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Cíclopes, dragones y mares de arena: El reino perdido del Preste Juan

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El condensador de fluzo - Curiosidades históricas - El reino del Preste Juan

Desde pigmeos y cíclopes, a mares de arena y ríos de rubíes. Cuando el Preste Juan describió en una carta su magnífico reino, parecía increíble que un lugar así existiera. Era lógico: se trataba de un gran bulo. La historia de este reino perdido, habitado por criaturas fantásticas y gobernado por un rey-sacerdote cristiano se originó en la Edad Media, y aunque había más de una razón para dudar de su existencia, la leyenda se mantuvo vigente durante siglos.

Hacia el año 1165, el emperador bizantino Manuel Comneno recibió la carta de un hombre que se refería a sí mismo como Preste Juan, “señor de señores por el poder y la virtud de Dios y de Nuestro Señor Jesucristo”. En ella, narraba la magnificencia de su reino, un territorio de 72 provincias que dominaba las Tres Indias,  extendiéndose “desde la India más lejana, donde descansa el cuerpo del apóstol Santo Tomás, hasta el lugar donde sale el sol, y vuelve por las laderas del desierto de Babilonia, cerca de la Torre de Babel”. Manuel Comneno no fue el único dirigente que recibió esta carta: Federico I Barbarroja, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, recibió también un texto similar, del que se llegaron a realizar más de doscientas copias.

La vasta extensión del reino no era la única hipérbole de este escrito: en la carta se describían criaturas tan dispares como dromedarios, dragones, sátiros, pigmeos, cíclopes y gente con cabeza de perro.  Por otro lado, se retrataban maravillas naturales, como un mar de arena, una Fuente de la Juventud y un río, que en vez de agua, transportaba rubíes, esmeraldas y otras piedras preciosas. Su palacio no se quedaba atrás en esplendor: según el preste, se trataba de la mayor construcción jamás concebida,  en el que abundaban el ébano, el marfil y gemas de todo tipo. En él, se encontraba también un gigante espejo, que permitía controlar todo lo que sucedía en el imperio.

El origen del mito

La construcción de este mito se compone de muchas piezas: el contexto asiático se obtuvo de fuentes clásicas y textos primitivos cristianos sobre los viajes de evangelización del apóstol Santo Tomás a la India, pero la figura del preste como tal no apareció hasta el siglo XII, en los reinos latinos de Tierra Santa. 

En 1144, el condado de Edesa fue invadido por los turcos zenguíes. El reino de Jerusalén y el principado de Antioquía enviaron a Roma al obispo Hugo de Jabala para solicitar ayuda al papa Eugenio III, y solicitar el inicio de una segunda cruzada. En la entrevista, Hugo relató una historia que circulaba en Tierra Santa: la existencia de un tal Juan, rey y sacerdote más allá de Persia y Armenia, que había enfrentado y derrotado a los reyes persas y medos y había conquistado su capital, Ecbatana. Otón de Frisinga,  tío del emperador Federico Barbarroja, registró el relato en su libro Crónica o Historia de las Dos Ciudades, contribuyendo a la difusión de esta historia.

El origen de este gran bulo y la autoría real de la carta todavía no es claro, aunque sí que hay algo que sabemos con certeza: los europeos pusieron gran empeño para localizar este reino perdido, enviando numerosas expediciones a Oriente en busca del Preste. Con el paso del tiempo, el paradero de este reino fue variando: entre otros, se asoció los mongoles, por su conquista de Persia, y a África. Posteriormente, su ubicación se desplazó al reino cristiano de Etiopía. El propio Cristóbal Colón realizó su aportación a esta búsqueda, cuando creyó encontrar el reino en Cuba. Los posteriores avances en las exploraciones permitieron desmentir esta leyenda en el siglo XVII… Dejando, eso sí, una historia memorable para la posteridad.