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La imagen que mueve la ciencia

  • Algunos de los grandes hitos de la ciencia no se entenderían sin sus imágenes
  • La imagen permite captar los diferentes matices de la realidad, en toda su complejidad
  • La tecnología y la innovación abren la mirada humana a escalas inabarcables para los sentidos

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Dos de las imágenes científicas que revolucionaron sus campos científicos, el ADN y una foto del Hubble
Las imágenes transforman la mirada que tenemos de la ciencia y son, en muchas ocasiones, las grandes catalizadoras de los avances científicos.

Sus compañeros estaban en el pub, como cada sábado por la tarde, pero Rosalind Franklin se quedó, un día más, trabajando hasta tarde, depurando y mejorando foto tras foto la técnica desarrollada por el biofísico Maurice Wilikins. En su laboratorio del King's College de Londres, volvió a colocar la cámara por enésima vez, con la ayuda del estudiante de doctorado Raymond Gosling, y disparó. El siguiente martes, 6 de mayo de 1952, reveló la imagen obtenida, la que cambiaría para siempre el campo de la biología: la fotografía 51.

Con tan solo ver esa imagen, una difracción de rayos X de una molécula de ADN, James D. Watson y Francis Crick obtuvieron la información que les faltaba para completar el modelo de la estructura molecular del ADN con la que llevaban obsesionados durante largo tiempo. La fotografía 51 les dió la respuesta definitiva que culminó el 28 de febrero de 1953, en la célebre entrada de Watson en el pub The Eagle con la noticia: habían descubierto el “secreto de la vida”.

Watson, Crick y Wilkins se llevaron el Nobel de Medicina de 1962. Una vez más, la ciencia se olvidaba de reconocer los méritos de una científica. Una vez más, también, se demostraba la importancia capital de la imagen como soporte de grandes hallazgos y como ventana al conocimiento.

La imagen científica tiene una importancia capital como soporte de grandes hallazgos y como ventana al conocimiento.

Se trata de uno de las muchas muestras de su relevancia: la ciencia de la microbiología nació en el s. XVII con las ilustraciones de Robert Hooke y Anton van Leeuwenhoek, que trasladaron sobre el papel lo que descubrieron a través de sus nuevos instrumentos microscópicos: por primera vez la humanidad tenía constancia de la morfología de animales microscópicos, glóbulos rojos, espermatozoides, bacterias… un mundo que hasta entonces era invisible para la limitada percepción humana.

Los primeros científicos eran también grandes dibujantes. Tenían que serlo, antes de la invención de la fotografía. Thomas Harriot dibujó el primer mapa de la Luna según lo que observó a través de un telescopio. Galileo Galilei fue el primero en dibujar cuerpos orbitando alrededor de Júpiter, en una época en la que el mundo creía que todo giraba alrededor de la Tierra. Qué decir de las revolucionarias ilustraciones de Charles Darwin y las de Mendel, por poner tan solo dos ejemplos más. Sin olvidarnos nunca de la importantísima aportación de Ramón y Cajal.

De lo microscópico y lo lejano, dirigimos la mirada allí donde ni tan siquiera llega la luz. La primera radiografía con rayos X fue tomada en 1895 por el alemán Wilhelm Röntgen, que le valió el Premio Nobel de Física. Ya no era necesario dañar tejido humano para hacer un diagnóstico médico. Las observaciones astronómicas han permitido datar el universo y comprender que su distribución no es uniforme, descubrir los agujeros negros, e inferir la existencia de materia y energía oscuras.

El último episodio de la cuarta temporada de ‘El cazador de cerebros’, 'Las gafas de la ciencia', nos mostró el gran salto tecnológico en obtención y procesado de imágenes que hemos dado en el último siglo. En algunas ocasiones, solo hemos necesitado pocas décadas para atravesar fronteras de conocimiento que creíamos impenetrables para nuestro intelecto.

Ahora es posible explorar con suma facilidad y detalle impresionante la biodiversidad microscópica que nos rodea. Tenemos instrumentos que nos permiten fijar la mirada a nivel molecular, incluso atómico. Hemos entrado en la era de la nanoescala y la ciencia espera aprovecharlo para hacer avanzar aún más a la humanidad.

Tenemos telescopios cada vez más grandes, recibiendo cada vez más luz, ya sea desde la Tierra o en órbita, en ocasiones olvidándonos del espectro visible para poder entender el universo en todas sus dimensiones, incluso yendo más allá del espectro electromagnético. Es posible explorar los misterios del cerebro y el interior de los fósiles sin tener que perforar nada, aunque la perforación también se ha visto beneficiada con resoluciones y nitidez nunca alcanzadas antes.

La imagen vive un momento de esplendor, no solo científica, también social. Como herramienta de comunicación y divulgación, sigue reinando entre las diferentes herramientas disponibles. El aumento del tamaño y el número de pantallas que nos rodean son suficientemente reveladoras. Sin embargo, es el papel de la imagen como extensor de nuestros sentidos el que impulsa de manera más determinante e inequívoca la investigación científica y, con ella, el desarrollo humano.

Cuando alimentamos la mente con imágenes que exceden la percepción biológica abrimos nuestro intelecto a un universo sin límites.

Si solo dependemos de nuestros sentidos, nuestro cerebro nos confina a una explicación bella pero escasa del mundo que nos rodea. No obstante, cuando alimentamos la mente con imágenes que exceden la percepción biológica abrimos nuestro intelecto a un universo sin límites. Emocionante, vertiginoso, y quizás incierto, pero igualmente hermoso.

El episodio 'Las gafas de la ciencia'

Poder ver nos ayuda a entender: microscopios, telescopios, escáneres o electroencefalogramas obtienen imágenes imposibles para nuestros ojos que abren la puerta de la ciencia para dar grandes pasos en sus avances y permiten que descubramos nuevos mundos.

En el último episodio de la cuarta temporada de 'El cazador de cerebros' (ahora disponible en La 2 a la carta) hablamos de la importancia de la imagen científica y las nuevas herramientas para obtenerlas con el Investigador Cientifico del Instituto Cajal (CSIC), Juan A. de Carlos, con la microbióloga Sylvia Gutiérrez microbióloga y el biólogo molecular Jose María Valpuesta del Centro Nacional de Biotecnología CNB-CSIC, con Liset M. de la Prida, neurocientífica del Instituto Cajal, con el biólogo Rubén Duro de Science into Images, el paleontólogo del Grupo de Biología Evolutiva de la UNED, Daniel Vidal, con el astrofotógrafo Juan Carlos Casado o el astrónomo del CSIC en el Instituto de Ciencias del Espacio, Ignasi Ribas.