Enlaces accesibilidad

Diario de un viaje a Haití, un país sumido en el caos por el colapso institucional y la violencia de las pandillas

  • En Puerto Príncipe solo nos cruzamos con algún viandante despistado y multitud de vehículos blindados
  • Todas las esperanzas están puestas en la formación de una fuerza internacional que acabe con el imperio de las pandillas
Diario de un viaje a Haití
Varias personas caminan por un barrio de Puerto Príncipe, capital de Haití
José Antonio Guardiola
José Antonio Guardiola Enviado especial a Puerto Príncipe

El diario de un viaje a Haití solo puede ser acelerado. No hay espacio para el reposo. Y quizá esta premisa le da un valor singular. Las reflexiones son auténticas, naturales. Según brotan las sensaciones se graban sin filtro.

Da igual que sea en un territorio de nadie de Puerto Príncipe, la capital, en el que resuenan las detonaciones y solo nos cruzamos con algún viandante despistado y multitud de vehículos blindados hacia un destino incierto, pero con un rumbo definido: el que marca los intercambios de disparos… O da igual también que la impresión, más que reflexión, surja en un reparto de alimentos o en un destartalado campo de desplazados.

Pero un diario de viaje debe ser algo más que eso. Por eso busqué momentos de reflexión en el jardín del hotel Karibe o de análisis en la habitación del hotel de Santo Domingo, cuando Haití ya no era más que un puñado de recuerdos y anotaciones que debía ordenar en mi cabeza.

Haití busca una salida que nadie sabe dónde está. Todas las esperanzas, como cuento en las conclusiones, están puestas en la formación de una fuerza internacional que acabe con el imperio de las pandillas en Puerto Príncipe, ciudad sitiada y estrangulada. La comunidad internacional, ese concepto que antes sonaba a orden y que ahora es tan amorfo como el flequillo de Donald Trump, parece comprometida a salvar a Haití casi tanto como a Sudán o Gaza.

Al final, y si no al tiempo, veremos que esa fuerza internacional estará integrada por militares de Sierra Leona, Bangladesh, Burkina Faso o Gambia que recibirán sus exiguas soldadas de la aportación de presupuestos europeos. Y todo volverá al principio.