La huella de nuestras futuras ruinas: "Generamos una cultura material que se resiste a envejecer bien"
- La relación humana tan frágil con la naturaleza podría marcar la imagen en el futuro
- Buena parte de los datos producidos ahora podrían perderse "en cuestión de décadas"
Rascacielos abandonados en un paisaje yermo, un cartel de comida rápida enterrado en el suelo o la presencia de un aire tóxico que imposibilita la vida humana. El cine ya ha planteado en la gran pantalla cada uno de los posibles escenarios que nos depara el futuro, aunque siempre hipotéticos. Y aquí una gran incógnita: qué dirán los restos de este tiempo a los arqueólogos de las siguientes generaciones.
"El problema es que cuando caminamos por un parque, el campo o una ciudad no nos damos cuenta de que unos centímetros debajo de la superficie está todo literalmente lleno de basura", destaca a RTVE.es el arqueólogo en el Instituto de Ciencias del Patrimonio del CSIC, Alfredo González Ruibal. Basura que, según este experto, marcará la mayoría de nuestras huellas futuras, y que ya se están observando en excavaciones contemporáneas del siglo XX.
El vertedero, un símbolo de la sociedad contemporánea
El vertedero, aquel lugar masivo, centralizado y sistematizado, es un invento reciente que nació a partir de la Segunda Revolución Industrial junto con el inicio del consumo masivo. "No solo se trata de un sitio donde tiramos cosas, sino un hito en la evolución de nuestra forma de vivir", señala González Ruibal, "que en el caso de España comenzó a verse en los años 60 y 70".
El experto subraya que vivimos en un ciclo de consumo excesivo y banal como huella de nuestros valores. "Consumimos una gran cantidad de objetos muy rápidamente que son muy banales, que realmente no son necesarios para la vida, ni nos la hacen especialmente mejor". Lo que apunta a un modelo insostenible, basado en la "apariencia y el deseo inmediato", más que en una auténtica calidad de vida.
En este sentido, González Ruibal apunta a que, con el paso de los años, cada vez va a ser más difícil descifrar los restos que queden, tal y como se hacía en el pasado. "Van al mismo vertedero los camiones del barrio de Salamanca y los de Entrevías". Si bien la economía circular se ha convertido en una baza para ayudar en la lucha contra la contaminación y el desperdicio, también podría complicar el estudio futuro. "Desde un punto de vista ecológico [el reciclaje] es maravilloso [...] pero claro, eso nos deja a los arqueólogos sin restos que podamos estudiar", apunta.
"Auténticos depredadores del espacio natural"
La relación tan delicada que el ser humano mantiene con el medio ambiente y el planeta también podría marcar la imagen del futuro. "Los científicos del futuro nos verán como auténticos depredadores del espacio natural, una sociedad que ha roto el equilibrio entre el medio ambiente y el desarrollo tecnológico". El doctor en Antropología en la Universidad de Sevilla Alberto Bernabé Salgueiro habla de una "cultura del ladrillo" que está arrasando el espacio físico e imposibilitando una gestión sostenible del espacio.
Para el arqueólogo, el asfalto y la urbanización son los dos elementos que podrían ser más reveladores sobre el estilo de vida actual, basado en un "desarrollismo extremo". "Estamos en un momento en el que los bosques y selvas están desapareciendo a marchas forzadas, con una sobreexplotación de los recursos naturales indispensables para nuestra vida", detalla a RTVE Noticias.
Lejos de progresar hacia una sociedad del bienestar, igualitaria y sostenible, este experto plantea que la actual es una sociedad de "grandes contrastes dirigida por una élite económica muy poderosa". Dueña, al mismo tiempo, de una "gran parte de los recursos existentes y germen de los conflictos armados que surgirán".
Igual que ocurre con los yacimientos antiguos, los arqueólogos del futuro tendrán dificultades para saber cómo vivíamos. "Los elementos materiales que localizamos en las excavaciones muchas veces no se corresponden con la realidad social, ya que tendemos a interpretar el pasado a través de nuestra cultura, aprendizaje y experiencia de vida", señala. "Por muy científicos que seamos, llevamos una carga social e ideológica determinada, un sesgo de género indudable, unos conocimientos, creencias e identidad definida por nuestro entorno-mundo".
Una arquitectura más informal y precaria
Frente a la idea de rascacielos o edificios sostenibles, el volumen real de arquitectura del presente es más informal y precaria. "Lo que más se construye hoy en día son chabolas [...] fabricadas en muchas ocasiones a partir de residuos tóxicos", señala González Ruibal. Residuos tóxicos que, como añade Bernabé Salgueiro, también formarán parte de nuestra futura basura. "Cuando excaven nuestros vertederos, lejos de encontrar bits o imágenes digitales, descubrirán cementerios nucleares con materiales radiactivos perfectamente conservados, depósitos controlados o no en los que se acumulan materiales peligrosos para la salud y el medio ambiente", señala.
Desde una mirada futurista y distópica, Alfredo González Ruibal explica que las infraestructuras más complejas y costosas de mantener son las primeras que ceden al colapso: "Es el caso de aeropuertos, centros de logística de Amazon o similares. No está claro que vayan a durar eternamente", asegura. También puede ser el caso de las urbanizaciones y que "son difíciles de sostener". Asimismo, todavía se desconoce la vida útil de los materiales modernos.
En este sentido, el experto asegura que el problema no radica en la efimeridad de los edificios que construimos, sino en "lo difícil que es que desaparezcan". Es lo que el teórico filósofo Timothy Morton nombra como los hiperobjetivos. Es decir, objetos con una escala no solo física, sino una temporal con consecuencias a largo plazo. "Es el caso de la presa de las Tres Gargantas en China, que ha cambiado el clima, el paisaje e incluso la rotación de la Tierra".
El "consumismo exacerbado" y la despersonalización
Sin embargo, salvo el "consumismo exacerbado", las formas de vida del ser humano no han cambiado tanto. Bernabé considera que, desde una perspectiva de la evolución de sociedades humanas, 2.000 años "no serían casi nada". En Grecia y Roma se hacían edificios dedicados al ocio y al entretenimiento, exactamente igual que hoy.
"Se tomaban baños, saunas y los patricios solían tener segundas viviendas para disfrutar del campo o del mar en las épocas estivales, como se seguirá haciendo en las sociedades del futuro si logra sobrevivir el planeta", añade el arqueólogo y espeleólogo Sergio García-Dils.
Pero, en lo que respecta a creencias, se vuelve un terreno más escurridizo. "Pensemos que un futuro los edificios que se encontrarán vinculados a nuestras creencias son en su mayoría de épocas anteriores a la nuestra, por lo que podrían pensar en una época de descreimiento". En épocas recientes, lo más normal del mundo era demoler iglesias para adecuarlas a las nuevas modas. "Nos aferramos a la estética religiosa del pasado, un poco como modo de salvavidas", agrega.
La tecnología y los restos de nuestra huella digital
Desde la invención de la escritura, las posibilidades de estudiar los vestigios se multiplicaron como "ventanas al pasado", señala el escritor e historiador Daniel García Raso. Sin embargo, hoy enfrentamos un problema inédito: "Jamás esta información ha sido tan perecedera, tan de usar y tirar". Pese a que producimos más datos que nunca, buena parte de ellos "se perderán en cuestión de décadas".
Quienes usaron ordenadores en los años 80 ya han sido testigos de esta fragilidad: "Los soportes se van borrando, corrompiendo y quedando obsoletos". Por eso, García Raso defiende que "lo que más deberíamos preservar es nuestra escritura", pues, sin ese registro, interpretar nuestro presente en el futuro será casi imposible.
“Lo que más deberíamos preservar es nuestra escritura“
También la tecnología ha abierto nuevas vías para investigar tanto el pasado como el presente: desde "reconstrucciones virtuales" hasta lo que llama "la excavación figurada del código de videojuegos masivos en línea". Así nace la arqueología digital, con dos vertientes: una profesional, enfocada en la recuperación forense de datos, y otra académica, más interesada en el análisis cultural y social.
Incluso, el propio software podría revelar mucha información. "Si uno se pusiera a desgranar la estructura de un lenguaje de programación, seguro que podría ver analogías con la sociedad en la que ha sido producido", detalla el experto.
Hoy, nuestra huella digital no necesita demasiada interpretación. "Es un reflejo de nuestra sociedad. Desde luego habría cosas bonitas, pero la mayoría serían insultos, odio, rencor, publicidad, cuando no drogas o pornografía infantil", señala García Raso. También se está estudiando de qué forma los videojuegos reflejan las relaciones actuales, en especial la soledad.
El pasado como espejo para imaginar futuros posibles
En un mundo donde el presente es homogéneo, efímero y poco inspirador, según apunta González Ruibal, el pasado puede llegar a convertirse en un refugio para la diversidad cultural y las posibilidades. "Alguien del siglo XIX todavía tenía mucha más relación con alguien de la Edad del Hierro que la que tenemos nosotros", subraya el experto, que también asegura cómo la modernidad ha roto el lazo con el pasado. Como consecuencia, las ruinas antiguas, podrían verse como "fuentes de fascinaciones" y un mundo que "envejecía con dignidad y sentido".
“Somos algo más que basura y hormigas por todas partes“
Mirando hacia ese futuro posible, González Ruibal tendría claro qué papel podrían adquirir los restos del futuro. "De la misma manera que visitar una exhumación de una cosa común que hace ser consciente de la violencia política, citar una excavación del pasado contemporáneo y ver la cantidad ingente de desechos que generamos y que no desaparecen, que están ahí, podría ser una forma de tomar conciencia del camino que estamos llevando", subraya.