La infidelidad está en conciertos de Coldplay, cumpleaños y hasta en los confesionarios, pero se puede reparar
- Un tercio de la población española reconoce haber sido infiel, aunque las causas son diversas
- Reconstruir una relación tras un engaño es posible con ayuda de terapia y honestidad
El escenario era el ideal para una historia de amor. Coldplay en directo, luces de colores y una kiss cam que recorría el estadio en busca de parejas enamoradas. Pero, el concierto en Boston de la popular banda británica la noche del jueves destapó otro tipo de historia: una infidelidad. La cámara enfocó a Andy Byron, CEO de la empresa tecnológica Astronomer, y a Cristin Kabot, directora de personal de la misma compañía. La complicidad inicial y su intención por ocultarse al darse cuenta de lo que sucedía no dejaba lugar a dudas. Ambos están casados, pero no entre ellos.
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En este caso, uno de los protagonistas es un empresario multimillonario, pero la infidelidad afecta a todas las capas de la sociedad. Lo sabe bien Ana, que recuerda perfectamente el día que le rompieron el corazón. Celebraba sus 16 años con unas amigas, cuando vio cómo su novio la engañaba con una de ellas. "Me hizo daño en mi autoestima. Empecé a tener muchas inseguridades", recuerda. En aquel momento supo que no lo iba a perdonar, pero, más de una década después, cree que las infidelidades son algo mucho más complejo. "Si me pasara hoy, tendría que pensar qué es lo que ha pasado exactamente, si ha sido solo un desliz y, sobre todo, qué futuro quiero con esa persona", cuenta.
"La persona engañada atraviesa un duelo", explica Ana Yáñez, presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología. Muere la confianza y la idea que se tiene de la relación, pero, además de la tristeza y la rabia, puede surgir también la culpa. "Muchas veces la persona se pregunta por qué le ha pasado eso, si ha hecho algo mal o no ha sido suficiente", explica. La traición, añade, no solo afecta al vínculo de pareja, sino también a la relación con uno mismo.
Hay tantos motivos para ser infiel como infieles existen
Varios estudios apuntan a que un tercio de los españoles ha sido infiel alguna vez y la cifra se mantiene bastante estable con el paso de los años. A pesar de ello, no es sencillo encontrar a alguien que admita haberlo hecho. Judith, sin embargo, lo confiesa. Llevaba varios años con su pareja, cuando encontró unos mensajes que levantaron sus sospechas. En lugar de enfrentarse a la realidad, empezó a dudar de sí misma: "Me decía que estaba loca y yo no quería parecer tóxica".
Cuando confirmó lo que tanto se temía, le plantó cara. "Me dijo que no era infidelidad, porque no había pasado nada físico, aunque tenía una relación muy íntima con otra chica", cuenta. Trataron de recomponer los pedazos de la relación, pero entonces ella, llena de dolor y rabia, fue infiel. "No me sentía bien, porque sabía lo que dolía, pero fue mi forma de escapar, fue supervivencia. Y también venganza", aclara.
Una infidelidad no significa lo mismo para todo el mundo. Según un estudio de Diversual, el 65% de la población cree que mantener conversaciones subidas de tono por redes ya cruza la línea. Para la mitad de los encuestados, enamorarse, aunque no haya contacto físico, también cuenta. Besar a otra persona, mantener relaciones sexuales, consumir prostitución o tener una relación paralela es, para casi todos, una traición.
"La infidelidad es una decisión individual y cada uno debe asumir su responsabilidad", sostiene Yáñez. Muchas veces se esconde, porque aparece la culpa, el arrepentimiento y el miedo a perder la relación. Todo ello se explica, dice, por un "ideal basado en el amor romántico, en la exclusividad absoluta", a pesar de que el ser humano "no es monógamo por naturaleza, solo es una construcción cultural".
Las motivaciones para engañar a la pareja pueden ser tan variadas como las personas que lo hacen. En algunos casos, es la venganza, como en el caso de Judith, pero también hay quienes traicionan por conflictos no resueltos, por impulsividad, por deseo de vivir relaciones no normativas o por una intención de experimentar otras cosas.
Para Ignacio Hernández Cosme, psicólogo conductual con experiencia en terapias de pareja, hay dos grandes perfiles: "El que es infiel una vez y se arrepiente y el que lo hace de manera repetida, sin intención de reparar nada". "El primero tiene mejor pronóstico, aunque dependerá también de cómo lo gestione la otra persona". Explica que, en muchos casos, lo que se busca es romper con la rutina. La adrenalina que produce puede recordar a lo que generan las adicciones, sostiene. También influye el contexto: "En las grandes ciudades es más fácil mantener una doble vida".
Reconstruir la relación tras un engaño
Otras personas, como David, no han sufrido una infidelidad y tampoco la han cometido, pero saben que no lo perdonarían. "Yo no soy un albañil para estar todo el rato construyendo y reconstruyendo", dice con ironía. Además, reconoce, no podría iniciar una relación con alguien que en el pasado haya engañado a su pareja. La infidelidad como línea roja está muy presente en una parte importante de la sociedad, pero, cuando se produce, no siempre la ruptura es la única salida.
El psicólogo asegura que restaurar una relación tras una infidelidad no es imposible, pero requiere mucho trabajo. Ambas personas, cuenta, tienen que estar dispuestas a acudir a terapia, hablar con honestidad y reconstruir la confianza paso a paso. Por eso, los profesionales no pueden juzgar, sino acompañar, defiende.
No importa la clase ni la ideología
El romance entre Byron y Kabot apareció reflejado en una pantalla ante miles de personas y, después, se viralizó en redes sociales. Al poco tiempo, todo el mundo sabía quiénes eran, dónde trabajaban y muchos datos sobre sus relaciones personales. El estatus social de Byron facilitó esta tarea y Yáñez explica que, aunque la infidelidad no entiende de clase, el poder y el dinero pueden influir. "Una persona con autoridad o prestigio se suele percibir con más atractivo sexual", señala. En este caso, un hombre exitoso como Byron "está muy presente en el imaginario erótico", pero eso no significa que la traición sea exclusiva de las élites.
En realidad, atraviesa realidades muy distintas, desde contextos empobrecidos y marginales a los que gozan de un mayor prestigio social. Juanma Rodríguez ha sido sacerdote durante 25 años y pudo verlo de cerca en su última parroquia, situada en un barrio conservador de Madrid, donde residían muchos militares y miembros de grupos ultracatólicos como el Opus Dei o los kikos. Pudo conocer muchas infidelidades y la mayor parte de ellas se debían a "las expectativas en un amor de película y falta de educación sexual y comunicación afectiva".
El sexo en esos entornos, aclara, se concibe como una obligación para tener hijos, no como una fuente de placer o de conexión: "La moral cristiana es muy restrictiva y luego la gente necesita dar rienda suelta a su sexualidad".
Durante años, el exsacerdote ha escuchado confesiones de personas muy distintas. "No es lo mismo quien viene a confesarse solo para obtener el perdón de Dios y seguir igual, que quien se te acerca en busca de escucha y orientación", explica. Durante algunas convivencias, recibía a miembros de grupos ultrarreligiosos que no querían confesarse con curas de su propio entorno. "Lo solían hacer desde la culpa, para que les dijera que rezasen y quedarse tranquilos, sin mirar más allá. Eso no me gustaba", recuerda.
Yáñez señala que "ser infiel no cuesta dinero, pero divorciarse, sí". Romper un matrimonio implica gastos, papeleo y, a veces, inestabilidad económica y social. Engañar, en cambio, suele ser más rápido y más barato. Aunque, también más arriesgado, sobre todo en la era digital, como han sufrido de primera mano Byron y Kabot.
Al acceder al concierto, los asistentes ceden sus derechos de imagen y basta una cámara para que lo privado se haga público y la traición se convierta en espectáculo.