economía estadounidense podría caer entre un 0,3% y 6%, en función de lo que dure el bloqueo. Su parón se transmitiría rápidamente al resto del mundo.

Desde 1960, se ha elevado 78 veces el tope de deuda, 49 de ellas con un presidente republicano. Ahora, el FMI pide un acuerdo permanente, que no ponga al mundo al borde del abismo cada vez que se alcanza ese techo.

Es un pulso a contrarreloj. El presidente demócrata y el líder republicano del Congreso mantienen a los economistas en vilo. Anoche mostraron buena voluntad, pero acabó sin acuerdo. Los republicanos quieren mantener el gasto en defensa y recortar todo lo demás. Los demócratas proponen otra receta para reducir el déficit:, que los ricos paguen más impuestos.

Se acaba el tiempo y el dinero. La secretaria del Tesoro alerta de que el 1 de junio pueden quedarse sin efectivo.

Estados Unidos gasta más de lo que ingresa, necesita pedir dinero prestado, pero el límite de la deuda lo fija el Congreso, para subirlo hace falta el voto de los republicanos. Ahora son 31 billones, y ya los han alcanzado.

Si no pueden pedir más, el Gobierno tendrá que decidir pronto qué facturas deja de pagar: seguridad social o food stamps o sueldos militares o acreedores

FOTO: AP Photo/J. Scott Applewhite