El regreso a casa de los españoles que cumplen condena fuera del país
- 1.077 españoles cumplen condena en el extranjero: Francia, Alemania, Marruecos, Bélgica y Portugal son los países con más reos españoles
- El proceso para regresar a España a acabar sus penas, es largo y burocrático
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Infringir la ley fuera del país donde vivimos puede implicar graves consecuencias. Muchas veces, peores que hacerlo en casa. No todos los lugares del mundo se rigen por los mismos principios ni exigen lo mismo ante comportamientos o actuaciones similares.
El tráfico de drogas, o el consumo, es el delito por el que más personas cumplen condena en el extranjero. Es un asunto que cuenta con distintos grados de penalización según el país. Hay lugares donde el consumo está permitido o tolerado, e incluso la posesión, en pequeñas cantidades. Pero hay otros donde el mínimo atisbo de droga puede constituir un delito que lleve a la cárcel a quienes estén en posesión de dicha sustancia. Y, posteriormente, pueden llegar a enfrentar penas de prisión, hasta cadena perpetua o pena de muerte.
Otras veces, la estupidez, la inconsciencia o la militancia, llevan a algunas personas a cometer actos considerados ilegales en según qué países: el ultraje a la bandera, el toples o las relaciones homosexuales, por poner algunos ejemplos. Por eso, la web del Ministerio de asuntos exteriores informa ampliamente de algunas cosas a tener en cuenta cuando viajamos al extranjero.
Cárcel en Venezuela. Archivo
Según datos del mes de marzo de la oficina consular, Francia (208), Alemania (143), Marruecos (115), Bélgica (65) y Portugal (57), son los 5 países con más españoles cumpliendo condena.
Las condiciones cambian mucho entre unos y otros en función del grado de desarrollo del país, y en consonancia con las condiciones de vida de la población, en general. Cada país tiene sus propias leyes y su propio sistema penitenciario, y no siempre son similares a los nuestros. Por eso, en cada caso, corresponde cumplir con lo que marca la ley local para proceder a la solicitud del traslado a España.
El infierno en una cárcel de Brasil
En el caso de Miguel Ángel, su vía crucis ocurrió en la ciudad brasileña de Tabatinga. Su vida, en aquel momento, estaba relacionada de lleno con el consumo de drogas. Hasta allí le llevó la oferta de ejercer de “mula”. Su cometido: viajar hasta Tabatinga, en Brasil, y cruzar la frontera. Allí, tragar hasta 80 bolas de cocaína, y regresar con ellas en el estómago a España. Por suerte, según él mismo reconoce, le pillaron en el aeropuerto antes de salir de Tabatinga. Pasó poco tiempo en la prisión detenido y lo dejaron salir del recinto penitenciario sin poder marchar de la ciudad.
Miguel Ángel Sánchez Repor
Él mismo reconoce: "Me pusieron Tabatinga por prisión", ya que de allí no se podía salir, y tampoco podía trabajar por su condición de preso, aunque estuviera en la calle. Malviviendo en la calle, entró en contacto con la Fundación Rescatados por su sangre, que le ayudó a superar su adicción a las drogas. Mientras, tenía que ir semanalmente a firmar conforme seguía en la ciudad. Pero llegó la pandemia, y durante meses, la oficina permaneció cerrada y no pudo personarse.
“Te pasabas el día sentado en el suelo. Comías en el suelo. Dormías en el suelo“
Pasado un tiempo, regresó para cumplir con el trámite burocrático y al haber "desaparecido" durante el tiempo que no se presentó para firmar, directamente lo metieron en prisión. "Allí es donde ya sí conocí realmente la prisión" detalla. Una celda sin espacio suficiente para los presos que allí dormían. "Te pasabas el día sentado en el suelo. Comías en el suelo. Dormías en el suelo", recuerda.
Dos veces por semana salían a un patio de 8 metros cuadrados, y, muy apretados los presos, pasaban dos horas a la intemperie con temperaturas altísimas: “Lo llamaban el baño de sol”. La comida escasa, la higiene inexistente. Y un año y medio después, la visita del representante del consulado español le aportó algo de esperanza. “Me habría marchado con el cónsul en ese momento. Ahí ya firmé los papeles para un futuro traslado a España”.
Miguel Ángel recuerda el miedo que pasó en la prisión. En una ocasión, por reclamar hablar con su abogado y con su familia, le dieron una gran paliza. A partir de ahí, decidió convertirse en fantasma y no mirar a nadie a los ojos por no entrar en conflicto. Su paso por la fundación cristiana lo ayudó a refugiarse en la Biblia, y gracias a eso, consiguió hacerse respetar por el resto de presos, y sobrevivir a tan difícil situación.
Ayuda in situ
Una vez entran en prisión, los presos viven situaciones de lo más dispares. En algunos países disponen de todo lo necesario para su vida: vestimenta, elementos de higiene, sábanas, cama, comida, atención médica… Pero en otros lugares cada cosa debe conseguirse y pagarse: el derecho a una cama, a la comida, o a las medicinas. Ahí entra el trabajo tanto de los consulados, como de distintas fundaciones que los visitan y están atentos a lo que necesitan.
Rosario Rodríguez y Javier Casado en Fundación +34. Repor
“Les digo que deben ser fantasmas. Que no hagan ruido. “
En la Fundación +34 de Valladolid, hablamos con Javier Casado. Él ha visitado a cientos de presos españoles en distintas partes del mundo. Siempre les aconseja lo mismo: "Les digo que deben ser fantasmas. Que no hagan ruido. Que su paso por la prisión no sea recordado. Y que no se enfrenten a nadie ni se hagan los duros", detalla.
Cuentan con una red de voluntarios que, cuando las prisiones lo permiten, les llevan enseres como pantalones, camisetas o zapatillas, medicinas, comida, revistas o cartas de sus familiares. “Una de las cosas que más nos piden cuando vamos, son las pipas. ¿Qué español no se ha comido una bolsa de pipas de pequeño? Eso les transporta a España, a su infancia, a un momento en el que todavía no se había complicado su vida”.
Pero hay algo más tanto o más importante que los enseres que puedan hacerles llegar: la ayuda jurídica. Y no todos los encarcelados en el extranjero se la pueden costear. Por eso, ya sea mediante colaboraciones con abogados locales o desde la oficina en Madrid, la Fundación Abogacía Española y Derechos Humanos se la ofrece. Además de facilitarle también a la familia la orientación necesaria para colaborar en el caso y tramitar el regreso del penado.
La burocracia del regreso
Gran parte de los reclusos españoles que cumplen condena fuera de España, quieren volver y acabar de cumplir en su país de origen. En muchos de los casos, porque eso representa poder hacerlo cerca de su familia. Por eso inician los trámites tan pronto como es posible. Para ello, el requisito indispensable es que exista una sentencia en firme. Hasta que esto no ocurre, no se puede solicitar el traslado a España.
En segundo lugar, hay que tener en cuenta la normativa de cada país, en donde se exige el cumplimiento de un mínimo de la pena antes de poder ser repatriado a su país. Y, finalmente, se deben tener en cuenta los tratados internacionales en vigencia. Pueden ser tratados bilaterales, de España, o de la UE con el país en cuestión, y deben cumplirse los requisitos exigidos en ellos; o puede darse el caso de que no exista tratado de extradición. En ese caso, el preso debe cumplir la condena íntegra en el país donde cometió el delito.
Cárcel de Soto del Real. Archivo
Una vez en España, su primer destino es siempre la prisión de Soto del Real. Una vez llegan, se les da la oportunidad de entrar en el programa Restauravidas, que ofrece la Fundación Abogacía Española y Derechos Humanos. Allí se les ofrece atención psicológica y tienen la oportunidad de compartir sus experiencias con otros presos. A la vez, también se les proporciona asistencia jurídica para orientarlos sobre la evolución de su condena: cuánto tendrán que cumplir en España, cuándo podrán salir a la calle y en qué condiciones… Y, finalmente, les ayudan a retomar sus vidas, acompañándolos en la búsqueda de empleo.
Ser “narco” no mola
En la provincia de Valladolid, Iván Ramos ha conseguido rehacer su vida. Tras más de 11 años de condena en Australia, y su paso por Soto del Real, hoy ya tiene trabajo. Todavía vive sujeto a la tobillera que le recuerda a diario que su pena no está cumplida del todo. Pero puede dormir en casa, y eso, para él, es un alivio.
Iván Ramos. Repor
Él cumplió condena por tráfico de drogas. Lo pillaron en Australia. Pero no lo hizo exclusivamente por el dinero que le prometían. También jugó un papel importante el querer embarcarse en una aventura, que tendría que llevarle a navegar por medio mundo, y a saltarse unas cuantas leyes. "Si me hubieran pillado en otro país, quizá ahora estaría muerto", admite. Sin embargo, aunque rígidas, las leyes en Australia permiten la extradición. Y mientras no llegaba, el sistema penitenciario le ofreció ir, año tras año, bajando los niveles de dureza y de presión. Hasta llegar a poder trabajar en granjas, donde había pocos presos y un solo funcionario.
"Hay mucho dinero en las cárceles australianas. Puedes solicitar estudiar una carrera, o un curso concreto. Una propuesta salida de un preso, puede tardar, pero acostumbra a llegar. Si querías podías aprender de todo: había tractores, maquinaria, aprendí a hacer cerámica…", nos cuenta.
Ahora, junto a su novia y el hijo de esta, ha empezado una nueva vida. Ambos encaran el futuro de la mejor manera. Entendiendo que en la vida, se cometen errores que, cuando uno echa la vista atrás, posiblemente no cometería. Y nos deja esta reflexión: "Yo no quiero que esto le pase a nadie más. Yo no quiero que alguien, por ver series de televisión, o películas, piense que ser 'narco' es 'guay', o 'mola'. No lo es. Es una basura".