La historia de Rosa y José: cuidan un santuario de peregrinación
- Rosa y Jose se encargan, desde hace siete años, de cuidar de este rincón abulense de peregrinación en el Valle del Tiétar
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Suena el claxon de la furgoneta de Manolo y Rosa sabe que, en el Santuario de la Virgen de Chilla, ya son las 11 de la mañana. El panadero de Candeleda coge de la parte de atrás dos barras de pan. Lo de siempre. “Y dame un hornazo, que huele fenomenal”.
En esta zona del Valle del Tiétar, donde cuentan que se apareció la Virgen, no hay cobertura para el móvil. Ni tienda. Ni nada. Y, sin embargo, es el centro del mundo de Rosa y José. Son los santeros de la Virgen de Chilla, los guardeses de un recinto de varios siglos al que llegan miles de peregrinos cada mes de septiembre. En una mañana templada de invierno, y en plena pandemia, apenas pasa por aquí algún senderista que quiere disfrutar del paisaje.
La Casa del Santero tiene en su fachada un entramado de madera. Se nota la solera. “Los santeros, de siempre, han vivido aquí. Va con el cargo”, cuenta Rosa. En el zaguán, se amontonan las estampitas y los recuerdos de la Virgen de Chilla. Una puerta de madera antigua da al salón, donde se concentra la vida de los santeros. “En invierno, a las seis de la tarde, es de noche. Te metes aquí y hasta las nueve de la mañana del día siguiente, no sales. No es una vida para todo el mundo”, asegura mientras aviva el fuego de la chimenea. Suena a soledad. “Soledad o tranquilidad, según lo mires”, apostilla.
Virgen de Chilla
Esta pareja de Candeleda lleva siete años trabajando de santeros. José dejó la construcción para dedicarse, fundamentalmente, al cuidado de los jardines del santuario. Ella se mueve con destreza en la trastienda de la ermita. Abre una caja grande y aparece el estandarte: “Lo guardo entre papel de seda, por si hay humedad”, cuenta. La plancha está en un rincón. Todo el ajuar está en perfecto estado de revista.
El Camarín de la Virgen es de esas estancias que impresionan, el lado oculto de esa imagen tan venerada. Aquí es donde Rosa viste y desviste a la Virgen. El manto, blanco y bordado a mano con hilo de oro, cae en cascada. “Esta puerta solo se abre en las fiestas y cuando alguien te pide pasar a los niños por el manto”, en una suerte de bendición que se lleva “todo personaje ilustre que pase por aquí”.
Se ayuda de una escalera para acceder a la corona de la Virgen. Es un acto íntimo. “Esto no lo ve casi nadie, porque lo hago a puerta cerrada”, asegura. “Todos los mantones son donados. Para las fiestas siempre pongo los mejores”, cuenta mientras lo deja caer con cuidado. Pesa un quintal.
Rincón de peregrinación
La romería sale varias veces en la conversación. Las fotos en blanco y negro muestran una fiesta con hordas de autobuses procedentes de muchas partes. “Hay mucha devoción, no solo del Valle del Tiétar. También de la zona de Extremadura y del sur de Toledo”. Ella misma es muy devota de la virgen. “No es un cargo que se herede, pero la hermana de mi abuela fue también santera”. Venía de familia.
LOS PERSONAJES
Manolo, el panadero rural
Su panadería en Candeleda (Ávila) lleva su nombre. La montó en los años ’90 y, desde el principio, tuvo claro que tenía que buscar un nicho de mercado para diferenciarse. Todas las mañanas sale con su furgoneta para recorrer los caminos sinuosos del entorno del Santuario de la Virgen de Chilla y repartir el pan en las casas aisladas.
Rosa Núñez
Ha sido costurera. Trabajó también en una tienda de Candeleda vendiendo productos de fontanería. Desde hace siete años es la santera de la Virgen de Chilla. “Sí, soy santera, aunque la palabra puede llevar a equívocos. En otros sitios, se conoce como camareras de la Virgen”, apostilla. Le gusta su vida y su trabajo, aunque reconoce que “no es para todo el mundo”.
José Gómez
Es electricista, aunque últimamente se había dedicado a la construcción. ¿Qué profesión te gusta más? “La de santero, desde luego”. Junto a su mujer tuvo que pasar una entrevista a la que se presentaron varios candidatos. Ahora no hay jardín ni planta que se le resista.
EL PAISAJE
Paisaje del Valle del Tiétar
Tiene un microclima que hace que llueva mucho, así que en esta primavera adelantada el entorno del santuario luce un verde brillante. Es un paraíso, con la nieve tardía blanqueando las cumbres de la vertiente sur de Gredos. Frecuentado por devotos de la Virgen de Chilla, especialmente en septiembre, se ha convertido en un lugar turístico para amantes de la naturaleza todo el año.
CUADERNO DE RODAJE
Gracias al Atlas de lo pequeño, en algunos lugares podemos entrar hasta la cocina, ser espectadores de lo que no se ve. En este caso, asistimos a ese acto íntimo en el que Rosa, la santera, desviste a la Virgen en el camarín, y pasar por debajo del manto como a los niños y a los personajes ilustres.