Barry Barish, Premio Nobel de Física 2017: "Dedicar la vida a la ciencia es uno de los mayores privilegios"
- Premio Nobel de Física 2017 por la detección de ondas gravitacionales, el científico estadounidense forma parte del jurado de los Premios Rei Jaume I
- "La ciencia necesita más inversión, pero también más regulación ética frente a los nuevos desafíos, como la inteligencia artificial"


Barry Barish nació en Omaha (Nebraska), hijo de inmigrantes judíos y aunque de joven quiso ser escritor de ficción, el entorno científico de California lo llevó por otro camino. Estudió Física en la Universidad de California y se doctoró en 1963. A partir de ahí, su vida se volcó en los misterios del cosmos, en 2015, su trabajo al frente del observatorio LIGO logró detectar por primera vez las ondas gravitacionales predichas por Einstein. Dos años después, recibió el Premio Nobel de Física junto a sus compañeros Kip Thorne y Rainer Weiss. Ahora participa como jurado en los Premios Rei Jaume I, en Valencia, donde ha sido entrevistado para No es un día cualquiera.
Barish nunca se cansa de hablar de ondas gravitacionales: "Siempre hay nuevos problemas y aspectos por explorar", explicó en No es un día cualquiera. La teoría de la relatividad general de Einstein predijo su existencia hace más de un siglo, pero no fue hasta 2015 cuando pudieron detectarse gracias a la colisión de dos agujeros negros: "Fue el fenómeno más violento que ocurre en el universo. Y aun así, nuestras herramientas lograron detectarlo", argumento.
Para Barish, el hallazgo fue como "ponerse unas gafas nuevas para mirar el universo". Y añadió: "Solo vemos un 4% del universo con telescopios tradicionales. Las ondas gravitacionales nos permiten observar aquello que no emite luz".
La paciencia de una vida
El científico dedicó 20 años a desarrollar la tecnología que hizo posible la detección: "No era mi objetivo vital, pero se convirtió en mi prioridad", cuenta en el programa. El proyecto LIGO costó más de 1.000 millones de dólares, y durante mucho tiempo trabajaron sin resultados. Pero Barish lo tiene claro: "Hacer ciencia todos los días es un privilegio. Me divierte. Incluso cuando algo no funciona como esperas, es un reto fascinante".
En la detección participaron más de 1.000 investigadores de una veintena de países. "La ciencia no tiene fronteras. Todos usamos las mismas ecuaciones, compartimos bibliografía. Mantenemos nuestras identidades, pero trabajamos en comunidad". Barish se mostró convencido de que esa filosofía podría aplicarse a los grandes desafíos del mundo actual. "Compartimos los mismos placeres, la misma cultura. Si lo hiciéramos también en la sociedad, funcionaría mucho mejor".
Barry Barish en "No es un día cualquiera"
Ciencia básica, riesgos reales
Sobre el papel de la ciencia básica, fue claro: "No sé si las ondas gravitacionales tendrán aplicaciones prácticas, pero la ciencia de la curiosidad ha dado lugar a avances como los antibióticos o la resonancia magnética". Y frente a quienes cuestionan el coste, añadió: "Comparado con lo que se invierte en armamento, la ciencia es una fracción. Deberíamos dedicarle más".
Barish abordó también los peligros de los avances tecnológicos: "La inteligencia artificial, como antes la energía nuclear, presenta riesgos reales. Es una gran responsabilidad para los científicos". Pidió una regulación ética clara: "No solo de parte de la policía, también de quienes desarrollan la ciencia. Hay que entender los riesgos y controlarlos".
Un universo por descubrir
El físico, que participa como jurado en los Premios Rei Jaume I, animó a mirar más allá: "Es muy improbable que este sea el único lugar con vida en el universo. Matemáticamente, debe de haber otros planetas habitables".
A sus 88 años, Barry Barish sigue mirando al cielo con la misma curiosidad que cuando era niño. Y con la certeza de que la ciencia, más que respuestas, ofrece nuevas formas de preguntar.