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Audiotopía: cuando los auriculares se convierten en adicción tóxica

  • Audiopatía: Dependencia de la música para realizar actividades cotidianas, aislamiento de la realidad, incapacidad para escuchar tus pensamientos
  • La saturación sonora coloniza y privatiza la forma en la que los individuos habitan el espacio

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Audiotopía: cuando los auriculares se convierten en adicción tóxica
Audiotopía: cuando los auriculares se convierten en adicción tóxica

Yo no quería estar en esa clase de formulación orgánica. No quería escuchar a mi profesora hablar de valencias y elementos de la tabla periódica. Yo deseaba estar ya en el que iba a ser mi primer concierto. Recuerdo que ya iba preparado para la ocasión: zapatillas Vans negras y verdes, unos pantalones pitillo, una camiseta de Avenged Sevenfold que me compré en el rastro de Madrid por quince euros y que ahora uso de pijama; una dilatación y el pelo ligeramente planchado. Hasta estaba incluso calentando el bocadillo que me había preparado mi madre en el radiador y me iba a comer de camino al recinto. Lo único que faltaba era que el tiempo pasase rápido. No estaba prestando atención a la clase. Creo que estábamos corrigiendo unos deberes que nos mandó la profesora y que seguramente yo tendría bien; no porque fuese un genio, sino porque iba a una academia de química de refuerzo. Durante la clase, repasaba en mi mente las letras de las canciones de la banda hasta que no pude más: me metí cada auricular por cada manga de mi sudadera, me los introduje en la oreja y me sujeté la cabeza con las dos manos a la altura de las orejas para poder introducir los auriculares en estas. Tras haber escuchado tres canciones, quise pasar la siguiente pero mi torpeza provocó la caída del móvil al suelo. Al desenchufarse los cascos por el brusco movimiento, la música comenzó a sonar y mi profesora se dio cuenta. Me dijo que, para recuperarlo, al ser la primera vez, tendría que ir a la sala de profesores a pedírselo a mi tutor. Se me enrojeció mucho la cara y pasé mucha vergüenza. Me dieron más razones aún para no estar en esa clase.

Hay vivencias similares a esta, situaciones en las que somos incapaces físicamente de abandonar ese espacio que nos incomoda y, para abstraernos de este, introducimos los auriculares en nuestros oídos, habiendo o no prohibiciones de su uso, porque los ojos tienen a los párpados, pero ¿qué tienen los oídos? Experiencias como esta demuestran la pulsión y el deseo de encerrarnos en pequeños auditorios privados en los que la selección musical depende de nuestro dedo con nuestro móvil y Spotify. De alguna forma, trascendemos geográficamente el espacio que ocupamos mediante la transformación sónica de nuestras vivencias. Esta práctica auditiva en la cual erradicamos el mundo sonoro prexistente del espacio habitado por uno nuevo se llama audiotopía.

"La pulsión y el deseo de encerrarnos en pequeños auditorios privados en los que la selección musical depende de nuestro dedo con nuestro móvil"

La construcción de la audiotopía es posible gracias a las nuevas tecnologías como los reproductores MP3, los teléfonos móviles y los diversos auriculares. El uso de estos elementos levanta una serie de cuestiones con respecto a la gestión de nuestras experiencias vitales en sociedad. Trabajar en la oficina, hacer la compra, ejercitar en el gimnasio o planchar la ropa no es lo mismo si tenemos música y cascos. Teóricamente, este empleo de las tecnologías levanta una serie de problemáticas. Por un lado, la práctica puede ser percibida como un acto de liberación que aumenta debido al poder controlar nuestro entorno. Por otro lado, puede ser interpretado como un acto de colonización en el que los usuarios dependen del uso de estas tecnologías para poder gestionar sus actividades diarias.

Este empleo colonizador y privatizador no es algo que comenzó con el uso de los reproductores portátiles y auriculares. Previo a estas invenciones, existía el Muzak, un aparato empleado en establecimientos públicos, ascensores y tiendas para transformar la silenciosa experiencia rutinaria en una sonora experiencia soportable mediante la reproducción musical. En la actualidad, el Muzak como tal no existe, pero su funcionalidad se ha extendido a otros mecanismos de reproducción musical como los reproductores de música, que en primera instancia fueron creados para que el camino al trabajo fuera más llevadero y menos rutinario, las "mixtapes" o las playlists de las plataformas de streaming. Estas tecnologías han provocado tal saturación sonora en espacios públicos urbanos, tanto públicos como privados, que permiten la redefinición de la forma en la que los individuos habitan el espacio. Por ejemplo, la escucha de la radio y el gramófono previo a la década de los cincuenta era social, se compartía la escucha con otros usuarios debido a su elevado precio. Otro más actual sería el uso de los altavoces portátiles en espacios públicos, como en botellones, para recrear una experiencia similar a las que suelen ocurrir en espacios privados como las discotecas. De esta forma, se colonizan y privatizan espacios públicos, reclamando la experiencia, el tiempo y el lugar mediante una inmersión sonora placentera.

No obstante, puede ser que parte de ese deseo, esa impulsión y ese disfrute resida en el interior de un comportamiento tóxico. Esta toxicidad aparentemente es un estado distópico en el que los usuarios se adentran debido a la abusiva relación que mantienen con las tecnologías invasivas que disminuyen la capacidad de desconexión. Particularmente, en el uso de los auriculares, se crea un estado de inmersión en el que el oyente transforma su relación con el ambiente, generando una experiencia sónica privada y recreándose en el aquí y el ahora.

"Un estado distópico en el que los usuarios se adentran debido a la abusiva relación que mantienen con las tecnologías invasivas que disminuyen la capacidad de desconexión"

Según Michael Bull en su artículo "iPod Culture: The Toxic Pleasures of Audiotopia" dentro de The Oxford Handbook of Sound Studies, la toxicidad se puede dividir en tres categorías. Cuando leo estas diferenciaciones niveladas, reconozco mi relación con los cascos en ellas. No obstante, para ilustrarlas mejor, voy a emplear la relación con los auriculares de María Molina, una manchega de 29 años que, a su veintena, fue diagnosticada de migrañas sin causa aparente. Esta situación provocó que su relación con el empleo de los auriculares cambiase radicalmente.

"Fue con el Walkman cuando me regalaron mis primeros cascos un poco más 'decentes' y aislantes del ruido exterior; yo tenía unos 12 años y la verdad es que no me gustaba nada el mundo a mi alrededor, y poder evadirme escuchando música era lo mejor que me había pasado. Me salté el discman y en cuanto pude conseguí el primer reproductor mp3 con apenas 128 MB de capacidad ahí sí que me enganché. Ya estaba en el instituto, y escuchaba música a todas horas: de camino a clase, entre clase y clase, en el recreo, a la vuelta a casa, mientras hacía los deberes, etc. A estas alturas yo ya tenía 16-17 años, estaba harta de todo y solo quería escuchar en bucle música que me reforzara ese sentimiento de estar harta de todo y de todos y, sentirme la protagonista de alguna película".

La historia que cuenta María parece un cuento, una narrativa tecnológica mediada por los reproductores y los auriculares en la que la experiencia vital ocupando espacios se convierte en una experiencia tecnológica. La primera categorización se centra en la naturaleza seductiva del potencial empoderador y anestesiante incorporado en el uso de los auriculares. A través de la música, María regulaba su existencia externamente, mediante la estetización de su experiencia, y cognitivamente, mediante su capacidad de regular o reforzar sus estados de animo. Construía un muro de sonido envolvente a través del cual filtraba lo negativo del mundo real y regulaba su estado de ánimo. Por eso ella se considera "la protagonista de alguna película", porque establece una nueva relación solipista con el entorno reproduciendo un nuevo sonido: su lista de reproducción.

"En la adolescencia, que me volví más rockera-metalera, y me gustaba aislarme en los recreos del instituto escuchando música yo sola observando al resto. Supongo que en cierto modo me estaba recreando en ese aislamiento. En aquel entonces sólo pensaba que no podía vivir sin música y que ella me salvaba".

Continuando con su testimonio, se puede denotar el placer que María sentía en el aislamiento. Para ella no era una experiencia negativa, sino placentera. Esta se considera la segunda categoría de la toxicidad de la audiotopia. En esta categoría, la realidad se reemplaza con ficción, generando una nueva narrativa acompañada por una audiotopía que niega la existencia de otros. Una de las razones principales de este aislamiento es la necesidad de mantener el sentido del "sí mismo". Al fin y al cabo, tanto el reproductor que empleamos y los auriculares, neutralizan el espacio urbano, convirtiendo ese ambiente plagado de sonidos en una experiencia interiorizada con sonidos monorrítmicos.

"Era molesto tener que parar la música, y sobre todo cuando alguien se ponía a quejarse de que siempre estaba con la música puesta, que me daban aún más ganas de ponérmela".

El uso de cascos en espacios públicos produce que las interacciones entre individuos que ocupan un mismo espacio se minimicen, incitando una ensoñación del espacio que, al ser interrumpida, puede provocar incomodidad, violencia y enfado. La privacidad es un deseo que dentro de la cultura urbana no puede cumplirse, por lo que los cascos pueden crear esa sensación, que, a su vez, puede ser una marca de distinción y de alienación. El uso de estas tecnologías minimiza la experiencia, modificando la naturaleza del espacio urbano colectivo.

"Cuando me empezaron las migrañas yo seguí con mi vida porque aún no asociaba qué era lo que me las provocaba. Pero enseguida me di cuenta de que había una relación directa entre ponerme los auriculares y un dolor de cabeza insoportable un par de horas después, así que tuve que dejar de usarlos. En aquel entonces vivía en una residencia y no podía poner música en voz alta, así que directamente dejé de escuchar música", explica María.

“Enseguida me di cuenta de que había una relación directa entre ponerme los auriculares y un dolor de cabeza insoportable”

En la tercera y última categoría, el usuario percibe daños físicos auditivos por la continua reproducción musical y es inconsciente de esta posibilidad. Puede ser que sean conscientes de este daño, pero les es complicado cambiar el uso. Esto se produce debido al continuo uso de los auriculares con un volumen alto. Algunos usuarios son inconscientes de la gran cantidad de volumen que están introduciendo en sus oídos, otros lo varían dependiendo de sus alrededores. El daño que los auriculares pueden producir con una larga exposición a menudo no se reconoce, se comercializan como un placer inmediato dejando de lado el daño potencial que puede afectar a los usuarios a largo plazo. Este es el caso de los auriculares con cancelación de ruido, un recurso que se inventó en la segunda guerra mundial para que los pilotos pudieran comunicarse entre ellos. Neutralizan el sonido exterior emitiendo ondas contrarias a las ondas que el pequeño micrófono que tiene incorporado escucha. Un largo uso de este recurso puede causar fatiga auditiva.

La vida de María cambió completamente después del abandono de los cascos: "Fue un proceso un poco como de 'duelo', ya que la música había sido algo muy importante para mí, casi catártico, y dejar de escuchar música o ir a conciertos me dejó un vacío bastante extraño. De repente, se hizo el silencio y, al cabo de un tiempo, empecé a ser más consciente de lo que me rodeaba. Se me hizo muy extraño hacer los trayectos que antes hacía con música sin ella, pero en poco tiempo descubrí que me gustaba más así, porque de esta manera podía pensar tranquilamente y podía darme cuenta de lo que sucedía a mi alrededor, ser consciente de mi pertenencia al espacio público y de mi interacción con él".

Es determinante identificar en cuáles de las tres categorías se encuentra tu relación con el empleo de los auriculares para poder valorar el mejoramiento de esta relación a algo más sano. Ya que, aparte de ser alienante y provocar la creación de una barrera entre la realidad, la sociedad y el individuo; puede producir daños auditivos como fatiga o sordera.

María reconoce: "No veo nada criticable en escuchar música durante algún trayecto o en infinidad de situaciones, pero sí que veo un problema de fondo en los casos en los que no se trata de un uso sano sino de un uso compulsivo en el que se trasluce la finalidad de evadirse, de montarse escenarios alternativos y de acallar los propios pensamientos. Creo que ese tipo de dinámicas no pueden ser sanas para quién las realiza, y que es realmente liberador darse cuenta de ello". Es cierto que el uso de auriculares no es inherentemente malo y tóxico, sino que hay una posibilidad de que su uso sea tal. Aunque tampoco lo usuarios que tienen este tipo de relación con sus auriculares sean aparentemente diferentes a los que no lo tienen. Sencillamente, la toxicidad puede habitar estructuralmente en una sociedad cuando su uso se convierte en un fenómeno masivo. Por tanto, es vital ser consciente de ello para evitar el aislamiento social y futuros daños auditivos.

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Pablo García (Madrid, 1998) es un filólogo inglés estudiante del máster en Industria Musical y Estudios Sonoros de la UC3M. Actualmente colabora en el medio online musical dod Magazine y trabaja en el sello discográfico Lago/Cráter.