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Pinceladas de Murillo por Sevilla

  • Recorremos la capital andaluza, visitando algunos de los lugares que nos hablan del pintor barroco
  • Sevilla es la ciudad que más cuadros de Murillo posee. Recorremos algunos de los lugares en los que exponen

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La visión de San Antonio de Murillo se puede ver en la capilla de San Antonio de Sevilla
La visión de San Antonio de Murillo se puede ver en la capilla de San Antonio de Sevilla

Visitar Sevilla siempre es un placer. Es imposible cansarse de esta ciudad monumental que tiene tantas caras. En El gallo que no cesa, hemos seguido los pasos del pintor sevillano Bartolomé Esteban Murillo, el artista que representó a La Inmaculada como nadie, el de los rasgos dulces y el de la armonía en sus cuadros. El pintor sevillano por excelencia.

Hemos recorrido la capital andaluza, visitando algunos de los lugares relacionados con su vida y algunos de los edificios donde se exponen sus obras.

El gallo que no cesa - Tierra sin límites: Conocemos la Sevilla barroca de Murillo - Escuchar ahora

Murillo y Sevilla, una relación muy estrecha

Murillo es un personaje de su tiempo y a la vez su pintura es una ventana a la Sevilla del siglo XVII. El vínculo entre ambos fue muy estrecho ya que el pintor pasó toda su vida en Sevilla, salvo unos meses que se estableció en Madrid. De esa conexión habla Fran Nuno, autor del libro Descubriendo la Sevilla de Murillo. "Le encantaba vivir en Sevilla y eso se reflejó tanto en sus cuadros religiosos como en la pintura de género. Se inspiró mucho en lo que veía. Digamos que es un testimonio gráfico de esa otra Sevilla más desconocida".

Se cuenta que le gustaba tanto Sevilla que rechazó la propuesta del rey Carlos II para quedarse como pintor de corte en Madrid. Uno de los grandes expertos en Murillo, el catedrático emérito en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla Enrique Valdivieso, se refería hace tiempo en El gallo que no cesa a esta parte de la historia. "Dicen que el rey Carlos II le invitó a permanecer en la corte cómo pintor, dicen porque no hay ninguna proposición documental, pero Murillo decidió regresar a Sevilla porque aquí tenía, a parte de sus raíces, él concordaba con el espíritu de la ciudad y el precio que cobraba por sus obras le remuneraba perfectamente su existencia".

Muchos de los cuadros que pintó Murillo permanecen en Sevilla, repartidos en distintos espacios (el museo de Bellas Artes, la Catedral, el hospital de la Caridad, la iglesia de Santa María la Blanca, el palacio Arzobispal, el hospital de los Venerables y el Alcázar). "Sevilla es la ciudad del mundo con más cuadros de Murillo", afirma Nuno, aún así "hay Murillos por todo el mundo" y esto se debe a que el pintor recibió encargos de todas partes y también al expolio napoleónico del siglo XIX.

De ruta por la Sevilla de Murillo

Sevilla está llena de pinceladas de Murillo. Iglesias, museos, casas, barrios y monumentos recuerdan al genial pintor del barroco y su historia.

La visita comienza en la iglesia de la Magdalena con un Murillo recién nacido. Allí, se conserva la pila bautismal en la que recibió el sacramento el 1 de enero de 1618.

Fue discípulo de Juan del Castillo y en 1645, comenzó su éxito como pintor. Por eso, la segunda parada que recomienda Fran Nuno es el arquillo del ayuntamiento, "como símbolo del antiguo convento de San Francisco porque allí es donde se da a conocer al gran público en Sevilla".

A partir de ese momento, Murillo empieza a recibir encargos. Le llaman de iglesias, conventos e incluso del cabildo. La catedral es una de las visitas imprescindibles. Ana Isabel Gamero, conservadora de bienes muebles de este edificio, nos habla de su "estrecha relación con el Cabildo" y explica que hay dieciséis Murillos en la Catedral. Resultan muy interesantes porque pertenecen a diferentes momentos y porque "la obra permanece en el mismo lugar para el que se pensó". Un ejemplo, es el de la capilla de San Antonio que cuenta con dos obras pintadas con 12 años de diferencia, La visión de San Antonio y El Bautismo de Cristo, donde "maneja la luz de manera extraordinaria ".

En toda la pintura de Murillo se percibe una gran dulzura, una cualidad que contrasta con la dureza del momento que vive Sevilla. La ciudad estaba hundida después de la epidemia de peste que acabó con casi la mitad de la población en 1649 y que terminó a la vez con el monopolio del comercio de las Indias. Ante tanto dolor, Murillo pinta el lado más amable de la iglesia y una muestra son sus Inmaculadas.

En la plaza del Triunfo de Sevilla, se encuentra el monumento a la Inmaculada, según Fran Nuno, otro de los lugares importe de la ruta murillesca, "basada en la Inmaculada que pintó Murillo para el hospital de los Venerables".

Otro de los lugares donde se puede apreciar la obra de Murillo es el hospital de la Caridad. El pintor ingresa en la cofradía de la Santa Caridad y recibe un encargo de parte del hermano mayor de la hermandad, Miguel de Mañara. Marisa Caballero Infante, responsable de patrimonio del hospital de la Caridad de Sevilla, explica que estos cuadros "representan obras de caridad corporales y obligaciones de hermanos de la hermandad". Son pinturas que reflejan un Murillo "maduro, profundo y espiritual".

Murillo vivió sus últimos años en el barrio de Santa Cruz. En la calle Santa Teresa 8, se encuentra una de sus casas, muy cerca de la iglesia donde fue enterrado. Tras la destrucción de la iglesia nadie sabe dónde están exactamente sus restos, pero una placa lo recuerda.

En el museo de Bellas Artes, en la catedral, en sus barrios, en iglesias y conventos, en monumentos y casas, toda Sevilla está llena de pinceladas de Murillo y cualquier momento es bueno para seguir sus pasos.