Terapia de pareja: ¿se acude demasiado tarde o hay salvación antes de la ruptura?
- Una terapeuta de pareja y una psicóloga analizan en RTVE cuándo sí y cuándo no funciona una terapia de pareja
- Son muchos los conflictos que llevan a una pareja a consulta, pero la falta de comunicación es clave
El final del verano supone a veces un momento crítico en muchas parejas. Aumenta la convivencia durante las vacaciones y esto no siempre es bueno si la relación no va bien, y septiembre, además, es mes de reflexión y toma de decisiones. Pero antes de separarse, algunas dan el que muchas veces es el último paso y el último intento para salvarlo: ir a una terapia de pareja. ¿Acuden cuando ya es demasiado tarde?, ¿ponerse en manos de un profesional sirve para salvar relaciones? RTVE Noticias habla con una terapeuta especializada y una psicóloga, y disecciona las dos caras de la moneda: una terapia que sirvió para continuar en pareja (y reforzarla) y otra que ayudó para ver la que a veces es la mejor decisión: la separación.
Carla tiene 48 años y cuando decidió dar el paso de ir a una terapia llevaba más de seis años de relación. Le costó proponérselo a su marido porque "uno quiere pensar que los problemas se arreglan solos y se tiene la errónea idea de que el amor lo puede todo y no, no lo puede". Él se mostró reticente a acudir juntos a un psicólogo, pero accedió a ello "casi como obligación". En este caso la terapia solo sirvió para que Carla llegara a la conclusión de que la mejor opción era dejar ir y divorciarse. La terapia de pareja se convirtió en una individual en la que ella preparó el duelo por la ruptura de su matrimonio: "La solución no tiene que ser necesariamente el seguir juntos. A veces la solución es dejarlo".
Lidia tiene 42 y el final de su terapia fue otro. Llevaba nueve años de relación cuando acudió a un profesional para ver qué estaba pasando y por qué no funcionaba y, aunque la terapia fue más individual, tuvo sesiones conjuntas con su pareja que sí sirvieron para canalizar los problemas y superarlos con las herramientas adecuadas. A los meses de finalizar la terapia, la pareja se casó y ahora tiene un hijo. Lidia revela que algunas de las claves para la resolución de los conflictos, ahora ambos las aplican para relacionarse también con el pequeño.
Pueden parecer dos finales, uno feliz y otro no, pero Carla, pasado el tiempo, cree que el suyo en el fondo también lo fue porque la terapia sirvió para comprender que no había que estirar más la relación.
El principal motivo: la falta de comunicación
María José Fernández es terapeuta de pareja y familiar y percibe un cambio reciente en el perfil de las parejas que acuden a su consulta. "Tradicionalmente venían las que tenían crisis muy profundas, casi como último recurso. Incluso lo hacían cuando uno de los dos tenía ya la decisión de dejarlo tomada. Ahora vienen parejas con dificultades, insatisfacciones y conflictos que quieren resolver y mejorar. Tienen mejor pronóstico porque lo hacen con ganas y no al límite", asegura en una entrevista con RTVE Noticias.
Explica que si la relación tiene buenos cimientos en diez sesiones se pueden observar avances y considera que es necesario un mínimo de seis meses para un proceso terapéutico completo. Puede haber sesiones individuales, si son necesarias, pero suelen ser sesiones conjuntas.
La psicóloga sanitaria Silvia Álava coincide en que en muchos casos se apuran lo plazos y se acude a un profesional "cuando la relación está más que rota". "Es común que uno de los dos acceda a ir tras un ultimátum y el 'vamos a terapia o te dejo' no suele funcionar", sentencia, para añadir que "la terapia, en algunos casos, debe ir enfocada en hacer una buena separación".
La falta de comunicación es el principal motivo que ambas profesionales citan para destacar qué lleva a las parejas a dar este paso, pero hay más: dificultades para enfrentar las diferentes fases de una relación, falta de empatía, situaciones no resueltas que se van enconando, la falta de límites en la relación, problemas sexuales, discrepancias en la convivencia, exceso de rutina o diferencias a la hora de enfrentar situaciones y conflictos, entre otros.
Ambas coinciden en que una buena relación no es aquella que no tiene ningún conflicto, sino aquella que sabe cómo enfrentarlo y resolverlo; y que cuando se confunde dependencia emocional, necesidad y apego con amor; y cuando el malestar, el sufrimiento y el desgaste reinan en una pareja, lo mejor a veces es soltar. También en que cuando una pareja tiene unos cimientos sólidos y quiere intentarlo de verdad, las terapias sí funcionan.
Una de las claves: mirarse uno mismo
"Es imprescindible en terapia hacer un trabajo de mirarse uno mismo, observarse, hacer un análisis en conciencia y honestidad y no culpar al otro. Cuando se responsabiliza y culpa al otro de todos los males es más difícil hacer el trabajo en la terapia. Hay que preguntarse qué quiero yo, cuáles son mis necesidades, si necesito ahora lo mismo que hace años, qué ha cambiado en mí, todo ello con la intención de abrirse y entender al otro", señala Fernández, que plantea a las parejas en sus consultas "prácticas y deberes" para casa.
Un ejercicio que manda como tarea es la escucha activa con la pareja: "Uno de ellos dice lo que le agrada y lo que le enfada, y el otro escucha sin responder, sin justificarse, sin juzgar, solo escuchando. Deben testar ambos cómo se sienten, hablarse a veces con los ojos, con las manos", explica la terapeuta, para asegurar que estas tareas sirven para ver "desequilibrios" y "dinámicas" en la pareja que se pueden mejorar. Otra tarea es escribir qué necesitan del otro y tratar de medir el porcentaje que está cubierto. También analizar el resultado con verdad y honestidad.
"El psicólogo no es un juez, no tiene que decir quién es el culpable de los problemas de esa relación ni juzgar el papel de bueno o malo", deja claro Álava, que señala que en algunas ocasiones las terapias conjuntas derivan también en individuales porque afloran otros conflictos más personales. Por su experiencia, concluye que suelen ser más las mujeres las que deciden dar el paso de poner la relación en manos de profesionales.
Esta psicóloga propone otro ejercicio a las parejas: "Haz una lista con todo aquello que te unió a tu pareja, desde lo más sencillo a lo más profundo que te enamoró. Búscalo ahora y hazte preguntas honestas a ti mismo: ¿me sigue cuidando?, ¿me hace reír?, ¿mantenemos el vínculo?, ¿quedan cimientos?, ¿tenemos un proyecto de vida en común? Si esa persona aún sigue ahí, pon toda la carne en el asador, si ya es otra persona y el objetivo es cambiarla para que sea como yo quiero ahora, olvídate".
"Aprendí a que no era bueno decir 'nunca' o 'siempre'"
Tanto Carla como Lidia hicieron los 'deberes' en casa y coinciden en las fórmulas, herramientas y pautas que aprendieron en la terapia para aplicar en el día a día. Afirman que a veces son "detalles muy obvios y prácticas muy de cajón que no se cumplen y que son claves en una relación".
Carla no salvó su matrimonio, pero tuvo un aprendizaje que le sirvió para aplicar con su siguiente pareja: "Es clave no tener hábitos de comunicación nocivos. Aprendí a que no era bueno decir ‘nunca’ o ‘siempre’, a no ser tan rotundos, a no usar el reproche ni el ataque". Ella se quedó sola en la consulta porque su pareja perdió el interés, pero aprendió a "parar" cuando la discusión se va de las manos.
Por su parte, Lidia acudió a la consulta cargada de culpabilidad por su falta de deseo sexual, pero también con el convencimiento de que no se quería separar. Siempre contó con el apoyo de su pareja y juntos resolvieron el problema. No era tanto inapetencia sino que ella necesitaba un clima concreto que aprendieron a crear. La terapia les ayudó.
"Gracias a unos ejercicios en casa descubrimos que curiosamente siempre discutíamos en el mismo lugar de la casa, con la misma mesa enfrente y casi en la misma posición. Dijimos 'nunca más aquí'. Fueron pequeños detalles que lo cambiaron todo", afirma Lidia, que destaca la importancia absoluta de cuidar el plano comunicativo.
"Hay que analizar cuánto se habla, de qué temas, qué asuntos no se tratan. Aprendimos que una vez al mes hay que obligarse a parar, a sentarse y ver cuáles son las necesidades y las inquietudes de cada uno. Pequeños debates del estado de la relación", bromea.
Igual que Carla, pone en valor cómo se aprende en terapia a frenar cuando la discusión se eleva el tono para no caer en el 'y tú más': "Yo soy muy temperamental y aplicamos una herramienta muy sencilla, cuando uno de los dos ve que la discusión se va de madre por el tono, dice en alto una palabra pactada. Eso significa que hay que parar de forma inmediata, es una alerta roja que significa que dejamos para más tarde la conversación. Y funciona".
Carla y Lidia aprendieron que no se trata de no discutir, sino de discutir bien, aplicaron uno de los mantras de las terapias de pareja- el amor es importante, pero no basta- y trataron de entender en qué situación real estaban para dar dos salidas diferentes a sus relaciones, pero ambas, aseguran, igual de sanas.